Durante el verano urge promocionar espacios y puestas de calidad que enriquecen la plena satisfacción de las mayorías
Por doquier, sin límites de idiomas, países y fronteras crecen las audiencias hiperactivas, cambiantes, cuestionadoras, incisivas. Las personas necesitan escucharse, aportar lo suyo durante intercambios sugeridos a los otros, incluso sin conocerlos. La apropiación de mensajes se sustenta en la cultura y las tecnologías durante complejos procesos comunicativos. A veces es difícil determinar ¿quién dice qué, cómo lo dice, para quiénes? El escenario mediático constituye un epicentro de interacciones devenido punto de referencia para la televisión tradicional. A ella, le decimos: entretiene, instruye, informa, esclarece malos entendidos, noticias falsas, expresa mundos afectivos, combate lo banal, la violencia en múltiples vertientes hogareñas, sociales y más, mucho más.
Debido a la tendencia de los públicos de implicarse en lo relacionado con la TV, prevalece su interés en producciones nacionales, cuya construcción narrativa se inspira en realidades diversas, mitos, tradiciones, literaturas. Al parecer, la programación concebida para el verano mantuvo oídos atentos a las audiencias; sin embargo, obvió un principio básico: informar, socializar, compartir en emisiones previas, por ejemplo, que el canal Cubavisión retomaría el Cuento, los martes, casi a la hora de dormir. Perdieron una buena parte de las mayorías el disfrute de clásicos universales como Antón Chéjov por la destacada directora Mariela López Galano. Ciertamente, es insuficiente crear, producir, realizar, la TV necesita reiterar lo que traerá de nuevo, seducir. Toda la poética de Chéjov merece ser conocida, vista, interpretada. De ningún modo por casualidad este escritor preside el cuento contemporáneo.
Pensemos: ¿somos conscientes de lo perdido cuando no se socializa la excelencia artística? Otro silencio evitable fue el de sugerir al destinatario infantil del grupo entre siete y 10 años que volvería a Cubavisión, el martes, a las 5:30 p.m., el espacio TV alegría dirigido por Dalgis Román, premiada en eventos donde se ha pensado seriamente en ese receptor.
Los azares de buscar a ver si encuentro “algo” valioso no suele hacer el hábito. De vuelta al rico relato de nuestra televisión aprendimos junto a Mirta Muñiz, respetable profesional de la publicidad, una esencia imprescindible: el medio demanda talento y actualización. “La TV debe ser creativa y popularmente culta”, decía.
De igual modo, lo confirma Josefa Bracero, periodista, locutora, investigadora audaz. En sus libros publicados por la editorial En Vivo testimonia el relato de lo acontecido en provecho de la radio y de la TV. ¿Por qué renunciar a lo bien aprehendido?
Estemos alertas, el acelerado desarrollo de los artefactos instaura un nuevo discurso dominante en el que imperan hibridaciones, formas diversas de ver, apreciar y sentir. Los flujos de circulación sustentan intercambios de informaciones; en la narrativa audiovisual se originan producciones intermediales y colaborativas.
Desde las programaciones de los canales televisuales urge contrarrestar la creciente influencia de la industria hegemónica del entretenimiento fatuo. Privilegiar proyectos novedosos y jerarquías artísticas reclama buenas intenciones y deseos de transformar los escenarios mediáticos. Al respecto se debate durante las sesiones de foros, festivales, reuniones en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, instituciones, comunidades y centros de enseñanza artística. Pero, es en la práctica donde se concreta el deber ser. Lo que no se visibiliza, no existe, incorporemos esta idea a las estrategias de comunicación de largo y sistemático alcance. Filósofos, artistas, directores de audiovisuales previenen sobre cómo la banalización amenaza con tragarse el mundo, ganarle la batalla a la inteligencia. En nuestra TV, de carácter público, nunca obviemos la polisemia del arte y el gusto estético, este se forma durante la niñez. Los destinatarios buscan lenguajes renovados, las transformaciones propias de la modernidad instauran tipos de relaciones sociales, participativas, parlantes; incluso la cultura tecnológica ya la prefigura y de ella la TV Cubana es un eslabón primordial. Desaprovecharlo implica romper el diálogo, desencuentros, olvidos. Apremia cultivar las cercanías, la credibilidad, el sentido emancipador, elementos de la cultura Patria y del proyecto social propio.