Un diálogo entre culturas y comunidades propicia la 15 Bienal de La Habana de amplia repercusión en comunidades, instituciones y medios de comunicación audiovisuales
¿Es lo mismo ver que mirar? ¿Basta el disfrute sin valorar? Estas, entre otras interrogantes, inquietan a los públicos en diferentes contextos ante pluralidad de lenguajes y códigos que alimentan el rápido flujo informativo; al unísono aportan dinámicas durante los procesos de lectura y facilitan cambios en esta práctica.
Los medios audiovisuales hacen visibles imágenes, comparten experiencias, establecen estrategias comunicativas y valores socioculturales. Ciertamente, todas las manifestaciones del arte y lo que no lo es, participan en un amplio sistema de legibilidad -capacidad de ser comprendida por las personas. Vivimos en mundos hipervisuales; exposiciones, museos, televisoras, filmes, redes sociales, espacios privados y urbanos producen insatisfacciones, gozos, curiosidades infinitas; motivan afanes galopantes en provecho de conocernos o reconocernos mejor. Quizás, poco reflexionamos sobre los ejercicios irrepetibles del acto de ver y comprender diversidades discursivas; en ocasiones, apenas se aprecia la riqueza de esos ámbitos que establecen relaciones sociales asociadas a las luchas simbólicas, al conocimiento y a las intimidades de los seres humanos.
De ahí la importancia del pensamiento crítico al analizar símbolos, huellas, legados, ritos, tradiciones, metáforas que construyen significados. La 15 Bienal de La Habana se ha convertido en epicentro del arte contemporáneo; propicia un diálogo entre culturas y comunidades. Creadores de Asia, África, Medio Oriente, América Latina, el Caribe y el Sur Global participan en vigorosos ejercicios de reflexión para que fluyan las ideas, el pensamiento y las diferentes elaboraciones intelectuales. Sin duda, el evento es un enorme desafío. El cine, la televisión, las redes sociales, los espacios institucionales lo asumirán desde sus particulares enfoques, puntos de vista y creaciones. Urge pensar acciones en beneficio de la visualidad que merecen obras, exposiciones, proyectos, talleres, charlas. Las imágenes plásticas despiertan curiosidad y luego el deseo de conocer los mundos interiores del artista: qué quiere decir, cómo lo quiere decir y para quién lo quiere decir.
En las pantallas coinciden piezas descriptivas, sugerentes, motivadoras, inquietantes. Quizás, protagonistas de esta fabulosa Bienal compartan el criterio expresado por Lesbia Vent Dumois a BOHEMIA: “El arte no pervive lejos del humanismo”. En su quehacer resplandecen el sentimiento y la autenticidad de ser siempre ella misma. Reconocida con el Premio Nacional de Artes Plásticas 2019 ha forjado de manera creciente los testimonios palpables de la subjetividad y de la cubanía.
Diferentes cargas narrativas llenarán los ojos, el alma, la conciencias. Es un acto individual ver lo que connota la visualidad. Necesitamos un espíritu de apertura científica. El estudio transdisciplinario del universo icónico abre vías al entendimiento de conflictos y situaciones cotidianas. Esta esencia debe permanecer activa en las cinematografías y los formatos televisuales; de ningún modo es un requerimiento solo para las ficciones; noticieros, revistas culturales, spots, merecen generar preceptos artísticos sobre la imagen.
Contenidos y formas nutren el sentido cultural de cada obra. Los medios de comunicación audiovisuales construyen mundos posibles, revelan valores, reproducen actitudes, que las personas aceptan o rechazan al recibir múltiples mensajes. El gusto no nace, se forma. Cambios, nuevas rupturas, estancamientos, renovaciones; en fin, estar alerta, apreciar, conocer, disentir, todo es posible al sentir los placeres de paladear el arte.