Una amplia coalición de izquierda, el Nuevo Frente Popular, encabezado por Francia Insumisa, dio la sorpresa en los comicios
Decenas de cámaras captaron esta imagen: la plaza Stalingrado de París, un plano general y, dentro de él, cientos de personas cantan a pleno pulmón La Internacional. Horas después de aquellos festejos, celebrados a propósito de la victoria del Nuevo Frente Popular en las elecciones legislativas de Francia, las fotos contagiaron las redes sociales.
En este país europeo, el presidente ostenta el Poder Ejecutivo, es elegido por sufragio directo y sus funciones son amplias: desde determinar la política exterior y de defensa hasta proponer al primer ministro para conformar el gabinete.
He aquí un raro caso de lo conocido como gobierno de cohabitación, donde el mandatario y la mayoría parlamentaria no pertenecen a la misma formación política. En este momento, se presenta un cuadro más complejo, con una Asamblea Nacional dividida en tres grandes bloques, ninguno de los cuales goza de una mayoría absoluta.
No es ningún secreto que el adelanto electoral anunciado por el presidente Emmanuel Macron, tras el fracaso de su formación en los comicios europeos, generó un tsunami político a contrarreloj para las formaciones. Apresuradas, muchas se vieron forzadas a presentar candidaturas interpretadas como alternativas.
La derecha tradicional mostró divisiones entre sectores favorables a aliarse con Agrupación Nacional y los que la rechazaron. Por su parte, Jean-Luc Mélenchon, líder de Francia Insumisa, llegó a acuerdos con otros grupos entendidos dentro del espectro político de la izquierda, como el Partido Socialista, Los Verdes y el Partido Comunista, anunciando la creación de una alianza electoral llamada Nuevo Frente Popular. Macron aprovechó esta circunstancia para plantear su proyecto y acusar a sus rivales de extremistas.
No obstante, los seguidores de Mélenchon detallaron sus propósitos en caso de obtener una mayoría. Desde una perspectiva interna, destacaron propuestas sociales como la anulación de la polémica reforma de las pensiones, la subida del salario mínimo y planes en los campos de la educación y la sanidad pública, así como medidas para facilitar el acceso a la vivienda. En cuanto a la esfera internacional, según este programa, no previeron cambios significativos.
Tiempos de crisis
El gobierno de Macron se ha caracterizado por profundizar en la pérdida de derechos sociales y civiles en la República Francesa. Solo frenados, en varias ocasiones, por protestas sindicales que se han extendido y desarrollado por todo el país, así como por movimientos de gran relevancia, como el de los Chalecos Amarillos o las protestas contra la reforma del sistema de pensiones.
En el plano internacional trató, junto con Angela Merkel, de consolidar el rol decisivo del eje franco-alemán en la Unión Europea, ganar presencia dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y refundar las relaciones neocoloniales en África y otras regiones.
Por otra parte, Estados Unidos marcó una prioridad asiática para la alianza atlántica, lo que tuvo consecuencias directas para París, como la pérdida de contratos con Australia tras el lanzamiento de la coalición AUKUS.
El intento de Macron de refundar la Francafrique terminó finalmente por fortalecer un segundo proceso de independencia en naciones africanas y la expulsión de Francia de algunos países. Además, el mandatario galo se convirtió de forma ascendente en el mayor representante de la histeria belicista europea y de las provocaciones a Rusia.
Obstáculos desde la izquierda

El Nuevo Frente Popular tiene como primer reto enfrentar las propias divisiones internas. Una de sus fuerzas, el Partido Socialista, recuperó en las elecciones a François Hollande, expresidente de la República y responsable de las políticas y derivas que se supone que el conjunto combate. El propio Emmanuel Macron fue militante de esta formación política e incluso llegó a ser ministro con la anterior administración.
La implementación del modelo neoliberal y la destrucción del Estado social no son solo responsabilidad de los siete años del último gobierno, sino que es consecuencia de acciones de otras fuerzas políticas, entre las que se destacan los Republicanos y el propio Partido Socialista.
La segunda vuelta reveló el agotamiento de una masa social cansada tanto de la amenaza de la extrema derecha como de las consecuencias sociales y políticas de los gobiernos neoliberales. La lógica de enfrentar la rabia, por el descontento social, con el miedo, por el auge de la extrema derecha, sumó un nuevo elemento: una esperanza de cambio.
Sin embargo, las contradicciones inherentes tanto a nivel interno dentro del Nuevo Frente Popular como por las necesidades de alianzas generadas tras estos resultados en la Asamblea Nacional, pueden tornar la esperanza creada en desesperanza, lo que haría resurgir la resignación.
Las elecciones evidenciaron de forma cruda la existencia de tres países diferentes en Francia, tres comunidades, tres maneras de pensar y de relacionarse con la idea y la realidad de la República. En primer lugar, existe una nación conectada, la nación de la capital, que se siente expresada en el macronismo, ese centro basado en una idea de la meritocracia. Aquí, aquellos en posiciones de liderazgo se consideran merecedores de su posición y dirigen el país en consecuencia.
Frente al primer grupo mencionado están los olvidados, los que se sienten depauperados e incluso traicionados por la nación que proclama la libertad, la igualdad y la fraternidad. Por un lado, está la división provinciana, la del gran centro donde todo se decide, en la que están los que mandan, los que cuentan. Esta es la de los pueblos y las ciudades medias, pero es también la de los grandes polos industriales, de la región del norte, del Pas de Calais y del antiguo motor económico.
En el otro extremo, existe otra parte ignorada y maltratada. Es la de los nuevos franceses, la no blanca, a la que se le niega la mera pertenencia a la República. Es la que está atrapada entre el ideal televisado y su vivencia cotidiana de habitar un lugar incierto. La brecha entre unos y otros es el grito que estalla en los recurrentes disturbios. Este grito debe ser escuchado si Francia desea evitar desgarrarse en la lucha.