No es una metáfora. Las entrañas del laborioso central azucarero dejan escuchar el eco de una cruzada que mantiene en acción a hombres y mujeres durante doce y más horas cada día
La industria azucarera cubana muy bien pudiera inclinarse, en gesto respetuoso, ante directivos y trabajadores de la Empresa Agroindustrial Melanio Hernández, ubicada en Tuinucú, municipio de Taguasco, provincia de Sancti Spíritus.
Casi sin margen para darle al cuerpo merecido descanso, luego de una zafra que se prolongó 190 agónicas jornadas, hombres y mujeres iniciaron las rigurosas labores que, sobre todo en tiempos tan difíciles como estos, implica ajustar todo nuevamente e iniciar la siguiente contienda.
A verdadero pecho y pulmón han logrado un nivel de alistamiento general que avanza hacia el 90 por ciento, con índices incluso mejores en relación con el cronograma fijado.
“Durante los últimos días los trabajos fundamentales se han concentrado en las áreas de molinos, calderas y fabricación”, explica Antonio Viamontes Perdomo, director de la empresa.
Recursos, capacidades e inteligencia están todo el tiempo en función de realizar cada acción con calidad “para que el central pueda moler con estabilidad y con los mejores índices de eficiencia posibles, una vez que arranque”.
–¿Tentativamente, en qué fecha?
–Queremos iniciar el 21 de este mes o antes incluso, si las condiciones así lo permitieran, -afirma Viamontes, seguro de la forma en que se ha venido trabajando en todas las áreas.
Una cosa es expresarlo y otra es ver “la bronca” sin cuartel para sustituir un piñón de paso, americano, que acumula un siglo de intensa explotación.
Sucede que ciencia y conciencia van de la mano por medio de hombres como José Castañeda, cuya experiencia brilló en el empeño por “cambiar una catalina y poder dar las medidas interiores adecuadas, con empleo de un dispositivo perforador que data del año 1900.
Un vistazo panorámico demuestra que acopio, basculador y planta eléctrica no constituyen preocupación; hay una caldera completa ya y marchan a buen ritmo la colocación de tubos en el techo y los trabajos refractarios previos a la prueba, en la otra.
Ello posibilita concentrar la atención, entonces, en dos trenes de engrane y en el armado de dos molinos (faenas de mayor envergadura), así como en un condensador y dos bombas de vacío para dejar igualmente en forma el área de evaporación.
Con las botas bien ajustadas
Que mecánicos de molinos y obreros de pailería “caigan” sobre el central desde las cuatro de la madrugada no sorprende a miles de habitantes del poblado que a esa hora duermen tranquilamente en sus hogares. Por experiencia o referencia, todo el mundo sabe allí que la legendaria industria entraña un alto rigor y mucho sacrificio.
“Doce, y más horas, laboran los hombres que montan tubos en la caldera de 45 toneladas y en la reparación de las cadenas de arrastre de los conductores de bagazo” –afirma con satisfacción el joven Juan Antonio Valdivia, jefe de área.
Igual ritmo involucra a los trabajadores dirigidos por Rafael Obregón (basculador-molino) y Abel Bencomo (fabricación).
Ello permitió recuperar el atraso que dejó la caída del Sistema Eléctrico Nacional e incluso adelantar en algunos casos las acciones previstas en cronograma.
Por eso la administración planta sus botas para asegurar una merienda que no será la de tiempos pasados, pero que el obrero agradece, del mismo modo la venta de vianda o de otros productos muy oportunos para aliviar la situación del hogar y hasta esa caldosa criolla con que el central cierra faenas el domingo, para que la gente vaya a reponer energías y “pegarse al duro” otra vez al día siguiente.
Integración
Imposible obviar la cooperación que nuevamente destapan las reparaciones del Melanio.
El coloso Uruguay, por ejemplo, vuelve a poner su sello desde Jatibonico, Sagua la Grande responde otra vez, la empresa Zeti “se faja” con tubos de gran diámetro, el central Argentina aporta dos bombas de vacío…
Poco a poco se va engranando todo en las ardientes entrañas de una industria donde, a pesar del ajetreo, cada espacio resplandece por su organización y pulcritud.
Ojalá prevalezca igual cultura entre quienes tienen la primordial misión de aportar la materia prima. Sin caña no hay molida, ni pitazo de cumplimiento, ni el azúcar que tanto se necesita, desde el hogar hasta la cresta de la economía cubana.
Tan es así que, según acota Viamontes, el Melanio no solo procesará caña de las áreas que habitualmente lo alimentan, sino de toda la provincia e incluso de plantaciones pertenecientes a Villa Clara, cercanas a Jarahueca.
Nadie imagine que la contienda se pinta fácil. Pero, por lo que se puede apreciar o respirar dentro del ingenio, tampoco la imagine alguien imposible de llevar a cabo con una dignidad tecnológica y productiva.