Foto. / Pastor Batista
Foto. / Pastor Batista

Sancti Spíritus pone la compota

Si los productores sitúan allí la fruta necesaria… y aparece el divino envase


Después de un semestre colmado de contratiempos, la Unidad Empresarial de Base Número 3, La Estancia, Planta Sancti Spíritus, se empeña en recuperar antes del 26 de julio el atraso productivo que ha presentado, por causas básicamente ajenas a la entidad.

Única fábrica cubana con el encargo estatal de producir compotas para niños de todo el archipiélago, en edades comprendidas de cero a tres años, la industria espirituana se vio afectada en enero y febrero por falta de envases, a lo que se sumaron luego seis semanas de severo perjuicio con el servicio de agua, por averías en el sistema de bombeo situado en el río Tuinucú.

Unas 6 600 toneladas de compota deben salir de esta fábrica en el año. / Pastor Batista

Mayo y junio no se presentaron mucho más benévolos si se tiene en cuenta que los registros inscribieron más de 90 irregularidades con la electricidad: imprevistos que paralizan automáticamente el proceso tecnológico por razones de autoprotección, lo que de hecho causa deterioro en partes y piezas, además de que origina pérdidas de tiempo y atrasos en la producción.

Aun así, según afirma el ingeniero químico Aydel Toledo Martínez, director, para el centenar de hombres y mujeres que intervienen en las labores, no solo es posible recuperar el atraso antes del Día de la Rebeldía Nacional, sino también cumplir el compromiso anual, ascendente a unas 6 600 toneladas de compota. Para ellos, eso es “sagrado”

Necesitan, desde luego, en primer lugar, un abastecimiento estable que les permita procesar alrededor de 3 500 toneladas de frutas al año. La garantía de esa materia prima ha venido presentando dificultades que es preciso superar.

Por ello, en el momento en que BOHEMIA visitó la planta transcurría un recorrido de la Industria Alimentaria a escala nacional, junto a otros actores, para examinar el aporte en frutas por parte de empresas de la agricultura y de otras estructuras productoras.

Tristemente, la realidad confirma que no todo el mundo está aportando frutas para la producción de compotas, o no lo hace en la medida de sus potencialidades.

Esta suele ser la expresión del rostro cuando los niños reciben la compota. / Pastor Batista

Hay quienes, incluso, quizás pensando más en ingresos económicos que en el alcance humano y social de ese sensible alimento infantil, se empeñan en cobrar elevados precios… en incongruente postura.

Del mismo modo, resulta inconcebible que, en las condiciones de un país tropical como Cuba, la planta espirituana apenas esté recibiendo mango y guayaba, por la incapacidad endógena de cosechar y asegurar frutabomba y plátano fruta, muy buenos para el proceso y la salud.

Tecnológicamente, la industria se mantiene apta para procesar unas 60 toneladas de pulpa cada día y en la práctica está operando con alrededor de 40.

Su estable colectivo acumula buena experiencia en ese giro e ingenio no ha faltado para responder, con soluciones concretas, ante obstáculos coyunturales de carácter técnico o productivo.

¿Qué falta entonces? Frutas: esas que la tierra puede parir sin anticonceptivo allí, donde el hombre se empeñe, de verdad, en mantenerla todo el tiempo encinta.

Y, desde luego, también es necesaria una garantía del envase cuya adquisición se empecinan en entorpecer los maquiavélicos artífices de un bloqueo contra Cuba que siempre habrá una manera de hacer “papilla”, para que a miles de niños les siga llegando su esperada compota, la misma que cuando no llega a la bodega les cuesta “por la calle” 100, 120 y más pesos a mamá, papá o abuelo… si es que su poder adquisitivo les permite comprarla.

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