Foto. / Archivo de BOHEMIA
Foto. / Archivo de BOHEMIA

Ángulos curiosos de una fecha inolvidable

Partes de la población cubana, en particular de nuestra juventud, no conocen en detalle los elementos historiográficos a los que aludimos ahora sobre las acciones del 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba y Bayamo, que tuvieron lugar hace 71 años  


Los hombres que decidieron, a las órdenes de Fidel Castro Ruz, asumir la lucha armada contra la dictadura de Batista comenzaron a entrenarse militarmente en la Universidad de La Habana. Luego lo hicieron en zonas rurales apartadas. Eran en general personas muy humildes, de labores rudas, realmente bastante pobres, con los salarios más bajos, y algunos de ellos no tenían ocupación permanente, como el caso, por ejemplo, de Antonio Ñico López.

Representaban en la nueva lucha a los trabajadores y campesinos, y unos pocos a la clase media, estudiantes, técnicos y profesionales.

Fidel, su constancia y perseverancia

Abel Santamaría, el segundo jefe del salto al Moncada, también indicó el camino. / Archivo de BOHEMIA

Fidel siempre se preocupó por realizar los entrenamientos con tiro real. Un domingo en que se ejercitaban con solo tres rifles viejos, se rompieron dos y el tercero soltó un resorte que se introdujo en unos matorrales. Todos intentaron hallarlo, pero, al resistero del sol, se fueron yendo hacia la sombra de unos árboles. Al notar la ausencia del jefe en el grupo, miraron hacia el lugar donde se había perdido la pieza y lo vieron empapado de sudor rastreando fervorosamente entre las hierbas.

Siguió él solo allí como quien busca una aguja en un pajar, con su voluntad de hierro, hasta que de pronto se agachó y al recoger algo, se acercó hacia los demás compañeros y les dijo: “¡Esto les debe servir de aprendizaje: la constancia en las cosas es lo que conduce al triunfo!”.

El Movimiento revolucionario

De las filas más puras de la juventud cubana nació la fuerza de combate para derrotar a la tiranía de Batista. Fidel Castro confesó a un reportero soviético su firme conclusión: “Debíamos seguir la lucha por nuestra propia cuenta y elaboramos el plan del Moncada”. Así este movimiento fundamentalmente de jóvenes tomó lo mejor y lo más serio de aquel momento histórico: el espíritu incorruptible e inclaudicable y la combatividad de Eduardo R. Chibás, líder del Partido Ortodoxo con gran prestigio popular  por su integridad.

El primer moncadista asesinado

Los revolucionarios asaltaron el Moncada disfrazados como militares batistianos; de sargento del ejército, herido en una pierna y retratado por fotógrafos de la tiranía, fue descubierto entre las imágenes de un álbum entregado al dictador, entonces es apresado y luego asesinado. Ese fue José Luis Tassende de las Muñecas, uno de los primeros jóvenes que penetraron en la fortaleza santiaguera en la madrugada del 26 de julio de 1953 por la Posta 3, hace siete décadas y un año. Se convirtió en el primero de los mártires fidelistas.

Los más jóvenes y el primer grupo mártir

René Renato Miguel Guitart Rosell, Carmelo Noa Gil, Pedro Marrero Aizpurúa y Flores Betancourt Rodríguez constituyeron el primer grupo caído en combate al ser barridos por una ametralladora de gran calibre.

Para las acciones de 1953 en Santiago de Cuba y Bayamo, no había armas para todos los entrenados, y solo pudieron participar alrededor de un centenar y medio de  combatientes. La gesta armada en Santiago y Bayamo en el Oriente estuvo a cargo de la porción más vigorosa de una ciudadanía: una obra esencialmente de jóvenes. Y el de menos edad fue Miguel Ángel Oramas, quien había cumplido 17 años el 16 de junio de 1953.

Mentiras de un esbirro coronel

La doctora Melba Hernández vio cómo asesinaron al doctor Mario Muñoz Monroy en el hospital civil Saturnino Lora. Lo recordó cuando le tocó el turno 29 como “testigo de descargo” en el juicio sobre los sucesos del 26 de julio de 1953. / Archivo de BOHEMIA

Como testigo de cargo en el juicio por aquellos sucesos del 26 de julio de 1953, el coronel Alberto del Río Chaviano, jefe del cuartel Moncada, entre las enormes mentiras que expresaron desde el gobierno, llegó a decir: “En el asalto a nuestro campamento participaron extranjeros, entre ellos algunos de Guatemala e indios putumayos de Colombia”.

Uno de los asaltantes, Florentino Fernández León, recordó lo dicho por el mismísimo dictador Batista: “Los asaltantes son expertos militares”. De ese modo trataron de justificar cómo los atacantes tuvieron solo ocho bajas mortales y 10 heridos en el combate, mientras que el ejército se acercó a las 50 bajas, de ellos 27 heridos.

Hermanos de sangre

Sí, curioso también es esto: las ideas y la sangre unieron a un grupo de asaltantes, pues ocho parejas y un trío de hermanos pelearon ante los muros de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes en aquella trascendental oportunidad histórica.

El trío de hijos de padre y madre –el único que integró el contingente de los asaltantes– lo formaron Antonio, Armelio y Alejandro Ferrás Pellicer, quienes entraron arma en mano al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de la ciudad bayamesa y, por suerte, sobrevivieron a la acción.

He aquí los nombres de las ocho parejas: La primera, por supuesto, los más conocidos, fueron los hermanos Fidely Raúl Castro Ruz, ambos de Birán, Oriente. Los otros, también muy importantes: AbelyHaydée Santamaría Cuadrado, de Encrucijada, Las Villas. El primero de ellos, segundo jefe del Movimiento 26 de Julio y del asalto al Moncada. Luego de apresarlo, tras la acción en el Hospital Civil Saturnino Lora, de Santiago de Cuba, lo torturaron salvajemente hasta la muerte, incluso le sacaron un ojo. 

Los restantes hermanos resultaron ser Julio y Pedro Trigo López, ambos residentes en Calabazar de La Habana: el primero de ellos asesinado igualmente en el Hospital Civil. También los hermanos Robertoy Orlando Galán Betancourt, de Artemisa, quienes sobrevivieron; José Wilfredoy Horacio Matheu Orihuela, los dos asesinados; Raúl y Mario Martínez Ararás, el segundo ultimado también como prisionero, ya sin balas, luego de concluido el combate. (El primero abandonó las filas revolucionarias luego de la amnistía del 15 de mayo de 1955).

Igualmente participaron los hermanos Manuel y Virginio Gómez Reyes, habaneros de Marianao –más conocidos como “los hermanos Gómez”–, quienes fallecieron del mismo modo brutal y cobarde empleado por la tiranía. Y, por último, Guillermo y Gerardo Granados Lara, de Artemisa, el primero caído en el único grupo de muertos en combate.

Entre los 1 200 hombres entrenados militarmente –no olvidamos ese detalle– existieron otros hermanos de sangre, como Luis Felipey René Pacheco, de Baire, de la célula de Palma Soriano, en Oriente, pero solo se pudieron conseguir armas para casi un centenar y medio de compañeros.

Asalto al cuartel de Bayamo

La misión en la tierra bayamesa era tomar el cuartel de la ciudad, apoderarse del centro de comunicaciones que radicaba allí y el aeropuerto e impedir el paso del regimiento de Holguín y de las fuerzas de Manzanillo hacia Santiago de Cuba.

Los asaltantes, según lo previsto, se trasladarían a las Minas de Charco Redondo. Unos mineros vendrían con dinamita que ya tenían preparada para volar los puentes y establecer allí la barrera de defensa de los revolucionarios cuando concluyeran el asalto al Moncada.

Esa era la tarea fundamental del grupo escogido. Tomado el cuartel y la estación de la Policía, el pueblo se les uniría y con las armas capturadas habrían estado en las líneas de resistencia contra el refuerzo que sería enviado por el regimiento holguinero, casi tan poderoso como el de Santiago de Cuba, y contra las también tropas procedentes de Manzanillo.

Enemigo infiltrado

Apenas se sabe que existió un peligroso enemigo oculto. Un profesor de Educación Física y veterano del ejército norteamericano. Intentó minar las filas del Movimiento, aunque chocó con la sagacidad y la entereza de los jóvenes rebeldes inspirados por Martí y dirigidos por Fidel.

Hablaba con los dientes apretados, como masticando las palabras. No se llamaba Harriman, como decía, sino Isaac Santos. Conocía la técnica de guerra y la defensa personal, por ser judoka y veterano militar yanqui que participó en el conflicto de Corea. Su misión era entrenar en la Universidad de La Habana a los futuros asaltantes del Moncada, aunque desconocía su objetivo real.

Uno de los jefes de la célula de Faure Chomón, del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, contó que aquel intruso delató a sus seguidores con nombres y apellidos, y todos fueron apresados y encarcelados. Por eso se sospechó que era del FBI o de la CIA.

Según narró en su momento el moncadista Ernesto Tizol, “nunca se tuvo entera confianza en él y demostró que quiso captar nuestra gente, denunciarnos y desmembrarnos”.

“A mí pretendió captarme. Pretendió copiar los nombres de los que integrábamos el Movimiento de las fichas del resultado de las pruebas, pero le impedimos su acceso a ellas”, diría Ernesto.

Luego de una sesión de entrenamiento invitó al propio Tizol a un refresco en el café habanero de San Lázaro e Infanta. Ya sentados, le tiró arriba de la mesa una chapa de la Policía Secreta de Batista. “Me quedé pálido. Y me dijo: “¿Te asustaste?”… Perdí el habla, no sabía qué contestarle. Y agregó: “Esto es para taparme. La llevo por si surgen problemas, yo no pertenezco a eso, aclaró, y empezó a preguntarme qué creía yo del Movimiento y de la gente”.

–“Todos están muy entusiasmados… Vamos a sacar un buen grupo”, le dije. –“Sí, pero es una lástima su dirección”, afirmó. –“¿Cómo su dirección?”, le indagué. –“Sí, Fidel y Abel. Son comunistas. No sé cómo has caído en eso, tú eres serio, con otra formación”, sentenció. –“Les tengo un gran aprecio y los conozco como ortodoxos”, le aseguré. –“Sé lo que te digo. Es un Movimiento controlado por los comunistas. No debes integrarlo. Hay grupos más puros y democráticos”, comentó. Y le hablé de la verdadera democracia”.

Al terminar aquel diálogo, el joven se lo contó todo a Fidel, quien ya tenía otras referencias del personaje y le dijo: “No sé si será de los Auténticos, de la Triple A, de otro grupo o un agente extranjero, pero estoy seguro de que es un infiltrado con malas intenciones”.

Fidel le orientó dejarse captar junto con Ernestico de Armas, de Colón, también integrante del Movimiento, a quien el tal “Harriman” le había tocado el tema. “Nos citó para una casa y nos dio instrucciones para atraer a los demás compañeros. Sin embargo, se determinó recesar enseguida el entrenamiento de la Universidad. Ya estábamos en los días de fiesta de diciembre de 1952. Se rompió el contacto con él y se le compartimentó completamente. Al inicio de 1953, recomenzamos el adiestramiento fuera de La Habana, en distintas fincas y sin más relación con la colina universitaria”. Este caso no fue el único, pero sí muy curioso.

Estructura del Movimiento y el hombre célula, Renato Guitart

¿Su estructura? Un máximo jefe, Fidel, y su segundo, Abel Santamaría, con un pequeño núcleo ejecutivo para llevar a cabo las tareas más secretas y las actividades más delicadas, complementado con un Comité Civil de cuatro compañeros y un Comité Militar de dos. Funcionaba de forma secreta y compartimentada, en pequeñas células. Los de la dirección civil no estaban exentos de las obligaciones militares.

Cada grupo celular tenía su jefe. Por medio de él se cursaban las orientaciones y citaciones a su personal. La disciplina, rigurosa; el secreto, férreo. De muchos otros valientes asaltantes podríamos hablar, como de Ramiro Valdés, el enlace entre los responsables de las seis células artemiseñas y el comando dirigente superior; de Jesús Montané Oropesa, Pedro Miret, Gildo Fleitas, Israel Tápanes, Reinaldo Benítez, Ñico López. El espacio disponible impide mencionar a otros abnegados y aguerridos.

Además, no queremos soslayar a René Renato Miguel Guitart Rosell, el jefe directo del grupo de vanguardia que tomó la Posta 3 de la fortaleza. Era la única persona de Santiago de Cuba que conocía el objetivo perseguido por Fidel el 26 de julio de 1953, antes de que la inmensa mayoría de los asaltantes lo supieran. Abel y Renato midieron el tiempo en auto de la Granjita Siboney a la entrada del Moncada. Así el comisionista de barcos entró a la historia de Cuba y se quedó en ella. La célula más pequeña, ¡caso único!, sería la de Santiago de Cuba, que estaba formada solo por él. Era un hombre-célula esencial.

Dura es la verdad de que los asaltos a los dos cuarteles orientales no terminaron en victoria.

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Fuentes consultadas:

La Generación del Centenario, de Marta Rojas; El Grito del Moncada y La prisión fecunda, de Mario Mencía.

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