El colapso bursátil del 9 abril forzó la moratoria arancelaria de Trump / pagina12.com.ar
El colapso bursátil del 9 abril forzó la moratoria arancelaria de Trump / pagina12.com.ar

Aranceles: el costo real  

 En siete días, la actual administración erosionó su credibilidad: cambió tarifas, excluyó tecnología china y archivó deportaciones


La realidad obligó al presidente Donald Trump a retroceder en su delirio de reconfigurar la economía mundial a fuerza de aranceles. El 9 de abril, tras un abrupto colapso en los mercados bursátiles, la administración estadounidense anunció una moratoria de 90 días en sus medidas proteccionistas contra casi 200 países y a dejar solo un arancel de 10 por ciento para todos sus socios, excepto China.

El repliegue no terminó allí. Bajo presión del sector tecnológico, la Casa Blanca se vio forzada a excluir de los gravámenes una amplia gama de productos: desde teléfonos inteligentes y computadoras hasta componentes electrónicos avanzados, como semiconductores, chips de memoria y pantallas planas. Aunque se cuidó de mencionarlo, esto implicó levantar una gran cantidad de los aranceles absurdos contra China, lugar de origen de muchos de los productos electrónicos exentos.

En el otro frente de su guerra contra el mundo, reconoció que dejará que se queden por un tiempo todos los migrantes indocumentados que trabajan en la agricultura, lo que en los hechos cancela su amenaza de emprender la deportación más grande.

Semiconductores y mano de obra migrante: dos pilares de la economía que el trumpismo intenta sacrificar. / actualidad.rt.com

En apenas una semana, el magnate destruyó sistemáticamente la credibilidad de sus amenazas. ¿Quién se apresurará a negociar con él, si basta con esperar unos días –o unas horas– para verlo retractarse? Más grave aún: debió reconocer de manera implícita las dificultades de su presunto proyecto de forzar a las grandes compañías a mudar sus fábricas a territorio estadounidense.

Para trasladar a territorio norteamericano el sistema desarrollado por China, Trump tendría que facilitar la formación de millones de científicos, ingenieros y técnicos, objetivo imposible en un país donde la educación opera como una mercancía más y no como recurso estratégico. La misma idea de llevar adelante un programa masivo de creación de capital humano choca de manera directa con dos de las políticas explícitas del trumpismo: desmantelar el Departamento de Educación a fin de desfinanciar las escuelas y expulsar a quienes durante un siglo fueron la mayor fuente de talento del país: los migrantes.

Según los expertos, la extrema complejidad de las cadenas globales de valor hace imposible que cualquier nación, por poderosa que sea, domine íntegramente la producción de dispositivos electrónicos complejos. Esta realidad se extiende a sectores como el textil, el calzado o los electrodomésticos: trasladar su fabricación a economías avanzadas elevaría los costos exponencialmente, tornando inaccesibles bienes que hoy son de consumo masivo.

Para repatriar empleos manufactureros bien remunerados, Trump enfrenta una disyuntiva ineludible: deberá implementar un giro radical en su política económica, priorizando inversiones sustanciales en educación técnica, investigación y desarrollo, y formación de capital humano. Sin políticas de este tipo, las bravatas del magnate son demagogia que seguirá topándose con la realidad, debilitando el poder del que tanto disfruta abusar y reduciendo su margen de maniobra frente a rivales.

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