Biblioteca en el apacible fondo de una mina

Aledaño a una modesta vivienda, sin uso durante algún tiempo, un pequeño local familiar pasa a convertirse en punto convergente de la comunidad para quienes necesitan o aman la lectura

Fotos. / Pastor Batista Valdés


Imposible no retornar a las Minas de Jarahueca, en dirección a Yaguajay, provincia de Sancti Spíritus. Esta comunidad no es solo gas natural, que brota de la tierra y cuece alimentos. Es también oxígeno humano en personas como Rita María Peña Cabrera.

De ello me convencí durante uno de esos días en que el atardecer pisa talones bajo un ulular de palomas, aparentemente lejanas en el espacio y en el tiempo.

“Qué va, ustedes no pueden irse sin ver nuestra salita de lectura”, nos había dicho minutos antes la modesta mujer, de manera que, luego de torcer a la izquierda del portal penetramos en el pequeño y modesto local, aledaño a la vivienda.

Aunque ya la oscuridad amenazaba con imponer su voluntad, ¡se hizo la luz sin activar el interruptor eléctrico!

Aledaño a una modesta vivienda, sin uso durante algún tiempo, un pequeño local familiar pasa a convertirse en punto convergente de la comunidad para quienes necesitan o aman la lectura

Frente a nosotros, impecablemente ordenados, cientos de resplandecientes libros parecían extender los brazos, en busca de otros brazos y de “pupilas leyentes”.

“Hace 20 años aquí solo había círculos sociales y escuelas primarias –explica Rita–; entonces la directora de Cultura me animó para que buscara un local adecuado, con el propósito de abrir una salita de lectura.

“En nuestro propio hogar teníamos esta casita anexa, sin uso ya. Mi esposo me sugirió aprovecharla. El techo no estaba en buen estado; tuvimos que arreglar paredes, buscar estantes… Personas como Roberto Clemente nos ayudaron mucho y finalmente logramos el sueño. Es una extensión de la biblioteca pública de Cabaiguán”.

Según explica Rita, importante ha sido el aporte de promotores culturales de la comunidad, la delegada del Poder Popular, los miembros de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, e incluso la Refinería Sergio Soto.

La salita conserva imágenes de sus actividades con niños de la comunidad.

Hasta hace poco habitantes de las Minas de Jarahueca y visitantes tenían a su disposición allí más de 1 100 libros, cifra que ha continuado incrementándose con otras donaciones.

En ese espacio el lector encuentra literatura para todas las edades, desde las Obras Completas de José Martí, hasta libros de cuentos, de historia y de otras materias o asignaturas.

Pueden llegar al local estudiantes de primaria, enseñanza media, media superior y universitaria, del mismo modo que ha acogido a profesionales de diversas disciplinas.

La pequeña biblioteca también mantiene nexos con el programa Educa a tu hijo, mediante interacción con jóvenes madres que años atrás se sentaron en estas mismas sillas cuando eran estudiantes.

“Es algo muy hermoso –afirma Rita– porque les enseñamos a esos niños cómo comportarse, la manera correcta de sentarse a la mesa, promovemos otras actividades con ellos, preparamos meriendas con el concurso de todos…”.

Modesta, pero siempre al alcance de todos.

Por esas, y por muchas razones más, hoy, 7 de junio, día dedicado al bibliotecario, la comunidad muy bien pudiera colarse en la vivienda de Rita y abrazarla.

Gracias a ella, todos han podido contar con una biblioteca o sala de lectura, al alcance de quien necesite un libro, ya sea para hacer una tarea escolar, investigar, buscar información, aumentar la cultura o simplemente ocupar de manera sana el tiempo libre, sin tener que depender del uso de nuevas tecnologías, mucho más en estos tiempos de tanta inestabilidad con la energía eléctrica.

“Este es mi refugio –me dice finalmente Rita–, es mi paraíso; yo siento que ya no puedo estar sin esta salita. De verdad que no me imagino sin ella”.

“Yo siento que ya no puedo estar sin esta salita”.

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