Billetes víctimas de la discriminación

Se ha generalizado la tendencia a rechazar los billetes de baja denominación en las pequeñas y medianas empresas, sin tener en cuenta que son los que circulan en el país y que, en el caso de La Habana, son los que entrega frecuentemente el Banco Metropolitano


Los tiempos de crisis económicas son etapas muy difíciles, complejas. Muchos comportamientos explícitos así lo demuestran. Proliferan personas con ciertas conductas anárquicas, se resquebraja la disciplina, se exacerba el egoísmo y abundan quienes piensan que pueden andar por encima de la ley y el orden. Lo propician elementos como el no enfrentar, desde el punto de vista legal e institucional, ni con la celeridad requerida, determinadas manifestaciones que violan lo establecido.

Para adquirir los productos que precisamos cualquier denominación es válida. / Irene Izquierdo

Por ejemplo, esos precios excesivos que no responden a política alguna y exprimen, sobre todo y cada día más, los bolsillos de millones de las personas que viven de un salario o de una pensión. Precios que parecen no tener coto. Sin embargo, les quiero comentar un asunto que se vincula y va un poco más allá: la negativa a recibir billetes de denominaciones de 20 pesos o inferiores por los propietarios de diversos emprendimientos o negocios de cuentapropistas.

Ya no importa que usted haga un supremo esfuerzo por disponer del dinero si cuando llega, al lugar de venta, se va a encontrar o bien con un cartel de advertencia o con una negativa tan fuerte como un muro de concreto. Ese “NO” que lo lleva a usted a devolver la mercancía, no tiene matices, ni entiende que las de 20, 10 y 5 pesos son las denominaciones que, en mayor cuantía, tiene el Banco Metropolitano hoy.

Por esa triste experiencia pasó Norma Redonovich, una de mis vecinas. Tiene una pensión -como jubilada- de 1 600 pesos y que decidió reunir durante tres meses, con el propósito de prepararle un almuercito especial a la hija el día de su cumpleaños. Se dirigió al Banco de la zona 6 de Alamar, donde los billetes eran de 20 y 10 pesos. Había de 5, pero esos van quedando para los que vienen detrás. Extrajo 3 000 de las dos primeras denominaciones y pensó que sus planes se concretarían.

Se dirigió a la mipyme de El Moro, una de las afamadas de Alamar, por sus precios un poco más bajos. En medio de su euforia no se dio cuenta del cartel con el desagradable mensaje de no admitir más de 300 pesos en billetes de 20 y de 10. Solo la lata de leche -para el postre previsto- costaba 430 pesos, sin contar el pollo. Pudo comprar, porque, al ver su cara de disgusto, varias personas de la cola se pusieron de acuerdo y le cambiaron por billetes de 50 y 100 pesos. Enseguida comenzaron los comentarios acerca de distintas experiencias en trámites similares.

Algunos aseguraban que es una tendencia cada vez con mayor fuerza. “En algunos lugares solo aceptan de 100 para arriba”, comentó uno. ¿Y para qué sirve la bancarización?, preguntó otro. Con esa interrogante se inició un fuerte debate, en el cual  se cuestionó la efectividad de ese mecanismo que tiene el principio básico de facilitar opciones a los usuarios acerca del mecanismo de pago a emplear, sin olvidar que proporciona beneficios a ellos, a las entidades y el país, pues promueve la realización de “todos los pagos de servicios, productos y demás operaciones comerciales y financieras, mediante el uso de instrumentos de pago y canales electrónicos preferiblemente, en lugar de utilizar dinero en efectivo”.

Entre las personas sumadas al amplio diálogo, algunas afirmaban que el argumento de los dueños de esos negocios, para semejante actitud, es el de que cuando ellos van a comprar mercancías los vendedores no les aceptan billetes “pequeños”. ¿Será que la acumulación de capital es tan grande y estos billetes no tienen valor y optan por discriminarlos?

La manipulación de dinero en efectivo puede ser un arma para evadir el fisco, especialmente en una economía a la cual le quedan muchos mecanismos por perfeccionar, como los inspectores, la honestidad de los comerciantes a la hora de declarar los tributos y un más eficiente control de los impuestos.

Cuando los pesos se transfieren de mano en mano son más peligrosos que cuando circulan por los canales digitales. Al final, por esa vía la diferencia entre billetes grandes y chicos es solo su denominación, porque en esencia, todo es dinero. 

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