El ejército español perdió en Peralejo cerca de 400 hombres entre muertos y heridos, incluyendo al general Santocildes.
El ejército español perdió en Peralejo cerca de 400 hombres entre muertos y heridos, incluyendo al general Santocildes.

Combate de Peralejo, una importante victoria mambisa

Mostró al mundo la capacidad combativa del Ejército Libertador y las innegables cualidades de Antonio Maceo como jefe militar


La presencia de Máximo Gómez en el Camagüey desde junio de 1895 y las andanzas de Antonio Maceo en el Oriente cubano, sumando cada vez más combatientes al Ejército Libertador, nada bueno presagiaba para la corona española. Por ello, el capitán general Arsenio Martínez Campos ideó un plan de contención de la guerra en el este del país y aniquilar después a las fuerzas insurrectas. Planeó la salida periódica de convoyes fuertemente custodiados con el fin de tener bien abastecidas a las tropas peninsulares acantonadas en las urbes y plazas fortificadas más importantes de la región.  

Estas misiones de suministros alcanzaron tanta relevancia en la estrategia de don Arsenio que él mismo dirigió personalmente muchas de ellas, siempre contando con la eficaz colaboración del capaz y valiente general de brigada Fidel Alonso Santocildes. Ambos jefes trabajaron, en conjunto a inicios de julio, en la organización de dos caravanas de municiones y pertrechos con destino a Bayamo que partirían de Manzanillo y Cauto Embarcadero. Con el objetivo de desinformar a los insurgentes, los integristas hicieron circular el rumor de que la concentración de efectivos en Veguitas tenía la encomienda de atacar a las prefecturas mambisas de producción creadas por Joaquín Estrada en Buey Gallego.

Maceo no se creyó el cuento. Por informaciones de agentes del independentismo supo del destino de las caravanas y que iban al mando del mismísimo capitán general: decidió atacarlas. Para ello contaba con unos 800 hombres armados, cerca de 600 procedían de los regimientos de infantería Moncada, Baire, Jiguaní y Cambute; los restantes 200 eran de escuadrones pertenecientes a los regimientos de caballería Céspedes y Luz de Yara.

Maceo, quien no quedó satisfecho con el resultado del combate solía decir: “Si yo hubiera tenido a mi lado a mi hermano José, hubiéramos capturado a Martinete”.

Experimentados jefes comandaban esas unidades: Jesús Rabí, Quintín Bandera, Joaquín Estrada y los hermanos Saturnino y Mariano Lora, por solo citar algunos. La impedimenta, unos 1 000 hombres desarmados, fue enviada a los montes de Caoba, protegida por el general Alfonso Goulet y 40 jinetes.

Entretanto, las columnas de Martínez Campos y Santocildes se reunieron el 12 de julio de 1895 en Veguitas. Eran en total unos 1 500 efectivos, casi todos de infantería. El Pacificador –nombre que recibió en España, sobre todo después del Zanjón– partió a las 4 de la madrugada con dirección a Barrancas; media hora más tarde, Santocildes y sus más de 1 000 hombres enrumbaron a Bueycito. En aquella época, la calzada de Veguitas a Bayamo se bifurcaba a partir de Barrancas: una senda, hacia el norte, tomaba la ruta del Camino Real; la otra, al sur, seguía por el Camino de Solís y después de pasar por la hacienda Peralejo, a unos 10 km al suroeste de Bayamo, volvía a fusionarse con la primera.

El Titán emboscó su infantería en un sitio conocido como El Santísimo donde dominaba la bifurcación. Pero los españoles supieron de la presencia y posicionamiento de los cubanos y no separaron sus fuerzas. Siguieron unidas hasta llegar al río Buey, siguieron por el Camino de Solís y en Magueyes, Santocildes avanzó a campo traviesa, evadió la emboscada que le había tendido Jesús Rabí e irrumpió en los montes de Caoba donde estaba la impedimenta cubana. Don Arsenio, mientras tanto, siguió por el Camino de Solís.

El general Antonio, ante el curso de los acontecimientos, cambió su plan. Ordenó a su infantería a flanquear a los españoles y ubicarse entre ellos y los montes de Caoba. Con su caballería trató de detener el avance enemigo con una impetuosa carga al machete. Ante esto, los ibéricos formaron el cuadro de defensa. Los jinetes mambises giraron a la izquierda y se colocaron de forma tal que los peninsulares quedaron entre dos fuegos: el de la infantería y el de la caballería insurrectas por el frente y por el flanco izquierdo.

Alfonso Goulet cayó heroicamente en combate defendiendo a la impedimenta desarmada.

La situación se puso muy difícil para los hispanos. De cada árbol, piedra o desnivel del terreno partía el fuego ininterrumpido de la fusilería insurgente. Santocildes y sus efectivos tuvieron que abandonar su posición en los montes de Caoba y venir al rescate de su jefe. Y a las fuerzas insurrectas comenzaba a escasearle el parque.

En ese momento el Héroe de Baraguá recibió un refuerzo inesperado: el destacamento del teniente coronel Alonso Rivero y buena parte de la caballería del regimiento Güa, comandado por el coronel Hernández Ríos, ambos procedentes de la División Manzanillo. Machete en mano, Rivero saludó al Tirán: “General, ¿por dónde cargo?”.

Los españoles, quienes solo podían avanzar lentamente, quedaron atrapados en un callejón entre dos cercas de púas, vulnerables ante las descargas de la infantería y caballería. Martínez Campos apeló entonces a un movimiento desesperado: ordenó a su infantería dirigirse al río Mabay. Entonces, cuando los cubanos intentaron ocupar antes el vado, el Pacificador ordenó retroceder a su tropa, arremeter contra las cercas y retirarse hacia Bayamo. En el campo de batalla dejaron abandonadas sus bajas, gran cantidad de armas, pertrechos de todo tipo y bestias de carga.

Según historiadores españoles, el ejército peninsular perdió cerca de 400 hombres, aunque en el parte oficial solo reconocieron 28 muertos –incluyendo al general Santocildes, el oficial de más alta graduación caído en las tres guerras cubanas de independencia– y 128 heridos. En esa lista se omitieron los 28 prisioneros cuyas lesiones curaron los médicos mambises. Los insurgentes lamentaron 118 muertos y heridos, entre ellos, los decesos del general Goulet y el comandante Moncada.  

Maceo no quedó satisfecho con el resultado del combate (“Si yo hubiera tenido a mi lado a mi hermano José, hubiéramos capturado a Martinete, se refería a Martínez Campos”), solía decir tiempo más tarde); sin embargo, Peralejo fue una de las victorias más importantes de las armas cubanas, no solo durante  la Campaña de Oriente sino en toda la guerra. Aparte de elevar indiscutiblemente la moral de la tropa insurrecta, mostró al mundo, tanto a los simpatizantes de la causa cubana como a los enemigos de ella, la capacidad combativa del Ejército Libertador y las innegables cualidades de Antonio Maceo como jefe militar.  


*Periodista y profesor universitario. Premio Nacional de Periodismo Histórico por la obra de la vida 2021.


Fuentes consultadas

Los libros Mayor General Máximo Gómez, sus campañas militares, de un colectivo de autores; Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida, de José Luciano Franco, y Manuel Piedra Martel, y Mis primeros 30 años. El Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba.

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