Una agrupación centenaria se esfuerza por renovarse y, al decir de su director, enamorar a los jóvenes

En el parque Serafín Sánchez un hombre ha dejado de percibir el movimiento de los transeúntes y vehículos; la vista y el oído se concentran en los músicos que tiene ante sí y en el sonido proveniente de los instrumentos. Sus brazos suben, descienden, elegantes, ligeros, mostrándole el camino a los acordes. Pero lo más interesante es su rostro, diferente según cada pieza: ora sonriente, ora con acentuado deleite, como si recibiera un efluvio exquisito.
Solo cuando concluye el concierto, Alfredo Castro Díaz recobra la plena consciencia en relación con su entorno, ríe y se inclina ante el público.
Iniciado el diálogo, disfruto de su hablar pausado, con muy buena dicción. Nació el 25 de octubre de 1943, en la propia ciudad de Sancti Spíritus. Cuenta que además de graduarse de nivel medio superior, el maestro Armando Romeu González le enseñó armonía, dirección de orquesta y orquestación. “Tengo el privilegio y el honor de haber sido alumno de un miembro de familia tan distinguida. Yo le llamo la dinastía de los Romeu”, recalca.
A la Banda Provincial de Conciertos espirituana ingresó como clarinetista y saxofonista. Decenios más tarde se convirtió en su director. Sobre la agrupación a la cual ha dedicado cinco décadas de su vida refiere: “Surgió el 10 de octubre de 1904. Por lo tanto, todavía estamos cumpliendo 120 años. Precisamente el concierto inicial se hizo donde hoy acabamos de tocar (entonces era la Plaza de Armas). De acuerdo con los datos que tengo, en estos momentos se encuentra entre las cuatro o cinco más antiguas de Cuba. Incluso antes de esa fecha oficial, ya había una banda compuesta por voluntarios del cuerpo de bomberos”.
–¿Qué instrumentos utilizan?
–Los de viento-madera, por ejemplo, flautas, oboes, clarinetes, saxofones, fagot; metales, como las trompetas, trompa, trombones, bombardino, tubas; y percusión: batería, bombo, platillo, caja, algunas incluyen el xilófono. En los últimos tiempos se ha incrementado en este tipo de conjuntos la presencia de cuerdas, o sea, contrabajos y hasta la guitarra-bajo.
–¿Cuál es el repertorio?
–Lo componen piezas universales (suites, oberturas) y temas clásicos de la cancionística nacional, entre ellos obras de Eduardo Sánchez de Fuentes, Adolfo Guzmán. Defendemos a ultranza lo cubano. Ofrecemos, además, música popular, bien orquestada, llevada a nuestro formato: danzones, mambo, chachachá, boleros; y géneros latinoamericanos: zamba, cueca….

–Veo algunos intérpretes jóvenes.
–Nada es eterno. Todas las cosas necesitan renovarse. Uno ha llegado a la edad, no de decir adiós definitivamente, pero sí de darle paso a la juventud. Estos muchachos vienen con muy buena formación, son egresados de nivel medio y cumplen su servicio social aquí. De las escuelas de arte se sale sobre todo con las herramientas teóricas, la banda es el taller donde se forjan los artistas. Por la complejidad y la diversidad del repertorio, la disciplina, el rigor, la destreza y los conocimientos que deben desarrollar.
“Otros jóvenes se me han acercado para solicitarme una plaza. Lamentablemente, hay obstáculos que me impiden captarlos, aunque tengan talento. Se requiere que sean graduados. Y debo enviar una fundamentación al Instituto Cubano de la Música, para que en La Habana los aprueben”.
–¿Dónde suelen presentarse?
–Ofrecemos una retreta los domingos, en los portales de la Casa de Cultura, frente al parque. El tercer sábado de cada mes tenemos una peña, muy aplaudida, en la sede provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), que es mi familia también, pues los afiliados llevan tiempo confiándome la presidencia de la sección de música. Ahí nos sentimos como en nuestra casa. Asimismo, actuamos para el Club del Danzón; y tocamos en honras fúnebres, actos solemnes y militares.

–¿Quiénes asisten a las retretas dominicales?
–Es un auditorio muy bonito, heterogéneo, no solo el de edad madura. Los mayores llevan a sus hijos y nietos. Y hemos logrado que acudan estudiantes de la escuela de música. Contamos con un público que nos sigue y agradece. Cuando por determinadas razones no podemos tocar, van a mi casa a preguntar qué pasó. Eso nos motiva, nos compromete.
“Pensando en esa concurrencia de jóvenes que queremos atraer, y ya lo estamos consiguiendo, hemos llevado temas clásicos y de películas a ritmos digeribles por ellos. Sin perder la esencia, la seriedad y el sello de una banda ni desvirtuar lo que quiso transmitirnos el compositor. A las actividades recreativas sumamos una labor didáctica, en centros estudiantiles, universidades, fábricas, enseñamos de quién es la obra, cómo se hizo, en qué circunstancias. No es llegar y tocar por tocar, aprovechamos los espacios, para difundir cultura en su más amplia expresión”.
–Ustedes actúan en lugares abiertos, con personas pasando, ¿cómo pueden concentrarse?
–Resulta difícil, ¿verdad? Eso es parte del adiestramiento y la vocación de los intérpretes. En primer lugar, quien permanece en una banda de conciertos es porque la ama; hay ofertas más tentadoras en los momentos actuales. Nuestra agrupación cuenta hoy con unos 22 integrantes, no está completa, ha sufrido el éxodo, lo mismo que otras similares; pero ha mantenido un núcleo que ha sido su garantía de continuidad. Al actuar, los músicos se sienten a gusto, se concentran en sus partichelas y les es ajeno el mundo exterior. Ese resultado lo alcanzamos con mucha paciencia, en los ensayos (los hacemos los martes y jueves). Y hablamos mucho al respecto. Al director no solo le corresponde mover la batuta, también educar, en todos los sentidos.