Las acciones del nuevo presidente estadounidense, desde guerras comerciales hasta amenazas a vecinos, generan incertidumbre y exigen una respuesta unida de la comunidad internacional
La imprevisibilidad de la agenda de Donald Trump es como un campo minado: nunca se sabe cuándo explotará la próxima crisis, ya sea por su negacionismo climático, sus guerras arancelarias o sus disputas internacionales, como la reciente con Dinamarca sobre Groenlandia.

Últimamente, el foco se centró en su intento de iniciar una guerra económica a gran escala con sus vecinos, a pesar de la vigencia del acuerdo entre México, Estados Unidos y Canadá, que él mismo impulsó para sustituir al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan), al que calificó como “el peor jamás hecho”.
Como señaló Julián Bilmes, “Trump logró su objetivo estratégico de reformar el Tlcan e incluso de cambiarle el nombre, en una hábil maniobra de marketing político”.
Vínculos asimétricos son parte de una añeja práctica imperial, elaborada bajo el fuerte impacto de la abundante y exasperante hipocresía británica, un viejo artilugio de la diplomacia imperialista inglesa para conservar su hegemonía y ofrecer relaciones comerciales a las excolonias con un leve favoritismo y mantenerlas bajo su control.
Al retrasar durante un mes la aplicación de los aranceles a México y a Canadá, previstos para este febrero, Trump supo jugar con las tensiones y luego relajar las posturas, con el fin de negociar desde una posición de superioridad. Mostró su fuerza, pero finalmente optó por el diálogo, demostrando que sabe maniobrar con astucia.

Estamos ante un nuevo momento de la historia, uno que demanda unidad. En Canadá, a pesar de la debilidad del gobierno de Trudeau ante las próximas elecciones, la oposición optó por un frente común con el gobierno liberal. En México, la oposición, cada vez más pequeña, se sumó al discurso de Trump, fieles a sus principios de entreguismo.
Desde la imposición de aranceles, pasando por la presión ejercida sobre el presidente panameño hasta el uso de cárceles como centros de detención de migrantes, todas las acciones apuntan en la misma dirección: reforzar la narrativa de un presidente dispuesto a alcanzar sus objetivos por cualquier medio.
En el caso de Cuba, el multimillonario cortó el flujo de remesas, forzando a la Western Union a suspender indefinidamente sus servicios en Cuba. Esta acción, calculada y cínica, instrumentaliza el sufrimiento de miles de familias sin explicación alguna. En su primer mandato Trump ya endureció las sanciones y ahora podrían golpear más la economía del territorio caribeño.
En su mente, retornar a la política de la zanahoria y el garrote. No son bravuconadas; son decisiones políticas. Marco Rubio, responsable de la política exterior, no es un criminal con clase. Nunca antes la política exterior de Washington hacia América Latina estuvo marcada por tanto desprecio.
Un comentario
La «Comunidad Internacional» a la cual la articulista alude, está dividida. Por un lado está la visión de la izquierda, liderada por Rusia. China y aliados menores. Por la visión de la derecha están los EEUU, y sus aliados: toda la UE, Israel, India, Japón y otros menores. Hasta ahora ningún país del mundo, ha protestado, sólo Colombia emitió un comunicado relativo a las deportaciones que a las horas después lo retiró. Se sabe que Trump habló con Putin y acordaron que Ucrania será anexada a Rusia y Gaza será territorio de los EEUU. Nada que objetar. En Medio Oriente llegará la Paz.