Valoraciones sobre procesos identitarios y de la conciencia nacional a los que todos aportamos cada día en nuestra nación libre y solidaria
Fotos. / LEYVA BENÍTEZ
¿Cómo contaré mi historia? Al hacerme esta interrogante; surge otra escuchada en ocasiones: ¿exista “una” cultura cubana? Mi riqueza y diversidad es inmensa. Alguien canta bajito a Ernesto Lecuona y después disfruta el gozo de escuchar a Silvio Rodríguez. Unos, otros cuentan sobre los filmes de Tomás Gutiérrez Alea, Titón. Sienten múltiples emociones ante Lam y Sosabravo. Generaciones reclaman: Hay que hacer memoria. Conocernos, reconocernos en profundidad. Pensemos, por definición nuestro ajiaco incluye múltiples ingredientes. Al sentir y expresar la cubanía o la cubanidad estamos en el terreno de la identidad nacional; no la integran esencias inmutables, pues es una categoría histórica. Somos un mosaico de identidades diversas entre sí enlazadas por tradiciones y experiencias comunes. La conciencia nacional se forja mediante un proceso; este comienza en la escuela donde aprendemos sobre los símbolos patrios. Ese acontecer va nutriéndose en la sociedad.
Sorprenden; cautivan músicas, visualidades, poemas, voces ancestrales, raíces cambiantes. Yo, como cultura cubana, reconozco que nuestra identidad está marcada por un vasto proceso de transculturación cuyo concepto debemos a don Fernando Ortiz (1881-1969). Fue nombrado desde la primera mitad del siglo XX el tercer descubridor de Cuba. Aportó la observación, el registro y la revelación sistemáticos del componente africano a nuestra identidad. El sabio sacó a la luz las culturas negras traídas de manera dolorosa y en tránsitos violentos al Nuevo Mundo desde el establecimiento de la terrible esclavitud. El ser nosotros de particularidades sentimiento motiva remitirnos al color cubano avizorado por nuestro Poeta Nacional Nicolás Guillén desde 1931.
Al paso del tiempo seguimos huellas imperecederas que dan fe de lo acontecido en Cuba donde el pueblo y sus protagonistas cultivan la ética plena de compromisos durante el decurso de la vida, la más alta tarea del hombre.
Así somos, cómplices, definitivamente
Mi relato como cultura cubana es amplio e indagador. Una auténtica celebridad en el ámbito internacional, nuestra Omara Portuondo nos ha confesado: “Cuba es mí paraíso”. Descuella entre las figuras más representativas de la música popular. Innumerables son las canciones que parecen haberse escrito solo para ella. Quizás, ambas nacieron ataviadas de un duende especial; tienen el don de emocionarnos, la capacidad de expresar ideas. Espontánea, vital. Los atributos conferidos a su personalidad son elocuentes: “la novia del filin”, “la diva de Buena Vista Social Club”. Disfruta desbordar cubanía en cualquier escenario donde prevalece su proverbial simpatía a públicos sin distinciones generacionales o de fronteras idiomáticas.
Al parecer, no existe nada más codiciado para las mayorías que el secreto de los temas. ¿Cuál es el de esta mujer intensa, artista raigal, nacida en La Habana en 1930? Tiene un mérito poco reconocido con frecuencia. Ha sabido ahondar en una historia traída al presente de forma coherente: la autenticidad de la música cubana en toda su dimensión. Lozana y atrevida, durante su existencia demuestra el valor de interpretar géneros diferentes. Gracia criolla, sentido del ritmo y ductilidad expresiva patentizan el engarce de un arpegio de perfección.

En el universo de las músicas, sí, en plural, el maestro Chucho Valdés, pianista excepcional y compositor ilumina por su espíritu fundacional. Al crear en 1973 el grupo Irakere dio inicio a una nueva etapa en la historia del jazz cubano y el latin jazz en general. El verdadero legado de su talento creador se ha manifestado tanto en el referido como en la música bailable. Único e irrepetible, siempre indaga en los clásicos, estudia, investiga, trae a la contemporaneidad elementos raigales de la espiritualidad afrocubana.
Hay que verlo. Hay que escucharlo. Así es, cubanísimo.
Proverbios y sabidurías de larga permanencia
La narrativa de mi contar no se fragmenta. Solo realizo un periplo apreciando nutrientes diversos. Emergen ritos, mitos, leyendas conservadas en su condición de fortuna mayor. Todo fortalece el acervo cultural.
Hay que hacer tantos elogios oportunos. Ahora, al observar esta foto de elocuencia total, volvemos al gesto cómplice de Nancy Morejón y Rogelio Martínez Furé, desaparecido físicamente, presente sin olvidos.
Poeta y ensayista multipremiada, ella se preguntó ante el maestro: ¿Juglar o griot? Y explicó: “En el caudal de proverbios que la tradición oral afroamericana atesora, siempre preferiré aquellos en donde se expresa el don de preservar una sabiduría. Por ejemplo, el que reza: Cuando muere un anciano es como si se hubiera quemado una biblioteca. O aquel otro que a través de los restos de la lengua yoruba de Cuba hemos conservado y que dice: Duru dié, lo cual quiere decir: Un día detrás de otro. Son ejemplos radiantes de una psicología, un saber y una conducta que perduraron no solo por su fuerza de redención sino por su probado espíritu de resistencia. Una resistencia que es, sin duda, patrimonio de carácter nacional”.


indagador.
Martínez Furé, promotor, traductor, ensayista y pedagogo es un referente indispensable. Y también la indispensable Nancy Morejón. Con su poética alerta, enseñanza. Defiende un principio fundamental: solo quien indaga y explora sobre su ser con transparente vocación obtiene el premio de una identidad en desarrollo constante.
Otras vertientes acerca Manuel López Oliva, pintor y crítico de arte. Su perspectiva antropológica ancestral bebe de fuentes permanentes. El bucea en lo interior y en lo exterior. Por eso destaca la evolución del pensamiento, lo avanzado de la cultura y las disímiles ciencias en etapas formativas y de superación.


Ese ciclo no es exclusivo en su proceder. El primer actor Osvaldo Doimeadiós y la primera actriz Eslinda Núñez lo han asumido en el cine, el teatro, y la televisión desde enfoques particulares. Diálogos constantes favorecen sus estilos particulares y las maneras de ser “otro” y “otra”. Construyen lenguajes a sus modos de ver el amor, la existencia, el arte actoral, desafiante en todas las épocas.
Hacer memoria en presente y futuro
¿Quién lo duda? El mundo simbólico de varias generaciones recibe el sólido fundamento de las relaciones sociales construidas por la Revolución Cubana, que defiende la cultura como derecho y oportunidades individuales y colectivas.
La inclusión de todos es la clave de las Palabras a los intelectuales, pronunciadas por Fidel ante intelectuales y artistas al concluir los encuentros sostenidos los días 16, 23 y 30 de junio de 1961 en el teatro de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. El célebre documento posibilitó el esclarecimiento político necesario para que la literatura, el arte y el espíritu revolucionario de los creadores lideraran en nuestra nación, fueran ejemplos en América Latina y el mundo.
La historia revela paradigmas y transformaciones. Esta manera de contar me facilita ver, interpretar, reconocer lo vivido. Y en el andar resignifico cómo el discurso del querido Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz establece un hito fundacional en el establecimiento de jerarquías en la defensa de lo autóctono y de la satisfacción de necesidades materiales y espirituales.
Si la cultura salva –enfatizo– es porque ofrece una proyección de universalidad que contradice todo nacionalismo aldeano y chato. Incluso, más tarde, en momento cruciales del llamado Período Especial, en la década de los 90, dijo: “La cultura es lo primero que hay que salvar. Y es que sin ella no hay libertad posible”.
En estas y otras líneas de pensamiento insisto al relatar vivencias y expectativas. El mundo vive horas de muchos riesgos e incertidumbres donde los poderosos pasan por encima de las leyes internacionales, lanzan guerras al amparo de las noticias falsas y destruyen civilizaciones milenarias en nombre de la intervención humanitaria.
Lo sabemos, en el siglo XXI, hoy, aquí, ahora en visión hacia el mañana se precisa seguir consolidando una política cultural inclusiva, formadora, de amplia repercusión por todos y para el bien de todos.
Soy la cultura cubana, una fortuna irredenta para todos los tiempos.


















