Foto. / avesdechile.cl
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Dadores de paz

Despedazada rápidamente. Engullida. Experiencia impactante la mía de ver como un ave se merendaba una lagartija. El pico corvo desgarraba sin misericordia pedazos de su presa, y por un proceso a veces inexplicable de asociación pensé en la similitud que había entre esos “oponentes” y las contiendas bélicas. Una reflexión también surgió de inmediato: los animales atacan generalmente para alimentarse, mientras los seres humanos llegamos a “guerrear” por vanidad, por prepotencia, por codicia…

A los primeros no se les puede llamar la atención con un “¡No mates seres vivos!”. Nosotros, al contrario, podemos frenar ambiciones, a través de la cultura y de la educación de la conciencia, en el paradigma cierto sobre la igualdad, ya que las diferencias emanan a partir de los conceptos sobre la validez de “mi” poder, instaurados indebidamente en la psiquis.

Todavía desconozco cuáles resortes internos llevaron a las tribus fundacionales de la humanidad a vivir inconformes con lo dado por el entorno. De la insuficiencia de alimentos a la trashumancia y a la conquista de distintos pueblos. Me cuestiono: si nacieron piezas sublimes como los dibujos de Nazca o las pinturas rupestres de Altamira, en un ejercicio temprano de arte; ¿porque no crecieron, en similar medida, el pavor y la repulsa ante la crueldad social deliberada de derramar sangre ajena?

De tantas guerras, hemos aprendido que traen dolor, incluso las signadas por el afán de justicia y de soberanía. Un ave caza y come, nunca se cuestiona las consecuencias. El hombre sigue sin aprender y persiste en crear nuevas armas a sabiendas de que la violencia causará destrucción. Sé de lo que hablo. Viví dos contiendas: la de Vietnam –con 10 años– y la de Etiopía –en plena adolescencia–. Con armamento de “última” generación se intentó truncar la progresión normal de las edades.

Al pájaro nadie lo azuza para que persiga lagartijas; es su imperativo intrínseco; sucede en cambio que muchos países son adoctrinados por intereses “rapaces”, propiciando condiciones para el “florecimiento” de batallas, tal vez evitables si hubieran primado los principios de respeto y entendimiento que todos nos debemos. Las noticias internacionales tristemente lo corroboran.

Aquella cruda imagen del reino animal, aunque sabida, me estremeció. Me urgía un entrelazamiento emocional con esa naturaleza que nos acoge como otro huésped, que paradójicamente maltrata los dones de la Tierra, incluyendo a nuestros semejantes.

El punto de remanso fue la Quinta de los Molinos, aquí en La Habana. De forma deliberada evité compañía. Fantaseaba mi propio paraíso. Necesitaba respirar aire no contaminado, escuchar sonidos limpios. Fui proclive únicamente a los trinos y a los roces de las ramas del arbolado soberbio. En el mariposario construido en el parque, decidí comprobar cómo se completa el ciclo vital, no obstante ser una creación “antinatural”.

Y en efecto, el jardín cobija decenas de variadas flores con sus capullos, en donde pueden desplegarse a plenitud las crisálidas. En ese entorno en apariencia idílico tejen sus telas las arañas, que esperan ansiosas la caída de alguna despistada mariposa. Está en su biota. Un orden establecido, ajeno a las emociones y a las decisiones, esos blasones humanos.

Logré reconciliarme con aquella ave y “su” lagartija. Salí del parque convencidísima de la importancia de la paz. La naturaleza es dadora de vida y belleza; nosotros las creamos a conciencia.

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3 comentarios

  1. Preciosa prosa para ideas preciosas. La moraleja del ave y ‘su’ lagartija, de la araña y ‘su’ mariposa, en la reproducción natural de la vida diversa, y la oposición antinatural del hombre y ‘su’ guerra. Para reflexionar.

  2. Excelente trabajo, una reflexión desde el amor y una mirada pura del tema. Una pregunta abierta para que cada quien experimente sus respuestas…

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