En el Día de las Madres, BOHEMIA se acerca a las obras escultóricas dedicadas a este ser especial en Cuba, esencialmente al trabajo de Fernando Boada
Mayo es un mes lleno de simbolismo y belleza. Es el mes de las flores, los aromas y los sueños de amor, luz y vida. Es el momento en el que celebramos en nuestros hogares el Día de las Madres.
Se dice que serlo transforma la vida; es dar seguridad, refugio, amor y esperanza a tus hijos. Pero el significado de la palabra madre va más allá de solo criar: La madre es la figura fundamental en cada hogar, por su valor, entrega y amor incondicional.
En honor a esta fecha tan especial la sección Bohemia Vieja les propone la reedición del artículo “Homenaje a las Madres”, escrito por el periodista César Rodríguez Expósito. En este trabajo se destacan las estatuas, grupos escultóricos y monumentos en Cuba dedicados a quienes dan y otorgan vida, especialmente la obra del escultor Fernando Boada.
Homenaje a las Madres[1]
Víctor Muñoz creó con su feliz iniciativa del “Día de las Madres”, la más sencilla pero la más solemne de todas las exaltaciones. Esa flor blanca o roja que todos los hijos lucen un día al año, es el votivo homenaje que en todos los instantes y todos los días del año tiene que rendirse a una mujer no por ser bella ni hermosa, buena o casta, sino solamente por ser madre, por el renovado milagro de darle vida al hombre y haberlo amamantado en sus senos con los jugos de su propia sangre, por forjarlo y haber sabido sufrir en el más grande de todos los sufrimientos y llenando siempre de amor todos los pasos del hijo en la tierra.
Las madres no distinguen nunca a sus hijos, ni los clasifican, ni reconocen si son buenos o malos, inteligentes o mediocres, blancos o negros, grandes o chicos, saben solo que son sus hijos…
Y la feliz y grande iniciativa de ese artífice del periodismo que se llama Víctor Muñoz, creó entre nosotros el modo de expresión floral del homenaje a la madre, luciendo un clavel blanco o una rosa roja en nuestros pechos un día determinado del año. Pero logró mucho más, levantar al unísono los corazones a lo más alto, donde flotan las banderas y se dio a este sentimiento rango de fiesta nacional y de culto purísimo.
Consecuencia natural de este sentimiento colectivo es la plasmación de obras escultóricas para rendir un tributo espontáneo y sentido en mármol, la piedra y el bronce a las madres cubanas en parques y paseos.
Y así vemos como en Cuba a través del tiempo, desde que se hizo y la iniciativa de Víctor Muñoz, se colocan estatuas en los parques, donde con respeto absoluto y devoción sincera los hijos agradecidos ven en esa madre simbólica la fuerza eterna del amor maternal en el recuerdo venerado de la propia.
Y en esta conmemoración del “Día de las Madres”, hemos querido reproducir gráficamente algunas de las estatuas, grupos escultóricos y monumentos que han sido erigidos en Cuba en honor de las madres.
También es justo rendirle aplausos y gratitud al gran artista del cincel, que tan fielmente ha sabido plasmar en el mármol, la piedra y el bronce ese sentimiento maternal en sus distintas manifestaciones para rendirle homenaje en la grandiosidad del arte, pero también en la expresión de los sentimientos. Me refiero a la labor realizada por el escultor cubano Fernando Boada, que ha llevado a distintas poblaciones del territorio las bellezas de su arte en homenaje nacional a la madre.
Especialmente mueve nuestra admiración ese monumento suyo de una madre anciana y tutelar sobre la tumba que guarda los restos del gran periodista Víctor Muñoz en el Cementerio de Colón. De su augusta y sufrida serenidad trasciende la llama viva del amor de madre; en esa matrona toda sencillez, toda nobleza, todo estoicismo “tiene en su silencio la inefable voz de los que vivieron muriendo de amor”. Alegrías y dolores, más dolores que alegrías refleja ese monumento cuya expresión es todo un poema…
Y si nos remontamos a la región agramontina y vemos en Ciego de Ávila el monumento, que forjara también Boada, admiramos otra exteriorización artística, la de una madre joven que estrecha entre brazos a su hijo como fruto santo de sus amores; vemos en esa expresión que el artista logra hacer plástico el orgullo de esta mujer ante el portento de la maternidad.
Y si nos remontamos mucho más a Oriente –la tierra de Mariana Grajales, la matrona heroica que desgarrándose el alma en el más grande sacrificio maternal y ocultando sus lágrimas, les señala a sus hijos el camino del deber–, veremos allí, en el pueblo de Banes, otro homenaje escultórico en una composición magnífica donde se observa la madre con sus dos hijos, el estudiante forjando su personalidad de ciudadano del futuro y sostén de la que le dio el ser, con el hijo que aun sabe balbucear escasamente la dulce, la eterna palabra: mamá…
En la vetusta ciudad de Trinidad, la varias veces secular población villareña, hay otra obra del cincel de Boada. En este palpita un sentido del amor material incipiente, el deslumbramiento de la tierna madrecita que aprieta a su primer hijo contra su pecho con mezcla de pasión y sobresalto, de euforia y temor, como un anticipo de lo que será siempre el amor de madre.
En Sagua la Grande, el monumento erigido por el pueblo es la madre pletórica de salud y de belleza con el hijo que representa su esperanza, de tan ancha grandeza que caben en ella la patria y el mundo.
En la La Habana y en los pueblos del Cotorro y Aguacate, Fernando Boada logra también dos grandes concepciones de su arte, para plasmarlo en dos monumentos magníficos: uno, la madre contemplando al nieto que nace, embelesada y orgullosa ante ese débil cuerpecito que gime y ríe, y la otra, la madre y el nieto como concreción de la función suprema de la mujer: la maternidad.
Y qué homenaje más sentido podemos ofrecer en esta conmemoración del “Día de las Madres” que realizar este reportaje reuniendo todas las obras de un artista cubano como Fernando Boada, y ofrecerlas en conjunto al conocimiento público. Muchos son los pueblos de la República donde se venera y se honra a la madre con un monumento permanente en sus parques. Ojalá que ese ejemplo sea seguido por todos los pueblos de Cuba, porque honrar a la madre es rendir tributo de cariño, de gratitud y de admiración a la más grande de las concepciones humanas.
Y como homenaje a la madre repetiremos con el poeta.
“Dejad que el hijo que lo
santo siento,
comience haciendo, con respeto
santo,
la señal de la cruz sobre su frente”.
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Document-1[1] Publicado en BOHEMIA, edición 20; 20 de mayo de 1951, pp. 59-74.