Foto. / Archivo de BOHEMIA
Foto. / Archivo de BOHEMIA

El altar de la iglesia en la espalda

Este 21 de diciembre se cumplen 60 años de la muerte de un comandante del Ejército Rebelde, único de su tipo en la Sierra Maestra: el sacerdote católico Guillermo Sardiñas


Recordar a ese cura hoy es el motivo esencial de estas líneas. Les comparto lo me contara hace 30 años el doctor Julio Martínez Páez, cirujano ortopédico enviado a la zona rebelde durante la guerra de liberación por solicitud del propio Comandante en Jefe:

 “De mi carro particular ya en territorio de Santiago de Cuba, nos pasamos a un jeep y fuimos por un camino, bordeando el célebre río Yara. Pocos minutos más tarde, apareció un joven, tocayo mío, Julio Pérez, a incorporarse también. En 1959 bajó de la Sierra con grados de capitán.

El doctor en Ciencias Médicas, Julio Martínez Páez, cirujano ortopédico, primer médico que se alzó en la Sierra Maestra en cumplimiento de un pedido de Fidel, ascendido a comandante del Ejército Rebelde, nos aportó hace tres décadas los datos principales de este artículo. / Archivo de BOHEMIA

“Recuerdo que en los primeros días de julio, creo que el  5 ó el 6 de julio, llegamos a una bodeguita y se unió a nosotros igualmente un campesino muy bien vestido y limpio. Intrigaba. Quisimos saber quién era pero en aquel momento no pudimos.

“Era en realidad un sacerdote católico, el Padre Guillermo Isaías Sardiñas Menéndez, más conocido como el padre Sardiñas”.

  El célebre especialista nacido en Matanzas, pero graduado y residente en La Habana, continuó narrándonos:

“María Antonia Figueroa en su casa de Santiago de Cuba, situada en la calle Carnicería número 305, recibía con frecuencia a compañeros autorizados a subir a la Sierra.

“De noche ya, cerca de las 11:00, a finales de junio de 1957, ven detenerse un automóvil junto a su casa. Tocan a la puerta y al abrir, ella ve parado frente a la puerta al cura de nuestra historia. La maleta cargada por él pesa muchísimo. Porta además un grueso libro, al parecer la Biblia”.

Su encuentro con María Antonia Figueroa en Santiago

– ¿La doctora Figueroa? – Sí, soy yo.

– Doctora, a mí me envía Maga Montané.

Se saludan. Ella le dice:

– Ya te puedes quitar el disfraz; estás en puerto seguro.

– ¿Qué?, responde sorprendido al oír lo del “disfraz”, porque llevaba su sotana negra de cura párroco.

“A la mañana siguiente, sale de la casa temprano, transformado. Lleva puestos un pantalón de dril, una guayabera blanca muy almidonada y un sombrero de yarey. ¡Parece un guajiro endomingado!

 “Va para una casa ubicada en la entrada de Yara; de ahí lo llevan hacia el Zarzal, un pueblecito cercano al central Estrada Palma (hoy Bartolomé Masó, provincia de Granma) y de allí pasa al poblado holguinero de Providencia, donde se queda en una bodega propiedad de Rafael Castro.

“Allí hace una parada el jeep donde yo viajo. Vamos a la Sierra Maestra, aunque nadie ajeno lo sabe. Al continuar el camino, también va con nosotros el supuesto campesino. Nos saludamos sin mucha efusividad. Él casi no abre la boca. Me decido a preguntarle:

– ¿Usted también va con nosotros? Se hace el desentendido y no contesta. Entonces Julio Pérez, el joven evidentemente dicharachero, montado en el jeep, insiste:

– ¿Para dónde usted va? -Para allá “alante”- es su lacónica respuesta.

“Me quedo confundido en ese momento. Aunque es poco probable, pienso en una botella dada por el chofer. Cuando dejamos el jeep, un combatiente rebelde trae a pie dos caballos. Julio Pérez y yo cedemos los animales al rebelde y al guajiro de salir bien vestido y limpio.

“Así las cosas, no me puedo contener y le pregunto a las claras: -Dígame, señor: ¿usted va para la Sierra Maestra? – ¿Quién es usted? – es su respuesta a mi pregunta.

-Soy Julio Martínez Páez, me envía el Movimiento 26 de Julio. Vengo por ser cirujano ortopédico y usted, ¿quién es?, ¿cómo se llama? Viajamos juntos y siento curiosidad por conocerlo.

-Nadie importante: campesino de por aquí- respondió, otra vez lacónico.

“Imagino saber al llegar a la montaña su verdadera identidad”.

El recibimiento de Fidel en la Sierra

“Julio Pérez lo precisa, sonriente, con mil preguntas, pero las respuestas continúan siendo evasivas. Al arribar a Palma Mocha, Fidel y su tropa nos esperaban allí. El Comandante lo saluda y le dice: – ¡Usted es el Padre Guillermo Sardiñas!

 “El supuesto campesino discreto, responde afirmativamente, y yo me digo: Con el disfraz nadie lo conoció y, sin él, todos lo creyeron disfrazado”.

  Horas antes del cálido recibimiento, ocurrió lo que ha contado Julio Martínez Páez de una manera muy gráfica y hasta cómica, sobre el único sacerdote cubano que vistió una sotana verde olivo.

 Sigue su relato el doctor: “Se oye la voz de Fidel. Ordena apurar la marcha, porque desea arribar lo más pronto posible al sitio donde ha planeado el combate. La tropa debe descansar, dormir un poco y comer algo.

  “El jefe del Ejército Rebelde quiere llegar temprano a ese sitio escogido, pero el Padre Sardiñas se siente muy cansado. Salió con la vanguardia; sin embargo, ya se encontraba en la retaguardia de la columna Uno José Martí”.

Fidel le propone ser maestro de campesinos

“Le informaron con un guía a Fidel que el cura no puede más del agotamiento. El Comandante le sugiere en su mensaje la idea de quedarse en la casa de algún campesino e impartir clases a los niños y a sus familiares de la zona, y el sacerdote acepta la propuesta.

      “El padre Sardiñas queda en la casa de un campesino fidelista y también se dedicó a bautizos, bodas, despedidas de duelo a los fallecidos, visitas a los enfermos y a otros cuidados útiles, en lugares donde nunca llegaba un médico y mucho menos un sacerdote”.

   El cirujano pedido por Fidel contó igualmente algo curioso: la primera escuela del territorio libre de la Sierra Maestra la improvisó el padre Guillermo Sardiñas en un lugar conocido por Pueblo Nuevo, cerca del intrincado paraje de Santo Domingo.

  “Después estuvo en casa del campesino de apellido Benítez y allí solo duró un mes, porque el padre visitó en esos días a la hermana de Benítez, Micaela, y le pareció un lugar más adecuado. El guajiro pidió a la campesina que hablara con su esposo a ver si él permitía poner una escuela en su propia casa. Y lo logró.

  “La escuelita estaba en El Naranjo. Funcionaban en ella tres sesiones: la mañana con un grupo de niños; la tarde con otro grupo de muchachos; y la noche con los adultos que el padre Sardiñas alfabetizaba. Recalcó el cirujano ortopédico que desde Carlos Manuel de Céspedes, en la zona de San Lorenzo, no hubo otro alfabetizador que el padre Sardiñas.

“En más de una ocasión los alumnos y el maestro tuvieron que abandonar corriendo el aula por la llegada de algún avión que ametrallaba. Y mientras duraba el ametrallamiento, todos se refugiaban en una cueva casi junto a la rústica vivienda serrana”.

El sacerdote cubano que estuvo en las montañas de Oriente 18 meses junto a los combatientes del Ejército Rebelde. / C. ARIAS / Archivo de BOHEMIA

Llevaba un altar en su mochila

Resumimos otros pormenores relatados por el doctor. El noble sacerdote llevaba una mochila de gran tamaño, mucho más voluminosa y pesada que las normales de los demás rebeldes:

 “No hubo ni un solo combatiente por allá que no se extrañara del tamaño y del peso de la mochila de Guillermo. Lo pesado dentro de su mochila era un altar portátil.

  Aquel bulto que él llamaba “altar” era un cajón de madera con una argolla en la parte trasera superior y por la porción delantera llevaba dos puertecillas. Al abrirse semejaba el sitio más visible y sagrado de una iglesia, aunque en miniatura, útil para dar sus misas.

   En el primer domingo en la Sierra armó su tinglado con una moral tremenda, como si aquello fuera de verdad el altar de una iglesia improvisada especialmente para la selva.

   Lo sacó de su mochila, ante el asombro de unas cuantas personas, la colgó en un árbol, como si fuera una hamaca, abrió sus pequeñas puertas y dio el aviso a los rebeldes invitándolos a asistir a la ceremonia: su primera misa en la Sierra.

   Entre los principales participantes rebeldes estuvieron tres ateos: Raúl Castro, Universo Sánchez y el doctor Martínez Páez. Nos quedamos fuera del grupo que escuchaba la primera misa de la Sierra. Y como el oyente más importante presente en la misa, estuvo Fidel. Lo hizo por su alto grado de prudencia, respeto, serenidad, y para que los demás no dejaran solo al sacerdote que, en definitiva, según él, buscaba el bien, no el mal”.

Más sobre aquel cura cubano

El Padre Sardiñas, indiscutiblemente, fue un personaje valioso en las montañas durante la guerra de liberación. Había nacido en Sagua La Grande, Las Villas, el 6 de mayo de 1916. Era también abogado.

  Estudió para hacerse sacerdote católico en seminarios de La Habana, Santiago de Cuba y Roma. Fue párroco de Corralillo, Palmira, Vueltas, Sancti Spíritus y Quivicán. Por último, antes de alzarse, fue cura en Nueva Gerona, Isla de Pinos. Luego del primero de enero de 1959 vestía con el uniforme del Ejército Rebelde. Un sacerdote guerrillero, ataviado con la sotana verde olivo. Fue en una época en que no se conocía ni se practicaba la Teología de la Liberación.

  Consecuente con sus ideas, el comandante-sacerdote fue fundador y activista del Comité de Solidaridad con Viet Nam del Sur y, sin abandonar sus deberes religiosos, se distinguió también como defensor de la Revolución cubana en foros realizados en muchas partes del mundo. Murió en La Habana el 21 de diciembre de 1964, a los 48 años.

Es bueno conocer su gran mérito: estuvo 18 meses en la Sierra Maestra, en los predios de la guerra dirigida por Fidel Castro contra una de las más feroces dictaduras de la historia latinoamericana. Se le recuerda y admira por haber sido sacerdote de un ejército revolucionario-libertador.

El Comandante en Jefe Fidel Castro, al referirse a él, expresó que:” su amor a la Revolución no estuvo nunca reñido con su convicción religiosa”.

Tras el triunfo de la Revolución desempeñó importantes trabajos; entre ellos, fue miembro del departamento de Instrucción del Ejército Rebelde.

Tras el triunfo de la Revolución desempeñó importantes trabajos; entre ellos, fue miembro del departamento de Instrucción del Ejército Rebelde, hasta que decidió reincorporarse al trabajo eclesiástico. Le asignaron la parroquia de Cristo Rey (Ermita y San Pedro, en el municipio Plaza de la Revolución.


FUENTE CONSULTADA: El guerrillero de los zapatos blancos, libro inédito del autor de este trabajo.

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