Foto./ Archivo de BOHEMIA.
Foto./ Archivo de BOHEMIA.

El general de 27 heridas

Dada la suerte que le deparó la existencia física, el Lugarteniente General del Ejército Libertador de Cuba resistió 25 heridas en su vigorosa anatomía, cuando aún no había cumplido 52 años; y dos balazos –uno en el bajo vientre derecho y el otro en pleno rostro– troncharon su ejemplar vida, convertido en el más bravo mambí cubano


Sin ser de formación académica, ni tener algún oficio intelectual típico, se enfrentó exitosamente, en combate directo, siempre montado a caballo, revólver en mano y la mayoría de las veces su afilado machete, a uno de los ejércitos más modernos y mejores armados en la época en que le tocó vivir.

Tal vez sean muy pocos los generales del mundo heridos de bala en tantas ocasiones, montado a caballo, durante cruentos y peligrosos combates. De esas lesiones y sus correspondientes cicatrices dispersas en su anatomía, cuando no se habían alcanzado los adelantos científico-técnicos de la medicina, ni los recursos clínico-quirúrgicos conocidos hoy, hablaremos al final de estas líneas de BOHEMIA pararendir un modesto tributo al insigne patriota por otro aniversario de su nacimiento. Inmediatamente veremos, a grandes saltos, su trayectoria combativa y los estímulos obtenidos en cada etapa.

Nació Antonio de la Caridad Maceo Grajales el 14 de junio de 1945, en Santiago de Cuba, en la calle Providencia número 16, cerca de la escuelita donde realizó sus estudios de primaria.

Era un hogar humilde, aunque no demasiado pobre; hijo de un matrimonio de viudos prestigiosos, de gran calibre humano y patriótico: Mariana Grajales Cuello y Marcos Maceo, en realidad propietarios de tres fincas dedicadas a la producción agrícola, con vivienda en la ciudad, como era habitual en el caso de integrantes de la pequeña burguesía de negros y mulatos libres, en el sur de Oriente, llamadas Majaguabo, La Delicia y Esperanza.

Aún en la primera adolescencia abandonó la escuela y se incorporó como arriero al trabajo de sus otros hermanos, llevándoles alimentos, agua, algún apero de labranza y otros recursos necesarios, al tiempo que cargaba para su barrio ciertos productos de las cosechas, hasta ser sorprendido por el estallido de la guerra mambisa, sumándose a las fuerzas del capitán Juan Bautista Rondón el 14 de octubre de 1868, con 23 años, y pronto se le vio pelear por primera vez contra las tropas españolas, cerca de Jiguaní, rumbo a Bayamo.   

Donato Mármol en su condición de general insurrecto, al constatar su ejecutoria como guerrero, lo ascendió a capitán y le confió la jefatura del Batallón de Majaguabo el 8 de enero de 1869. Peleó allí con singular destreza y arrojo en el combate de Saladillo y en la defensa firme de los predios bayameses el 16 de enero del propio año, con lo cual se ganó los grados de comandante, gracias a su demostrada eficacia y acierto.

Con operaciones militares en las acciones de Mayarí y Guantánamo, de notable envergadura pese a la superioridad y experiencia académica del enemigo, poco después, el 26 de enero, mereció la justa investidura de teniente coronel.

Considerando su tenacidad, temeridad y valor, el Mayor General Máximo Gómez le asignó de inmediato la jefatura del 4to. Batallón de la División Cuba. Le confió igualmente dentro del territorio guantanamero una nueva misión durante la campaña encabezada por “el Viejo”, como le decían al destacado jefe de origen dominicano, entre el 1° de agosto de 1871 y el 23 de mayo de 1972: su maestría combativa hizo nombrarle como jefe de operaciones de Guantánamo, con el grado de coronel en funciones.

Como relevo de Máximo Gómez

Su nivel organizativo, exigencia de la disciplina y buenos resultados militares en ausencia de Gómez, determinó que se internara con relativa facilidad durante un mes completo en la inhóspita e inexplorada región de Baracoa, fue tal el heroísmo que Carlos Manuel de Céspedes, Presidente de la República de Cuba en Armas, le confirió el grado oficial de Coronel.

Entre el 7 y el 20 de junio de 1872, igualmente Céspedes le encargó la dirección combativa de toda la provincia de Oriente como relevo de Gómez y más adelante asumió satisfactoriamente el cargo de jefe de las divisiones de Guantánamo y Santiago de Cuba.

A la altura del 8 de junio de 1873, Céspedes también le otorgó el grado de brigadier general al evaluar su capacidad táctica y estratégica en la toma de Holguín y las victorias en los combates de Rejondón de Báguano, Los Pasos y El Zarzal, teniendo en cuenta, además, el haber sobresalido en la ardua y riesgosa campaña por extender la guerra hacia occidente como jefe de infantería en las importantes batallas de El Naranjo, Mojacasabe y Las Guásimas, trascendentes episodios de la lucha insurrecta en la manigua redentora contra tropas enemigas superiores y mucho mejor equipadas con armas modernas.

Asimismo en enero de 1877 recibió el grado de mayor general como acuerdo unánime de la Cámara de Representantes y el 15 de marzo de 1878 en los Mangos de Baraguá, frente al general Arsenio Martínez Campos, jefe en Cuba de casi 200 000 hombres, escenificó la memorable y trascendental Protesta que Martí calificó de este modo: “la página más gloriosa de nuestra historia”.

En mayo de ese año Antonio Maceo partió, autorizado por la dirección de la Revolución rumbo al extranjero y así comenzó una tregua de 17 años.

El 1° de abril de 1895 desembarcó Maceo en las costas cubanas por la zona de Duaba y soportó con grandes angustias y privaciones el asedio enemigo un total de 18 días a través de los más hostiles montes de Baracoa, sin los recursos mínimos para sobrevivir y pudo unirse a los demás mambises el 20 de ese mes.

El Generalísimo lo nombra segundo jefe mambí

La oportuna y famosa Asamblea de Jimaguayú, que sesionó del 13 al 18 de septiembre de 1895, en la que el 16 se aprobó la Carta Magna de la República de Cuba en Armas; con la firma del general en jefe Máximo Gómez, Maceo obtuvo el pergamino que lo oficializaba como lugarteniente general del Ejército Libertador de Cuba; es decir, el segundo jefe de todas las fuerzas mambisas independentistas cubanas y junto con él ejecutó la difícil invasión de Oriente a Occidente, en una de las más brillantes operaciones militares del siglo XIX en nuestra patria.

Al partir el destacamento insurgente estaba conformado por 1 403 mambises, de ellos 810 a caballo. El jefe inmediato de la audaz caballería, era el brigadier Luis Feria.    

Los intrépidos y decididos combatientes dirigidos por el Generalísimo hasta una pradera camagüeyana, continuaron su hazaña y llegaron a Mantua, Pinar del Río, guiados por Maceo. En total, la columna invasora anduvo 424 leguas en 78 rudas jornadas a lo largo de 92 días de marcha. Realmente, aquellos insurrectos nunca sobrepasaron la cifra de 4 500 hombres, pero enfrentaron valientemente a uno de los ejércitos más poderosos de Europa.

Los disparos del enemigo con cañones Krupp y fusiles de repetición Máuser –los más modernos de entonces– cayeron sobre los patriotas en nutridos fuegos.

Un solo ejemplo, pero excepcional, de esto que decimos aquí, se puede apreciar en el hecho de que el 11 de diciembre de 1895 en Alturas de Monacal, cerca de Manicaragua, Las Villas, el fuego peninsular provocó que 19 balazos penetraran en un caballo de los rebeldes cubanos que milagrosamente salió ileso en el trágico episodio.

Las heridas en un héroe de bronce llamado Antonio

Porque 26 plomos penetraron en su anatomía, se volvieron cicatrices y siguió combatiendo después, es que a Maceo se le llamó y se le llamará siempre “el Titán de Bronce”. / ARCHIVO DE BOHEMIA.

De paso un curioso dato: increíblemente, sin demeritar ni un ápice su bravura, pericia y fortaleza física, sépase que el Titán de Bronce, según Miró Argenter en su imprescindible obra escrita, le tenía pánico a la sangre derramada fuera del combate, algo muy raro en un hombre de su estirpe, quien murió con 26 cicatrices de bala y una de sable, incluyendo la única que penetró en su espalda cuando intentaron asesinarlo en Costa Rica, a la salida de un teatro.

Lo más verídico es que el Lugarteniente General del Ejército Libertador de Cuba, feliz por haber venido de león y de leona, como escribiera José Martí, nunca corrió ante el ataque de los militares ibéricos, sino al contrario, los combatió con ferocidad y sin temblarle ni el revólver ni el machete. Por eso en 1890 cuando un alto oficial español lo saludó en el Hotel Inglaterra donde de manera casual ambos se hospedaban le dijo: “Al fin lo conozco general”, el irrepetible jefe mambí le aclaró: “Es lógico, general, que ustedes no me conocieran, porque todos han corrido, huyendo, delante de mí”.

A continuación los combates, las fechas y las partes del cuerpo donde penetraron las balas que hirieron al general Antonio:

–Michoacán, Oriente, 16 de febrero de 1869, muslo izquierdo.

–Ingenio Armonía, 20 de mayo de ese año, muslo derecho.

–Jaguabo Arriba, 2 de julio de 1870, costado derecho.

–San Rafael, 25 de julio del propio año, lado izquierdo del vientre.

–Majaguabo Arriba, 2 de octubre de 1870, bajo vientre izquierdo.

–Nuevo Mundo, 12 de octubre siguiente, vientre.

–La Matilda, 11 de enero de 1872, dos balazos en el lado derecho del pecho.

–Tiguabos, 24 de enero de igual año, brazo derecho.

–Ingenio Santa Fe, 2 de noviembre, también en 1872, hombro izquierdo, muy cerca del corazón.

–Las Guásimas, 15 de marzo de 1874, zona del hombro derecho, próximo a la clavícula de ese lado.

–Mangos Mejía, 6 de agosto de 1877, un plomo en el hombro izquierdo. Ese día dieron en su cuerpo 7 balazos más: cuatro en el tórax izquierdo, de los cuales salió vivo milagrosamente; y tres en la mano derecha.

–Llanos de Juan Criollo, 4 de febrero de 1878, balazo antebrazo derecho.

–Vereda de la Juba, 9 de febrero de ese año, costado derecho.

–San José de Costa Rica, 10 de noviembre de 1894, un tiro en la espalda, el único que recibió en esa región de su anatomía, pues siempre los plomos del adversario le dieron de frente, peleando contra ellos, nunca huyendo y aquel fue a traición, a la salida de un teatro, para asesinarlo.

–Río Hondo, 7 de febrero de 1896, pantorrilla derecha.

–Loma de Tapia, 23 de junio igualmente en 1896, encima del tobillo de la pierna izquierda.

–Los balazos 25 y 26 –ambos mortales– en una sencilla escaramuza en San Pedro, Punta Brava, el 7 de diciembre del fatídico año 1896: uno en el bajo vientre derecho y el otro en la parte izquierda del rostro.

Precisamente, por todo lo detallado hasta ahora, al inolvidable Mayor General Antonio Maceo Grajales se le recuerda con sumo respeto y admiración como “el Titán de Bronce”.

Pintura de Armando Menocal que recrea la muerte de Maceo. / Archivo de BOHEMIA.

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Fuentes consultadas:

Crónicas de la Guerra, de José Miró Argenter. El pensamiento vivo de Maceo, de José Antonio Portuondo.

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