El maldito bloqueo

Más que una medida económica, la presión de Washington es un ataque multidimensional que afecta la vida de cada cubano


El genocidio perpetrado por Israel en la Franja de Gaza es similar al bloqueo impuesto por Estados Unidos contra Cuba. Ambos tienen el mismo principio del castigo colectivo, las mismas condenas en la Organización de Naciones Unidas, y, sin embargo, persisten.

Cuba presentó su informe anual sobre los daños económicos del bloqueo de Estados Unidos. / actualidad.rt.com

Hablando de nuestra Isla, su historia es la de la dignidad ante los obstáculos. Durante los últimos 60 años, resistió a una presión constante de los políticos norteamericanos, incapaces de construir nada nuevo, aparte de la vergüenza imperial de siempre.

Los grandes medios internacionales, que nunca informan mucho de este tema, cada vez tienen más excusas para desviar su mirada. Obvian que cualquier debate sobre las dificultades de Cuba debe partir del reconocimiento de la presión que ejerce la economía más poderosa del mundo, supervisora del flujo de recursos y negocios globales.

Sin duda, al no lograr su objetivo principal, que es la derrota del sistema político, el bloqueo todo este tiempo afectó la calidad de vida de cada uno de los cubanos. Muchas de las restricciones, difícilmente comprensibles desde otras realidades, tienen una directa relación con la permanente presión militar y subversiva que van de mano con la horca. Fidel dio una muy clara explicación: “Durante décadas tratan de asfixiarnos y luego nos critican por nuestra manera de respirar”.

Cuando se dice “el bloqueo económico” a veces no se entiende que es solo un ángulo; esta arbitrariedad también es financiera, tecnológica, mediática, médica, educativa, diplomática, cultural, deportiva, turística, y no es solo de Estados Unidos hacia Cuba, sino contra cualquier organización, institución, empresa, gobierno o país que se atreva a tener sus propias relaciones con La Habana: están de inmediato amenazados de ser sancionados, multados o de cualquier otra manera castigados por Washington si tiene o quiere alguna relación con la nación cubana.

En un solo año, el país reportó más de 5 000 millones de dólares de pérdidas. / actualidad.rt.com

La dimensión de los daños es la más evidente. Entre marzo de 2023 y febrero de 2024 fueron de 5 000 millones de dólares de pérdidas. Cada mes, la afectación fue de 421 millones, cada día de 13.8 millones. El cuadro básico de medicamentos de la Isla costó 339 millones, que son los gastos de 25 días de bloqueo. Según el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, si se detuviera esta arbitraria medida, “hoy no habría dificultades para atender enfermedades crónicas ni graves, como el cáncer o las dolencias cardio o cerebrovascular. No habría problema para asegurar antibióticos de uso hospitalario o tratamientos de terapia». Y “si se frenara poco más de dos semanas, aseguraría de inmediato el mantenimiento de las termoeléctricas. Levántese la medida unos pocos meses, y estará asegurada la canasta básica para cada familia”.

El informe presentado este año ante la ONU detalló: “Las consecuencias se evidencian como nunca antes, en las carencias que enfrenta la población en muchas facetas de la vida cotidiana que incluyen la generación eléctrica y los apagones, los alimentos, las dificultades para la adquisición de medicamentos, la situación de los combustibles, las dificultades del transporte, los altos precios y la inflación, así como el deterioro de otros servicios básicos […]”.

Las consecuencias del bloqueo se evidencian como nunca antes, en las carencias. / latimes.com

En realidad, podríamos dar cientos de otros ejemplos y no necesitamos para eso los documentos oficiales; los conoce bien y desde hace tiempo cada familia. Las sanciones no son castigos para los gobiernos, como los suelen presentar los autodenominados jueces de la humanidad. Siempre afectan a la gente común, imposibilitan su vida normal, intencionalmente crean problemas en lo cotidiano para generar inconformidad y cansancio, algo que, con el apoyo de los expertos en las guerras sicológicas, encargados de sembrar lemas, rumores y promesas, supuestamente volvería a los pueblos contra sus gobiernos “incapaces de resolver problemas”, según el discurso golpista.

Como nos enseñan los últimos dramáticos acontecimientos en muchos sitios del mundo, la única forma posible de resistir a estas acciones disfrazadas de “revoluciones de colores” es la conciencia de la gente, su memoria histórica y la cohesión del poder político con la población, que debe sentirse representada.

Entendemos que sería burdo e irresponsable adjudicar todos los problemas no resueltos al bloqueo. Existen evidentes errores, torpezas y fracasos que son parte de cualquier camino humano. Pero si la Revolución continúa es por la tozuda voluntad de millones de personas, mientras los más poderosos servicios de inteligencia del imperio rugen a 90 millas de las costas cubanas para socavar el sistema.

La lista equivocada

En recientes días, la comunidad internacional alzó la voz para cuestionar la inclusión de Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, una designación que Washington mantiene a pesar de las evidencias contrarias. Dos cartas, una del reconocido periodista franco-español Ignacio Ramonet dirigida al presidente Joe Biden, y otra firmada por 35 expresidentes, vicepresidentes y primeros ministros de todo el orbe, coincidieron en la necesidad de retirar al país de esa clasificación.

Personalidades de todo el mundo pidieron la exclusión de Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo. / cubadebate.cu

Ambos textos afirmaron que esta categoría trajo consigo una serie de restricciones adicionales con efectos adversos agravados sobre la capacidad para satisfacer a la población.

La crisis se agravó aún más al considerar los desafíos enfrentados en los últimos años: la pandemia de covid-19, desastres naturales, y las perturbaciones en las cadenas de suministro globales, que impactaron el precio de los productos básicos y la energía.

Surge entonces la pregunta: ¿Es Cuba realmente una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos? ¿Es su enemiga a muerte? ¿Es una amenaza comercial, financiera o militar para su vecino? La respuesta es un rotundo “No”.  

Esa negativa es la que sustenta la posición reiterada año tras año por casi la totalidad de los países miembros de la ONU, que han vaciado de sentido las precarias justificaciones de los representantes norteamericanos cuando sin la más mínima vergüenza les dan las espaldas al mundo una y otra vez.

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