
Cómo no entusiasmarse con sus ojos chispeantes y la risa hermosa; soñar con volver a esas edades, rebullirse y hasta saltar en el asiento, sin pizca de bochorno, frente a la pantalla que nos transporta a la niñez.
No conocieron personalmente a Juan Padrón, pero sí son amigos cercanos de Elpidio Valdés, Palmiche, Eleuteria, María Silvia, Pepe el Corneta… Y cuando se les cuenta que antes de imagen en movimiento, con voces y música acompañante, estos personajes fueron dibujos nacidos en incontables horas de desvelo, muchos quieren tomar lápices, crayolas, para emular a su creador.
Algunos, algunas, quizás en el futuro regresen a la Vitrina de Valonia, como aprendices de historietistas, o maestros de una nueva hornada que seguiría celebrando el Día del Cómic (17 de marzo); y en fecha similar exhiban un libro propio.
Probablemente no recordarán quién era aquella profesora (en realidad la hija de Padrón) que una entretenida mañana les habló sobre su papá y el ansiado Centro Cultural La Manigua, donde se darán la mano juegos y actividades educativas. Ni conocerán el nombre de aquel señor frente al que se sentaron en corro para escuchar cuánto le apasiona investigar acerca de la historieta en Cuba.
Tampoco les vendrá a la mente la exposición desplegada aquí, en homenaje a un experto promotor e historiador del tebeo, el español Manuel Darias. Tan felices y ligeros andaban, que entonces no repararon en la mirada desolada de un protagonista de Paracuellos, serie en torno a la “educación” de los niños en internados franquistas.
Y por supuesto, no podrán saber que unos días más tarde, en este mismo patio, debía presentarse, dentro de la Jornada de la Francofonía, el sexto número de Kronikas. El inventario imaginario, una publicación donde marchan juntas la narración gráfica y la defensa del patrimonio.
Sin embargo, darán vida a nuevas historias para las revistas sucesoras. A lo mejor, cierta mañana tendrán a su alrededor a un grupo de pequeños con rostros curiosos, e incapaces de permanecer quietos en la silla cuando empiecen a hablarles de sus “muñequitos” predilectos.




