Descubrir esencias de los géneros dramáticos, entre ellos el melodrama, propicia la comprensión de historias ficcionales en cine y televisión
Ante la pantalla, ella se enjuga las lágrimas. “¡Al fin pudieron encontrarse, lo deseaban tanto!”, dice bajito. Y quizás, piensa: ¿cómo fue posible lograrlo? Así suelen interrogarse los públicos al disfrutar de filmes, series, diversidad de puestas ficcionales. Actores y actrices interiorizan conflictos, situaciones, diálogos diseñados por guionistas y directores inspirados en lo “real” imaginado o no, pero que debe ser, ante todo, verosímil, convincente.
Los desafíos de “ser” otros seres humanos exigen del intérprete saberes, rigor, estudios; creaciones actorales en función del relato convocado. Ese acto específico ocurre en la escena, esta, mientras dura deviene acción parlante o silenciosa. Lo ilustraron artísticamente Consuelo Vidal y René de la Cruz en la serie televisual Julito el pescador (1981) con guion de Abelardo Vidal, dirigida por el maestro Jesús Cabrera. Los personajes Elena y Julito vivieron escénicamente una experiencia irrepetible; ¿qué sustentó la cualidad gráfica de ese quehacer y su capacidad de persuasión? Sin duda, el magisterio de los dos primeros actores, y cierto “detalle”, apenas conocido por las mayorías, la concreción del melodrama bien hecho. Este género dramático se sustenta en la solución casual. Comprender el sentido dramático de las narrativas ficcionales enriquece la percepción participativa de las audiencias. Suele pensarse: el melodrama demanda llorar y llorar, ciertamente implica emociones, incluso puede ser patético; pero determina en la historia la solución del conflicto. Sí, la causalidad es premeditada. Justificarla en el guion garantiza comprender mejor actitudes propias y ajenas.
¿Ocurrió en el filme Amor eterno transmitido mediante el espacio Amores difíciles (Cubavisión, domingo, 10:00 p.m.)? Franco Zeffirelli supo “orquestar” esa solución dramatúrgica durante el encuentro inesperado de dos personajes confrontados David (Martin Hewitt) y Hugh (Don Murray), padre de Jade (Brooke Shields). La pasión obsesiva de los jóvenes amantes nunca perdió intensidad. El accidente casual de Hugh puso fin al conflicto que parecía interminable. Por eso, y otras acciones subordinadas –mal llamadas subtramas-, fue un melodrama de acuerdo a las leyes dramatúrgicas.

Ver películas, series, telenovelas, con una comprensión de los elementos implicados en las puestas cinematográfica y audiovisual activan en el espectador múltiples motivaciones, entre ellas el conocimiento en profundidad del resultado artístico. Así lo ha manifestado a BOHEMIA la primera actriz Eslinda Núñez, Premio Nacional de Cine: “Ningún personaje es igual a otro. Tampoco ningún ser humano es igual a otro. Existen rasgos comunes y distinciones; esas diferencias, interioridades, complejidades las asumimos actores y actrices. Siempre necesitamos buenos guiones, personajes definidos de acuerdo al género y a las situaciones explorados en los relatos”.
De ningún modo lo obviemos, forma y contenido implican una relación recíproca. En ocasiones, las intencionalidades de educar, formar, instrucción, lastran ideas y loables propósitos. Las ficciones revelan valores no los forman. Comprender el sentido cultural de cada obra implica el rigor del diseño visual, la densa introspección de actores y actrices; la suntuosidad de códigos sutiles basados en pasiones tormentosas. Activos estados de conciencia suscitan el perenne devenir; la escucha de las voces del otro, revisar añoranzas, conductas, pensamientos propios con la humildad de quienes aprendemos a vivir cada día.