Pensemos en el entretenimiento que viaja raudo sin límites de idiomas o fronteras, cautiva, sorprende desde edades tempranas; en fin, activa actitudes y sentimientos disímiles nunca inocentes
Salta de contento, venció al malo, sí, de nuevo, Ernesto Alejandro, de 5 años, mantiene los ojos en el teléfono. Sonríe y busca a nuevos enemigos en una guerra ensordecedora, apenas comprensible; pero disfruta tanto ganar… En disímiles pantallas prolifera la violencia, el horror protagoniza los juegos electrónicos que circulan de mano en mano. ¿Interesan?, ¿nutren la imaginación, ¿cambiaron los paradigmas sobre el disfrute durante la niñez y la juventud?
Estas interrogantes activan reflexiones de guionistas, directores y decisores en los medios de comunicación audiovisuales. Las familias, el profesorado, las instituciones culturales, las sociedades, no ignoran la compleja problemática, pues tiene amplias repercusiones sociales y culturales; aunque no todos los implicados son conscientes de su responsabilidad y esa dejadez ¿inocente? afecta la concreción en la práctica de obras entretenidas, sabias, inteligentes.
El cine y la televisión de ningún modo se mantienen ajenos al asunto. Creadores ávidos por aportar sensibilidades formativas realizan cuentos clásicos reformulados mediante diferentes puntos de vista; retoman las historias de Cenicienta y Blancanieves, brujas y ogros maléficos para representar el bien y el mal, el amor y la traición, veleidades y acciones de buena voluntad.
Tampoco faltan aportes valiosos; de ellos forma parte el quehacer del cineasta Mario Rivas, quien estimula desde los Estudios de animación del Icaic el conocimiento de nuestra historia y saberes diversos. Su personaje Fernanda le permite la recreación en filmes y series de aventuras detectivescas aderezadas dramatúrgicamente con valores literarios, filosofías, mensajes edificantes.
En la actualidad la narrativa audiovisual prevalece como puente de entendimiento entre los seres humanos. Educar desde la comunicación alerta la “chispa” lectora a partir de la infancia, incentiva reconocer lo valioso y desechar lo inservible.
Poco lo pensamos, quizás, cuentos, fábulas, historias, establecen analogías y metáforas, reconstruyen ciertos laberintos, dado el no sometimiento a la condición de lo “real” tal cual ocurre en la cotidianidad; incluso puede ser escenario de transfiguraciones e inesperadas causalidades, pero han de responder a la verdad del arte.
Las mayorías desean ver lenguajes novedosos en las pantallas mediáticas. ¿Pueden el séptimo arte y los canales televisuales seguir estimulando actitudes críticas en los públicos? Ciertamente, la cultura contemporánea no puede desarrollarse sin los espectadores participativos entrenados en la sapiencia, es preciso trascender el “yo creo” o “me parece” apreciativos sin miras reflexivas en profundidad. Al comprender el sentido cultural de cada puesta identificamos las investigaciones realizadas por artistas empeñados en visibilizar conflictos y circunstancias cuando se cuenta sobre personajes y hechos en contextos.
Tampoco renunciemos ese bregar de las emociones, el impacto de lo cotidiano en la existencia, y lo aprehendido durante activos estados de conciencia en perenne devenir. Comunicar es compartir. Ver más allá de la simple alabanza. Implicarse en posturas incómodas, en este sentido alerta el arte.