La ley que eliminó el latifundio en Cuba

La reforma agraria fue el Rubicón cubano. Marcó un punto de no retorno en las relaciones del poderío estadounidense con la Revolución y cambió la vida de cientos de miles de personas en la Isla


El 17 de mayo de 1959, en la Comandancia de La Plata, plena Sierra Maestra, Fidel Castro, en su condición de primer ministro, firmó la primera Ley de Reforma Agraria. Esta trascendental disposición benefició a cientos de miles de campesinos, significó un golpe mortal al latifundismo y contribuyó a la consolidación de la soberanía nacional. Sin embargo, acentuó irreversiblemente la hostilidad del imperialismo norteamericano hacia la Revolución Cubana.

Identificado por Fidel Castro como uno de los problemas de la nación desde los tiempos del asalto al cuartel Moncada, el Gobierno Revolucionario dio cumplimiento ese día a uno de los puntos fundamentales del programa de luchas: el impulso de las transformaciones estructurales en el campo. La firma constituyó un enorme acto de justicia social, pues, según estudios de la época, el Estado debía poseer 270 000 caballerías de tierra, mas solo contaba con 40 000, como resultado de la concentración latifundista a lo largo de más de medio siglo de malos manejos.

La reforma no solo consistía en la cesión de la propiedad de la tierra a quienes la trabajaban; también contemplaba la entrega de instrumentos y medios de producción a los campesinos. Además, con la radical legislación, el poder revolucionario sacudía las cadenas del dominio neocolonial, al desmantelar el monopolio extranjero, principalmente estadounidense, sobre la mayor parte de los suelos cubanos.

Foto. / radiorebelde.cu

Fundamentos jurídicos

La idea no nació con la llegada de los rebeldes al gobierno. Estuvo entre los anhelos de una importante porción de los cubanos durante toda la centuria, hasta que el texto constitucional aprobado en 1940 proscribió el latifundio en su artículo 90. Respecto a los privilegios foráneos, la misma carta magna afirmaba: “La Ley limitará restrictivamente la adquisición y posesión de la tierra por personas y compañías extranjeras, y adoptará medidas que tiendan a revertir la tierra al cubano”.

Aunque era mandato constitucional, la reforma no se consumó porque iba contra intereses representados por los gobiernos burgueses. Con el triunfo de la Revolución se estableció, como normativa suprema, la Ley Fundamental, que mantenía fielmente el artículo 90 de la Constitución de 1940.

La reforma agraria no solo formaba parte del programa revolucionario; estaba en plena coherencia con el ordenamiento republicano vigente hasta el golpe de Estado de 1952. Era el tema socioeconómico donde más se evidenciaban los antagonismos de clases en la mayor de las Antillas; pero el poder establecido a partir de 1959 contaba con legitimidad y legalidad para acometer la polémica reforma.

Gracias a la reforma agraria, miles de campesinos que habitaban y trabajaban tierra ajena, recibieron títulos de propiedad. / fidelcastro.cu

Antes de someterla en abril a la consideración del Consejo de Ministros –órgano sobre el que descansaban las funciones ejecutivas y legislativas–, la ley encaminada a reorganizar las relaciones agrarias fue redactada, debatida y consensuada en una discreta casa en Tarará, en el litoral este de La Habana, donde el Che Guevara hacía reposo tras una crisis de asma. Además del Guerrillero Heroico y Fidel, en esos intercambios participaron Carlos Rafael Rodríguez, Antonio Núñez Jiménez, Vilma Espín, Alfredo Guevara, Raúl Castro y otros dirigentes. El análisis demandó varias jornadas. De acuerdo con la investigadora Katiuska Blanco, cuando el equipo de trabajo pensaba que había avanzado, “sometían el borrador a consideración de Fidel y en numerosas ocasiones les sugirió ideas y propuso modificaciones para mejorar su redacción y completar sus contenidos”.

Aparentemente, el espíritu prevaleciente en el inicio consistió en conformar una ley moderada, para eludir un enfrentamiento atroz con la oligarquía y los intereses foráneos. En ello coincidía, incluso, el Che, quien traía consigo la experiencia de la Guatemala de 1954, cuando el imperialismo fue implacable con el gobierno progresista de Jacobo Árbenz por similares proyectos. Décadas después, el líder de la Revolución confesaría al periodista Ignacio Ramonet: “Debo decir, con toda honestidad, que el Che se sorprende cuando yo me muestro partidario de una reforma agraria mucho más radical”.

La normativa contemplaba la indemnización a los afectados con bonos pagaderos en un plazo de 20 años y un interés del 4.5 por ciento. Varios historiadores han coincidido en que la alternativa de compensación aprobada se debió a la falta de liquidez suficiente para pagar en efectivo las expropiaciones. Esto no agradó a los grandes propietarios. Por su parte, el liderazgo revolucionario afirmaría posteriormente que los compromisos contraídos con quienes aceptaron la oferta fueron honrados

En los actos por el 1° de mayo se adelantaron ideas de la legislación, con el objetivo de preparar al pueblo para lo que se avecinaba. Antes de ser enviada a la Gaceta Oficial, el primer ministro aplicó los últimos arreglos, según escritos de su biógrafa Katiuska Blanco.

El Rubicón cubano

Tras la firma del documento, el primer ministro del Gobierno Revolucionario compareció ante Radio Rebelde y habló a la gente sobre la necesidad de aprender sus derechos. Era consciente de que la nueva legislación atentaba contra los descomunales beneficios foráneos, principalmente estadounidenses y, por consecuencia, aumentaría la hostilidad desde el Norte hacia la Revolución.

Fidel Castro viajó hasta la Sierra Maestra para firmar la Ley. Varios miembros del Consejo de Ministros lo esperaban allí. / radioflorida.crt.cu

Con la repartición de los terrenos concentrados en latifundios, los revolucionarios pretendían –recoge la historiografía– favorecer la situación económica de más de 200 000 familias campesinas. Se trataba de precaristas o productores sin título ni derechos sobre la tierra, de las que podían ser expulsados a discreción de los dueños legales.

Otra figura de la escena rural hasta 1959 era la del llamado aparcero: el campesino sembraba suelos ajenos y luego pagaba al dueño con una parte significativa de la cosecha. En el libro Cien horas con Fidel, al rememorar las consideraciones que conllevaron a la firma de la ley agraria en mayo de 1959, el autor de La Historia me absolverá explicó que todas eran tierras ya repartidas: “Lo que había que hacer era darles a estos campesinos la propiedad de las tierras que ya ocupaban, y eso fue lo que se hizo”.

Con todo, la Ley no dañaba a la inmensa mayoría de los propietarios. La historiadora Katiuska Blanco ha reseñado: “solo resultaban perjudicados los intereses de una parte insignificante del pueblo que, por otro lado, tampoco era sacrificada de manera total, sino que conservaba una cantidad considerable de tierra para poder seguir explotando sus fincas, para poder seguir asumiendo ingresos importantes, para poder seguir llevando más o menos el mismo estándar de vida llevado hasta el momento de la Reforma Agraria”.

El nuevo gobierno vio también en el tema agrario una cuestión de soberanía. A lo largo del archipiélago existían latifundios de 200 000 hectáreas en propiedad extranjera. Interrogado por Ramonet en Cien horas… Fidel expuso:

“Algunas empresas norteamericanas poseían grandes centrales azucareros e inmensas extensiones de tierra. Tenían tierras en un montón de países, pero aquí, históricamente, esas empresas eran muy poderosas y muy influyentes. No había otra alternativa que nacionalizarlas más tarde o más temprano. El proceso se acelera […] no porque tuviéramos idea de acelerarlo o de crear conflictos con Estados Unidos. El problema es que la primera Ley de Reforma Agraria, más radical o menos radical, era absolutamente inaceptable para un país cuyas empresas eran dueñas de las mejores tierras cañeras de Cuba”.

Los análisis sobre la normativa trascendieron las implicaciones inmediatas. De acuerdo con su biógrafa, para el líder de la Revolución el problema no concernía solamente a los habitantes de la época, sino también a “las generaciones venideras”, porque si no se hacía la reforma, a las futuras generaciones solo “se les legaría una tierra desgastada, una naturaleza pobre, unos bosques muy disminuidos, unos campos despoblados o poblados de desolación”.  

La reforma agraria se considera la primera gran nacionalización dentro del proceso revolucionario; el punto de ruptura con el poderío estadounidense. Raúl Castro, uno de los protagonistas de aquellos acontecimientos, ha dicho que equivalió al Rubicón cubano, metáfora alusiva al suceso de hace más de dos milenios, cuando Julio César cruzó ese río, en la frontera entre la Galia Cisalpina e Italia, y desafió a Roma, para cambiar el curso de la historia.

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