¡Laureles y exequias en un mismo día!

José María Aguirre
José María Aguirre puso a prueba su valor desde la Guerra de los Diez Años. (Tomada de ECURED)

Por MARÍA DE LAS NIEVES GALÁ

Desde julio de 1896, el mayor general José María Aguirre Valdés andaba con un resfriado que lo hacía toser repetidamente y que a las alturas de diciembre era ya una agresiva neumonía.

Los brebajes que tomó no lograron frenar la enfermedad que contrajo cuando fue a apoyar la extracción del alijo de armas que había llegado, el 7 de julio, en el vapor Three Friends, por playa Boca Ciega, en La Habana.

En el último mes del año, la mayor preocupación del experimentado general no eran sus débiles pulmones, sino Maceo, pues no había podido cumplir las órdenes que este le enviara desde Pinar del Río. El enemigo lo seguía y era demasiado riesgoso continuar el camino.

Ahora, su olfato de viejo mambí lo retenía en El Volcán. Las tropas españolas estaban cerca. Según los partes recogidos en el libro Mi mando en Cuba, del general español Valeriano Weyler, el comandante de armas de San José de Las Lajas había comunicado el 3 de diciembre que “una partida compuesta por 1 800 hombres bien armados y a caballo, cruzaron la carretera por Ganuza”. El jefe español informaba también que “Aguirre y Castillo acamparon en el Cocuyo, próximo a Nazareno, habiendo sabido por confidencia que trataban de atacar fuerzas que salen a recibir correo de Cuatro Caminos”.

Tras el despejado cielo, cubierto de estrellas, nada le hacía sospechar lo que acontecería ese 7 de diciembre. Fue un disparo de cañón que retumbó por todos los alrededores el que hizo expresar al jefe de la Segunda División del 5to. Regimiento del Ejército Libertador: “Esto parece que va a ser en grande”.

Imposible cumplir el plan

Mientras José María Aguirre y sus hombres se enfrentaban a una fuerte agrupación de tropas integrada por un batallón del Regimiento de las Navas, un escuadrón del Regimiento de la Reina y uno del Regimiento de Pizarro, bajo el mando superior del general Figueroa, distante, en San Pedro, Antonio Maceo insistía en su propósito de atacar Marianao, para lo cual contaba con las tropas de Aguirre.

El coronel Juan Delgado, con quien Maceo conversó en horas de la mañana del fatídico día, no sabía a ciencia cierta si José María se hallaba camino al lugar indicado y si estaban en su poder las órdenes enviadas por el Titán de Bronce.

Según recogió Miró Argenter en sus Crónicas de la Guerra, Maceo mandó otra orden al jefe de la Segunda División del 5to. Regimiento para que se pusiera en marcha al lugar indicado, pues urgía su presencia en la comarca de Hoyo Colorado, con el mayor número posible de hombres.

Por su parte, Maceo, envuelto en su entusiasmo, estudió el croquis que sobre Marianao le trajo el capitán Andrés Hernández, en el cual estaban perfectamente determinados los fortines y la casa aspillera. Cuentan que expresó que llegara o no Aguirre, había que dar un escándalo esa noche. “Nos meteremos en Marianao, habrá bulla y los españoles de la capital quedarán notificados”, afirmó.

De acuerdo con el plan de ataque, los tenientes coroneles Isidro Acea, Baldomero Acosta y el comandante Emilio Collazo entrarían por la playa; en tanto, Maceo marcharía con el resto de los hombres por La Lisa.  Posteriormente aspiraban seguir hasta las lomas de Managua.

Para llevar la orden al general Aguirre fue designado Donato Delgado, quien no pudo cumplir su misión porque fue sorprendido por la guerrilla local en el cruce de la línea férrea del Rincón.

Obra Muerte de Maceo, de Armando García Menocal
Obra Muerte de Maceo, de Armando García Menocal.
Casualidades de un día

Cuando en horas de la tarde del 7 de diciembre, en San Pedro, los mambises sentían que sus corazones se quebraban por la muerte del General Antonio Maceo, en El Volcán, sin saberlo, los cubanos hacían pagar a los españoles la pérdida de uno de sus más queridos jefes.

Ambos contendientes dieron fe de este combate. En el libro Mi mando en Cuba, Weyler aseguró que las tropas mambisas estaban compuestas por unos cuatro mil hombres y, dados a falsear sus cifras, dijo que sus bajas eran pocas.

Miró Argenter recogió el hecho de la siguiente forma: “El general Aguirre se encontraba ese día (7 de diciembre) enredado en un serio combate de las tres armas, función totalmente victoriosa para los libertadores, puesto que mataron al primer jefe de las Navas de Tolosa y a un centenar de oficiales y soldados de diferentes cuerpos. El combate se ventiló casi en el centro de la provincia de La Habana y, por lo tanto, los ecos de esa brillante función no podían llegar al campo de San Pedro. La victoria la obtuvo el general Aguirre a la misma hora en que Maceo era derribado del caballo: aclamaciones de triunfo y notas de funeral ¡laureles y exequias en un mismo día!”.

No cumplir con la última orden dada por el Titán de Bronce le dolió mucho al insigne mambí, pero lo alentó el hecho de haber dado una buena batida a las tropas enemigas.

Días después, el  18 de diciembre, José María libraría su  último combate en el lugar conocido por San Francisco. Apenas pudo participar. La enfermedad había arrebatado todas sus fuerzas.

Al morir, el 29 de diciembre de 1896 en Sitio Perdido, en las Escaleras de Jaruco, Cuba también perdió a uno de sus valientes hijos.

tarja Aguirre
En 2018, en el Complejo Histórico-Cultural de Mayabeque, fue inaugurada una tarja a la memoria del patriota de las guerras del ‘68 y del ‘95. (Tomada de Mayabeque)

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