Foto. / Jorge Luis Sánchez Rivera
Foto. / Jorge Luis Sánchez Rivera

Los hombres de Pablo

Salen temprano de Pinar del Río a desafiar el frío y las alturas para aportar luz a lugares aislados de la vecina provincia de Artemisa. Están acostumbrados a vencer retos, aunque parezcan imposibles


Cuando fui en busca de ellos, en horas tempranas de la madrugada, ya habían partido a levantar o sustituir postes, poner bajantes, reinstalar herrajes y cables en zonas de la provincia de Artemisa.

Gracias a su hazaña, ese territorio tiene más del 93 por ciento de los clientes con servicio, luego del paso del huracán Rafael por el occidente de Cuba, dijeron fuentes del Ministerio de Energía y Minas.

Sin embargo, aun es intensa la labor de los trabajadores eléctricos, porque las condiciones del terreno son difíciles en municipios alejados, como Candelaria.

El viaje de ida es de casi hora y media. Regresan en la noche.

Integran un contingente de más de 120 especialistas y obreros de la Organización Básica Eléctrica (OBE) de Pinar del Río, los cuales iniciaron acciones el 8 de noviembre último en los lugares más complejos afectados por el meteoro.

Son los hombres de Pablo. Él es el jefe. Fue necesario indagar por ese nombre reiteradamente mencionado entre los jóvenes y quienes peinan canas. Luego supimos que Pablo Pérez San Jorge es el director de la OBE pinareña.

Alrededor de las 5 de la mañana salen del Hotel Pinar del Río. Los escalones se estremecen por zancadas largas y apuradas. 

Todo el tiempo están subidos en postes o sacando cables entretejidos en las copas de los árboles, podando ramas.

Uno de los muchachos me dijo: –Allí permanecemos mientras haya luz en la tarde, para ver.

La temporada invernal tiene sus complicaciones: una es el frío, siempre un poco mayor en las alturas y la otra cuando oscurece más temprano.

Llegar casa a casa también es difícil porque se ubican aisladas una de otras.

Así asumieron con anterioridad jornadas en los territorios de Bahía Honda y San Cristóbal.

El intercambio con ellos fue poco. Siempre en horas de la madrugada, antes de salir a enfrentar los desafíos de ese peligroso oficio.

Explicaron cómo renunciaron, desde hace un mes, a ir a visitar a la familia a sus lugares de origen. La mayoría reside en diferentes municipios de la más occidental de las provincias cubanas.

Incluso, convierten sábados y domingos en días normales de labor.

Difíciles misiones enfrentan trabajadores eléctricos de Pinar del Río, en la vecina provincia de Artemisa. / Jorge Luis Sánchez Rivera

En dos ocasiones quise saber más de ellos. Fue embarazoso conversar. Antes de irse recogían la merienda y subían al ómnibus como un ejército entrenado. Regresaban con rostros cansados, extenuados, de tanto bregar por aportar luz. A nadie se le ocurre a esa hora solicitar una entrevista. Los diálogos fueron cortos. Solo supe los detalles contados.

Cuando viajas de regreso a La Habana, conmueve ver en los alrededores del kilómetro 32, de la Autopista Nacional, las palmas reales con un solo penacho, porque los demás fueron arrebatados por la furia de los vientos. Los árboles aun permanecen sin hojas; sin embargo ya están erguidas las enormes torres destrozadas por los vientos.

Quizás ellos no fueron los héroes directamente de esa última hazaña, pero sí de otras similares y complejas.

Pueden seguir pasando ciclones y huracanes por aquellas zonas, pero mientras haya gente con el brío y la voluntad de los hombres de Pablo, los retos siempre serán pequeños.

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