Muchas veces son los “niños” malcriados de la casa, los consentidos. Aman y son amados. Su fidelidad no admite discusión. Amigos inseparables de los chiquillos del hogar, siempre listos para el retozo
Fotos. / Veneranda Rivera

Todas las tardes, Tania sale con su perra. No es un can cualquiera, no. Es un hermoso ejemplar de la raza husky siberiano que encanta a todos. Caminan por los lugares que el animalito quiera, porque indiferente a lo que ocurre a su alrededor sigue sus instintos y antojos –ella sabe que es linda, con su abundante manto beige y blanco, y una línea carmelita que llega hasta el hocico– y disfruta. Cloe, nombre que conocen muchos, tiene un montón de amigos: unos de linaje; otros, término medio, y algunos, lamentablemente, callejeros.
Es famosa y a cada uno saluda, pero su alegría se desborda cuando se encuentra con Shutter, el negro y blanco de su misma raza, que Jorge, el vecino del edificio que está al cruzar la calle, lleva de paseo casi en igual horario que el de ella. Entre ambos ha surgido una gran amistad poco disimulada. Son muy expresivos.
De solo olerlo, se percibe su alegría y, cuando lo tiene cerca, es increíble. No se contiene. Él le corresponde y no saben cómo congratularse. Ella pesa más y hay momentos en que le cae encima con una fuerza increíble. Las escenas de Cloe y Shutter provocan sonrisas en más de un rostro.
Los huskys, aunque están diseminados por todo el mundo, son originarios de Siberia; fueron creados como animales de trabajo, por su gran fuerza. Se asegura que es una de las razas de perros más antiguas del mundo, con unos de 15 000 años.
Les comparto una muestra del encuentro más reciente entre Cloe y Shutter.


