Acercamiento valorativo al aniversario 65 de los Estudios de Animación del ICAIC
En el panorama mediático seduce la animación como expresión artística y esencia pura del cine. Lo demuestran valiosas puestas de la especialidad.
Pensemos en diversas técnicas y modalidades; las poéticas de figuras destacadas al reconocer la animación como un arte para todos los públicos no solo orientado hacia la infancia; pues, en ocasiones, lamentablemente se percibe así.
Ilustran sus riquezas estéticas y conceptuales el uso de las técnicas de animación en el cine documental y de ficción: personajes, actores reales, los nuevos medios y los videojuegos.
En Cuba, el aniversario 65 de los estudios de Animación del Icaic invita a la satisfacción de hacer memoria sobre un fructífero camino recorrido. Relevantes figuras dan fe de singularidades y aportes que hacen posible mantener el cultivo de la especialidad. Un nombre esencial es el del realizador Mario Rivas (1939). Su obra describe con creces el pensamiento creativo de este maestro empeñado en cautivar a la niñez con la propuesta de temáticas, personajes, situaciones y valores fundamentales que deben ser cultivados en el hogar, la escuela y la sociedad.
Un breve paso por sus obras muestra al inquietante maestro interesado en expresar ideas y pensamientos fundamentados por las investigaciones históricas. De ellas forman parte El bohío, Una leyenda americana, La batalla de las Guásimas, La historia de los piratas, Máximo Gómez su última campaña. Cada una merece detenidos análisis y escuchar al protagonista de un quehacer fructífero reconocido por generaciones.
Su Fernanda, entre las más recientes producciones, fomenta la pertinencia de defender la inteligencia sobre la belleza física, la unidad grupal antes que el individualismo y otras moralejas formativas desplegadas desde conceptos y visiones propias.
En el ciclo de textos valorativos que ahora abrimos sobre los Estudios de Animación del Icaic, Mario Rivas aportará testimonios fundamentales para conocer en profundidad la relevancia de la institución.

En ella, deslumbra el legado del maestro Juan Padrón, uno de los grandes artistas del humor gráfico y de la comunicación, creador del legendario Elpidio Valdés, un referente en la animación de amplia trascendencia internacional.
Desde su nacimiento en la historieta cautivó. El genio creativo de la excelencia autoral destacó al cubanísimo personaje. La figura carismática del mambí brilla en el universo de la animación, logra dimensión popular; por devenir símbolo de hidalguía patriótica. Sus expresiones, estrategias y acciones recrean su riqueza identitaria. Imposible olvidarlo: en 1979, Elpidio Valdés fue el primer largometraje animado producido en la historia del cine cubano.
Ahora, al tener en las manos el oportuno y valioso libro De historietas y animaciones: la vida de Juan Padrón (Ediciones ICAIC), escrito por el doctor Aramis Acosta Caulineau, tenemos acceso a huellas eternas de un talento creativo excepcional.
El maestro Juan Padrón confesó: “Mi paraíso será la historia. Deseo moverme a todo lo largo del tiempo y contar de allí y de allá, de una época y otra. A eso podría dedicar con gusto el resto de mi vida”.

Justamente, BOHEMIA buscará en la voz del doctor Aramís Acosta indicios del proceso que lo llevaron a vivir la aventura fabulosa de conocer al protagonista de historias registradas en el cine, el alma y la conciencia de audiencias con buena memoria; nunca olvidan a sus muñequitos preferidos.
Pensemos, las vivencias de ser cinéfilos y televidentes abren ventanas a lo propio y al mundo; propician a los espectadores ampliar el valor cognoscitivo, la cultura y la capacidad de interpretar sinergias entre imágenes y signos lingüísticos; pues conforman lenguajes dados por especificidades de la tecnología y la creatividad en mensajes disímiles; solo es preciso estar atentos.
En el panorama mediático coinciden audiovisuales múltiples, transmediales y conectivos. Se producen por doquier narrativas en incontables formatos; nunca la comunicación es un movimiento exterior, cerrado, excluyente; sirve de apertura a culturas diversas influyentes en la propia.
Los animados cubanos lo demuestran; ningún relato es una suma de proposiciones, sino jerarquías de instancias, comprenderlos invita solo a desentrañar palabras e imágenes, y profundizar en lo que dicen y en lo que hacen los personajes. Elpidio Valdés nos cautivó porque estuvo bien dirigido; él y su equipo presentaron psicologías, contextos y situaciones concebidas dramatúrgicamente con arte.
Apenas iniciamos el viaje en pos de la historia de los Estudios de Animación del ICAIC donde siempre tan bien se está.