Disfrutar la paternidad ha ido cuesta arriba en la historia universal. En Cuba los padres la viven con alegría. BOHEMIA les felicita por su día
Sobre los padres tengo tanto que decir, pero temo siempre quedarme corta en adjetivos, que recomiendan usar con tino y moderación para que sean reflejo franco y certero de la realidad sentimental que se describe. Los lugares comunes sobran, aunque nunca están de más repetir: “Mi padre es el mejor”; “A mi papá lo quiero más que a nada”; “Papi, sigues estando presente”…

Cada año les dedicamos frases inspiradas en el amor, uno que fue creciendo, porque a ratos la historia les negó expresividad dentro del hogar. Puedo parecer inoportuna en semejante fecha el hacer referencia a que la división social del trabajo y del poder, asentada en la matriz machista y clasista, dejó huérfanos de emociones a unos padres a los que se les exigía rigidez, compostura y mano dura para con la prole; mas es la verdad. El sociólogo francés Alex de Tocqueville reconocía el alcance biológico de lo masculino; sin embargo, enfatizó su valía social en que, para él, un padre es “el nexo natural entre pasado y presente. Es la persona con mayor grado de autoridad dentro de la familia”. Justo ahí se observa el acatamiento, dócil y hasta oportunista, de normas morales burguesas occidentales que le pusieron corsé no solo al torso femenino, sino que amarraron con asfixiante lazo las numerosas posibilidades paternas de desdoblarse en ternura. Sin hablar de la vulneración de derechos de la mujer.
Ellos lograron en cambio alzarse por sobre esas murallas de aparente indiferencia para dejar estampas cariñosas de linaje en linaje. Es cierto, no todos lo consiguieron. Los otros, los que sí supieron ir más allá de los convencionalismos y prejuicios, dándole las espaldas al papel fuerte a los que estaban predestinados, han sido honrados desde las artes, las páginas de algún diario íntimo del adolescente que crece armoniosamente gracias al buen pulso del padre, o desde una fotografía que lo inmortaliza, sonrisa mediante, en su compleja dimensión humana…
Yo no soy excepción; he acudido como los demás a los recurrentes “Te extraño, papá”; “Hazme un cuento, papi”; “Préstame dinero viejo, te lo devuelvo, seguro”, ideas sencillas, condensaciones probables del significado en nuestras vidas de ese sujeto al que también le debemos el existir. Un ser tan importante como el del vientre que nos cobijó por nueve meses. La felicidad ha sido mayor allí donde juntos mamá y papá se trenzaron en vibraciones diversas, las que después nosotros hemos multiplicado en iguales patrones de cuidados, consejos y afectos.
A través del tiempo los padres, de Cuba sobre todo, han “revolucionado”, se han desinhibido, han soltado las anclas que los ataban a una supuesta apatía afectiva. En ese aprendizaje fructífero han llegado al hoy: acompañan a las escuelas, a los hospitales; comparten cumpleaños, graduaciones; lloran como cualquiera cuando la “niña” o el “niño” dice adiós… Y ya luego, de “grandes”, hechos y derechos, cuando todo parece derrumbarse bajo el peso de feroces angustias, los hijos recorremos sus huellas en sentido inverso, buscando de nuevo abrigo en papá.
CRÉDITOS
Fotos. / Jorge Luis Sánchez Rivera
2 comentarios
Lindo. Toca fibras profundas. Alienta, y se agradece.
Muchas veces la vida nos ha hecho valorar mejor la actitud, caracter y proceder del que con nuestra madre nos dio vida y formación .
Muchas familias cubanas conservamos valores legado
de nuestro inolvidable padre está
valores tradicionales