Artistas, decisores, públicos tienen una amplia implicación en el conocimiento y la proliferación de imágenes generadas por el cine, la televisión y otros medios comunicativos de notable influencia en la sociedad
Quizás, apenas lo meditamos, aunque es parte de la existencia cotidiana sin límites de fronteras, la información ya no transita solo en un sentido, la lógica de las relaciones entre los medios de comunicación y los espectadores es cada vez más dinámica, sorprendente e inexplicable, incluso. Urgen los adiestramientos de las personas en disímiles contextos al leer realidades construidas por pensantes o improvisados; nunca se sabe, unos y otros emiten señales, códigos, mensajes, causan desasosiegos tanto en el buen y en el mal sentido.
¿Quién dice qué para quiénes? Esta interrogante merece liderar en equipos creativos cinematográficos, televisuales, curatoriales, teatrales y danzarios. Imposible abarcar eslabones sueltos o “enganchados” en audiovisuales múltiples, transmediales y conectivos. Ciertamente, razonar en privado y en colectivo de ningún modo constituye una misión para después. Vemos, no solo miramos, visualidades en filmes, programas televisuales, exposiciones, videos, fotografías, pinturas, relatos performáticos; en fin, amplios y diversos quehaceres, pero, lamentablemente, falta sistematicidad en la selección adecuada, oportuna, diversa, sugerente, al concebir en las puestas, recursos escenográficos, ambientales, de vestuario, maquillaje, peluquería, diseños digitales, lo que pudiera ser una fiesta para los ojos, parafraseando al francés Delacroix.
¿Por qué, a veces, es preciso colocar plantas, esculturas, adornos al uso en sets donde tienen lugar entrevistas sin una justificación estética? Otras realizaciones tampoco escapan al desenfreno de improvisar escenas o ubicar cámaras aquí porque está más bonito sin previos análisis de la narrativa por contar.
La especialidad de dirección de arte tiene su finalidad; no siempre es respetada en sus dimensiones holística, conceptual y artística. Existe para crear atmósferas adecuadas en función de concretar la visualidad de la obra con independencia de géneros, circunstancias o épocas elegidas al recrear historias en cualquier pantalla o formato.
Gestar conocimientos, descubrir lúcidamente procesos artísticos, ensanchar las teorías sobre las artes visuales remiten a poéticas de clásicos poco visibles en el cine y la televisión. En contrapartidas expresadas, las redes son poderosas, influyentes y peligrosas al insistir en productos de fácil deglución.
Los lenguajes son instrumentos del pensar. Textos icónicos y lingüísticos generan ideas, plantean desafíos y exigencias en la era digital. Necesitamos críticas cuestionadoras que remuevan conciencias desde la eticidad mediante propuestas concretas en beneficio de artistas y públicos. El arte tiene infinitas interpretaciones, pero nunca puede perder el espesor intelectual.
Estudiar la imagen y lo que la connota corresponde a guionistas, realizadores, curadores, directores de arte, decisores, pues todos están implicados en la cavilación presentada día a día por instantáneas nada inocentes. Ver entre todos demanda sumarse a la batalla y que las mayorías conozcan la permanencia de clásicos y contemporáneos en la memoria y la cultura contemporánea. El gusto se forma desde edades tempranas. Si ya no se escribe ni se lee como antes, tampoco se ve ni se representa como antes. La visualidad electrónica forma parte de la dimensión cultural y, esta es, al unísono, entornos tecnológicos e imaginarios. Pululan aquí, ahora, allá, más tarde; reconocerlo al considerar el concierto plural del arte, dice mucho y enriquece el buen vivir tan ansiado.