Con la exposición La Habana, imperecedera en el tiempo, Yasset Llerena festeja el aniversario 505 de la ciudad maravilla y los 116 años de la histórica revista Bohemia, donde se exhibe el creativo ensayo fotográfico
El paso del caminante construye este relato parlante concebido por Yasset Llerena; da riendas sueltas a sugerentes diálogos con la memoria, el presente, los valores patrimoniales en la exposición fotográfica La Habana, imperecedera en el tiempo, que acoge la histórica revista Bohemia. Emprende una operación riesgosa al dar continuidad a sus muestras anteriores Huellas del tiempo y Huellas imperecederas, que logra desde una visión cultural novedosa en la más amplia acepción del concepto, pues establece asociaciones y vínculos entre realidades diferentes al ver piezas escultóricas e imágenes pensadas a partir de su personal “filiación” expresionista en tanto fuente de inspiración. Referentes indispensables inscritos durante el decurso de la historia del arte influyen en esa mirada aguda, quizás Rembrandt, Lam, Antonia Eiriz; y guarda la distancia requerida en una estética particular legitimada intencionalmente al seguir el paso de avance para descubrir o redescubrir luces, sombras, la luz infinita libre y apresada, sí, al unísono.
La elección inteligente del blanco y el negro refuerzan visualidades al construir sentidos fotográficos sin abandonar el gozo supremo de la experiencia artística. Los encuadres, la utilización de la perspectiva, el énfasis en la condición del sujeto que observa activo son elementos nutricios de la pericia de Llerena. El peregrinar propuesto remite a Umberto Eco: “Cuando lo simbólico redescubre lo privado genera nuevas realidades”.
Al establecer jerarquías de instancias en Perpetuidad, Nostalgia gallega o Testigo del tiempo abre múltiples ventanas al mundo, estas propician a los públicos ampliar el universo cognoscitivo y la capacidad de interpretar sinergias entre lo visto aquí, ahora; a la vez conforma su lenguaje en mensajes disímiles, es preciso captarlos. De alguna manera advierte sobre lo que ocurre en el panorama mediático audiovisual, transmediático, donde se producen por doquier narrativas en incontables formatos sin la disciplina y la responsabilidad requeridas de saberse colocar ante paisajes, objetos, piezas, protagonistas de historias. Lo asume Yasset, la comunicación no es un movimiento exterior, cerrado, excluyente, al contrario sirve de apertura a culturas diversas influyentes en la propia. Alerta sobre la necesidad de crear riquezas no solo al activar el ojo técnico; antes se precisa el oficio, el análisis y la conciencia aprehendida como aliada de lo fugaz más tarde definitivo en provecho del identitario nacional.
Este ensayo evidencia la importancia del punto de vista ante las interrogantes: ¿qué veré? ¿cómo lo veré? Ese acto precede, incluso, al de mirar por el visor, implica un gesto de editor y la postura del ejecutante formado sin prisas, durante lecturas, investigaciones, estudios sistemáticos, forjado en la escuela analógica y da seguimiento en la era digital, pero consciente de que antes tuvo presta la voluntad indagatoria, paciente, mesurada.
Cada foto/pieza exige comprender intertextualidades que interpelan al usuario/espectador, le transmiten una filosofía nunca inocente. De hecho, las perpetuidades reencontradas al azar alertan sobre lo que vivimos en el centro, la periferia, las vidas cotidianas dejan subir el detalle hasta el alma, trascienden la única posibilidad de ser percibidas, acarician superficies al ritmo superior de lo instantáneo, quedan inmanentes en el tiempo y en el espacio; existen tantos universos posibles, perduran acunados en las artes visuales, los perciben quienes “ven” con imaginación y sensibilidad, definitivamente.
Un comentario
Una excelente muestra que ha dado origen a este excelente artículo que la honra.