Puntadas de un sueño “hecho a mano”

La certeza de una vocación temprana llevó a Saday Rodríguez Cartaya a luchar contra cualquier obstáculo para abrirse camino en el mundo de la moda. Su constancia y renovada superación la han llevado al éxito y al reconocimiento del sector en Cuba y el extranjero


No puede precisar exactamente cuándo fue la primera vez que escuchó el sonido de una máquina de coser. Cuentan que los recuerdos comienzan a atesorarse desde el vientre materno. Muy probablemente fue durante esa época cuando la melodía contagiosa y repetitiva de la Singer de su madre la cautivó para siempre.

Una de las pasiones de Saday son las guayaberas y la creatividad que se necesita para modernizarlas. / Cortesía de la entrevistada

Saday Rodríguez Cartaya cierra los ojos; aún la ve afinando el hilo con la punta de los dedos para enhebrar mejor la aguja. Siente el roce de la polea azuzada por el movimiento de los pies sobre el pedal. La ve bostezar, casi al filo de la madrugada, mientras gira la tela para guiar la costura. En su visión infantil siente que su madre no para de coser. Entendería la explicación algunos años después: de ella sola dependían la pequeña Saday y sus cuatro hermanos mayores.

“Ella cosía sábanas, fundas y batas de casa que se vendían muy bien —recuerda Saday—. Generalmente eran piezas que se hacían rápido, porque necesitaba terminarlas y que le pagaran para poder sobrevivir. Aunque también arreglaba algunas ropas de sus clientes”.

Tendría ocho o nueve años cuando aprovechó que la madre andaba ocupada con sus quehaceres en la cocina y se atrevió a sentarse sin permiso frente a la máquina. Primero hizo una costurita sencilla, luego se fue animando, con mucho más confianza, cada vez que ella y sus hermanos quedaban solos por un rato.

“Me llevaba unos buenos regaños porque siempre estaba transformando mi ropa —confiesa, con un guiño de niña traviesa que todavía perdura en su carácter—. Entre los diez y once años, ya me permitió arreglar algunas ropas de los vecinos porque a ella no le alcanzaba el tiempo y la gente me las daba a mí. Así me ganaba un dinerito”.

Desde aquella época, ya Saday aspiraba a crear. No se conformaba con remendar ropas de sus vecinos: “yo quería coser piezas más sofisticadas y aprender más”. Así se lo dijo a su mamá y ella lo tomó como una ofensa, porque significaba que no seguiría exactamente sus pasos. Luego llegarían otras luces que la ayudarían a entender mejor a su hija.

“Lo poco que ella nos dejaba ver en el televisor me llamaba mucho la atención. A mis doce años estaban poniendo una telenovela brasileña que se llamaba Felicidad, donde la protagonista usaba un vestido que era como un babydoll, o sea, cortado debajo del seno. Por aquel modelo empecé a hacer mis primeros vestidos. Ninguno fue igual. Les ponía hasta ojetes a mano, y en aquel tiempo que quedaran con uniformidad era un lío”.

***

La ideas de aquella niña imaginativa, que nació bajo el influjo se su propias experiencias familiares, fue creciendo poco a poco hasta hacerse realidad. Hoy Saday Rodríguez Cartaya es muy conocida por sus guayaberas, para hombres y mujeres, aunque su trabajo como modista en general es reconocido dentro y fuera del país, también por la variedad de sus confecciones. Sus creaciones están disponibles para el público en una tienda del Hotel Palco, en las inmediaciones del Palacio de Convenciones de La Habana; y anhela con que su presencia en las redes sociales inspiren a otras personas o luchar por sus sueños de crear piezas únicas, además de ayudar a expandir la cultura del buen vestir en Cuba y otras partes del mundo.

¿Cuándo decidiste que te dedicarías por completo a diseñar y coser?

Trabajadores de la Empresa Alimenticia de Cienfuegos vistiendo de Saday Modista, en la feria Exposur 2022. / Cortesía de la entrevistada

A los 19 años empecé a trabajar en la fábrica de Confecciones textiles Lazo de la Vega. Allí surgen las guayaberas de la marca Criolla. Y coincidió mi estancia en aquel lugar con la llegada de unos inversionistas italianos que implementaron varias líneas productivas, con alrededor de ocho diseños diferentes, tanto para mujer como para hombre. Entre ellas había un diseño que se llamaba Cadillac y recuerdo otra que tenía una palma bordada en la espalda. Me encantó la manera en que se combinaban todos esos diseños y lo bien que se veían.

Un día mi inquietud me llevó a buscar trabajo en el Centro de Desarrollo Artesanal Quitrin. Allí aprendí la combinación de alforzas con la artesanía, las manualidades como el frivolité, el bolillo, los diversos tipos de tejidos, como los puntos de croché en las alforzas de las guayaberas. Eso también me cautivó. Estuve en la línea productiva y luego pasé para corte y trazo. Esa también fue una experiencia muy bonita, pero siempre volvía a la línea de producción, a la base, porque era la manera de poner mi imaginación a volar.

A partir de ahí se fue gestando mi decisión: empezaría a emprender como creadora independiente cuando estuviese reconocida por la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA) y por el Fondo Cubano de Bienes Culturales. Esa fue mi meta, y una vez lograda me propuse crear piezas diferentes. 

Tenía pensando un modelo de negocio que uniera la confección de guayaberas con labores artesanales, además de la costura a la medida, y la personalización de las confecciones con bordados.

Incorporar todo eso en un proyecto de trabajo y tener las personas o el capital humano que me acompañaran ha sido una labor difícil, aunque siento que en estos cinco años que hemos estado trabajando hemos logrado crecer muchos, pues hemos participado en programas televisivos y eventos internacionales como las ferias del turismo FITCUBA.

¿Cuánto tiempo has debido dedicarle al estudio y superación?

Toda una vida. A los 13 años, cursando octavo grado, decidí que tenía que pasar los cursos que brindaba la Federación de Mujeres Cubanas en la Academias de artes manuales. Los pasé casi todos: bordados, deshilados, corte y costura, tejidos diversos.

Había empezado la Licenciatura en Derecho y, en el tercer año de la carrera, me di cuenta de que ese perfil profesional no tenía nada que ver conmigo. Entonces decidí vincularme a la ACAA para nutrirme de cursos que brindaban sobre otras labores artesanales como randa y frivolité. Luego logré tener un buen teléfono con conexión a Internet y buscaba estudiar sobre las tendencias de la moda. Aún siento que me falta mucho por aprender, por eso siempre estoy ávida de saber más y de nuevos intercambios, como los que tuve en la semana de la moda de República Dominicana en 2023.

¿Qué aprendizajes trajiste de ese evento?

Saday, al centro, junto a los modelos que lucieron sus piezas en el desfile en la Casa de la Amistad, en febrero de 2024. / Cortesía de la entrevistada

Mi breve participación allí fue bien acogida. Tony Boga, uno de los diseñadores importantes de guayaberas (en República Dominicana se denominan chabacanas) propició mi participación en el evento, al cual estoy invitada nuevamente este año.

Fue una experiencia muy bonita aunque algo abrumadora porque el encuentro es gigantesco. Estuvo dedicado a la sostenibilidad y la economía circular de los tantos recursos que se emplean en cada diseño. Allí aprendí nuevas técnicas para la confección de guayaberas y pude ver las nuevas maquinarias que humanizan el trabajo más complejo.

¿Por seguir tu sueño has debido renunciar a otras vivencias?

Cualquier crecimiento requiere sacrificios porque se necesita un nivel de enfoque importante y mucho apoyo familiar. En ocasiones es preciso trabajar el espíritu al máximo, dejar tendencias de la propia personalidad atrás y sacrificar hasta compañías familiares que no ayudan a crecer, sino todo lo contrario.

Y sí, renuncié a la mediocridad de muchas personas cercanas, al “vivir como se pueda”, a la idea de que “cada día trae su propio afán y solo hay que dejarse llevar”.

También renuncié al hijo que siempre quise. Es triste asumirlo así, pero si lo hubiese tenido no habría tenido tiempo para él, para mi trabajo y para mi sueño.

¿Por qué te defines como modista y no como diseñadora?

Ser modista es mantener la esencia de esta labor que es la costura y todo lo que ella implica. Una modista crea lo que el diseñador soñó y bocetó, dibuja con sus manos, crea con su corazón, cose con su mente y da su cuerpo a cada obra o a cada hijo que nace de su trabajo. La modista también brinda el detalle, el tip de cómo hacer cada obra.

Eso es lo que he hecho toda mi vida. En primera instancia, en el 2010, para un desfile llamado Hoy como ayer. Luego, para otro desfile de nombre Afra, en 2011, y también para el desfile Origami. Estos eventos los llevo en mi corazón con mucho orgullo y doy gracias a esos diseñadores por tenerme presente para ser su modista.

Mi trabajo es un llamado a todas las personas que crean a través de la costura. A todas, les digo: “muestren lo que saben hacer y supérense. Creen con lo que tienen y con todo lo que puedan”.

Cuando se habla de la marca Saday Modista, uno siempre piensa en las guayaberas. ¿Fue algo que te propusiste o se debió a la casualidad?

Pienso que ellas me eligieron a mí. Cuando analicé qué podía hacer para diferenciarme, en lo último que pensé fue en las guayaberas porque, aunque siempre me acompañaron ya que era lo que más producía para otros, creía podría variar bien poco. Entonces me puse a estudiar. La historia de la guayabera es tan diversa y rica que, una vez que me fui adentrando en los detalles, me enamoré más de ella. Siento la obligación de sacarla de su clasicismo y traerla a nuestro entorno, a la actualidad, y brindarle mayor cubanía, hacerla más nuestra.

¿Te gusta que las personas te asocien con las guayaberas? ¿No crees que eso limita tu trabajo?

Es un riesgo que se asume en esta labor, pero soy bien exigente para que cada prenda quede con la diferenciación y la calidad precisa. Este es un mundo con muchos profesionales, es un escenario bien competitivo. En un futuro mi intención es ampliar mi proyección visual, sobre todo porque domino otras técnicas y artes; pero antes de correr hay que caminar, por eso he trabajado con la intención de posicionar las guayaberas con un estilo propio, al cual se le incluye el trabajo personalizado, a la medida y con diseños diferentes, todos de manera artesanal. Eso es muchísimo trabajo, para el que se necesitan personas bien motivadas y cualificadas.

¿Crees que, más allá del uso oficial y de los uniformes de algunas instituciones, las nuevas generaciones no aprecian el valor de la guayabera?

Hay una juventud que sí aprecia y le da valor a esta prenda, aunque la realidad es que está esquematizada, para un sector específico. Se asocia mucho con dirigentes, por ejemplo. En otros países no se ve solo para el uso de empresarios y funcionarios políticos, sino que está incorporada en su vestir diario. Quien luce una guayabera anda bien vestido, con diferentes diseños y modelos.

Saday ha asistido a varias emisiones de la revista Hola Habana para conversar sobre la confección de las guayaberas. / Cortesía de la entrevistada

¿Cómo ha sido ampliar el sueño original y qué puedes contar sobre la tienda en el Hotel Palco?

Ha sido difícil, como todo emprendimiento, pero no imposible. Lo más complejo es el recurso humano, que muchas veces no capta la idea del negocio y no entiende que Saday Modista no solo vende productos, sino que ofrece un servicio.

El principal servicio que brindamos en la tienda a los clientes consiste en hacerles un diseño que juegue bien con su cuerpo, con su personalidad y con el trabajo que desempeña. Cuando hablamos de la personalización no nos estamos refiriendo solo al bordado del logo de su institución en la tela. La personalización comprende llevar un concepto a una prenda.

Por otro lado, mantener la capacidad productiva comprometida es un gran reto. También el aprovisionamiento constante y estable de los materiales e insumos necesarios, y con un valor económico para vender productos que estén al alcance de más personas. Eso se convierte en ocasiones en una misión casi imposible por la inestabilidad de la economía.

Aun así, hemos sorteado todos esos obstáculos y seguimos trazando estrategias para mantener nuestra tienda cubierta con productos cubanos que brindan elegancia, cubanía e identidad. La tienda es un sueño hecho realidad, en vías de perfeccionamiento.

En tus redes sociales se nota tu vocación de enseñar, mostrando detalles sobre costura para que tus seguidores aprendan. ¿No temes que te copien?

Disfruto enseñar, y si me copian es bueno porque muestra que lo que hago tiene un valor. Mientras más exista la competencia, mejor producto y mejor servicio le llegará a muchas más personas. Creo que es un compromiso que debería tener todo emprendedor.

¿Cómo ves la moda, el buen vestir y la belleza?

Son conceptos en los cuales se debe trabajar mucho, desde las instituciones hasta cada actor económico que brinda un producto o servicio de este perfil. Es importante marcar diferencias en el producto y servicio ofertado. Así como las huellas dactilares son únicas, los estilos que pueda brindar cada emprendedor pueden ser exclusivos, según el estudio que haga y el interés que tenga para desarrollarse, además de la responsabilidad social empresarial de la cual se apropie cada líder de proyecto.

Por desgracia, la inestabilidad económica juega un papel negativo. No obstante, siempre encuentro estrategias para crear. Muchos lo demuestran en otros países. Por eso me pregunto: “¿por qué no demostrarlo en mi tierra, para mi gente?”

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2 comentarios

  1. Saday. Mi profesora , mujer empiderada , que brilla con luz propia.
    Creativa, inspiradora y sobre todo Cubana, su estilo y sus prendas de vestir llevan la psicología y la magia del cubano.
    FELICIDADES y muchos existos

  2. El resultado no solo viene acompañado del talento sino del esfuerzo, la dedicación y la disciplina.

    Nada llega de la nada cuándo depende de tu propia proyección personal.

    Felicitaciones por lo que muestra y que siempre piense que el camino al éxito viene acompañado de mucho sacrificio y del trabajo en equipo.

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