Cuba se empeña en revitalizar el baile nacional, aunque todavía no logra el anhelado alcance en la comunidad. BOHEMIA ilustra con positivas experiencias

Dicen los entendidos que el danzón es el punto de partida para el danzonete, el son, el mambo y el cha cha chá. Por eso, el segundo viernes de cada mes, en Centro Habana, en la Peña del Club Alfaro Pérez –del Movimiento Comunitario de Aficionados Amigos del Danzón–, se disfruta de lo lindo cada género musical de esta tierra bendecida por sus sonoridades diversas, admiradas en ese vasto mundo que nos “regaló” timbres africanos, andaluces y de muchas otras partes. Acá, con aguzado oído, los fusionamos y los volvimos maravillas. Esas son las herencias que un grupo de mujeres y hombres honran con pies, torsos y despampanantes sonrisas de orgullo y satisfacción. Y uno, aunque en labor reporteril, no puede quedarse impasible y hasta “echa su pasillo” con la Orquesta Estrellas Cubanas, conducida por Gerardo Veloz, conocido por Chapellí.
Una tarde, por esas providencias del camino, conocí a una pareja de danzoneros, Valentina y Marcos Antonio, lo que provocó deseos de conocer más sobre la danza tradicional y popular, Patrimonio Cultural Inmaterial de Cuba, a la que a ratos se le suelta la mano, dejándola a la deriva de los necesarios apoyos para que de verdad se le asuma como una de las tantas raíces de la nación. El danzón es símbolo, igual de esencial en la siempre ardua lidia por la identidad nacional. Bohemia decide entonces atisbar en un activismo otro, el cual se materializa como mejor lo hace el cubano: bailando, tanto el virtuoso como el “patón”.
Por intermedio de Sonia Pedroso, divulgadora provincial de dicho Movimiento, supimos que en la capital cubana hay nueve clubes, con 262 afiliados, diseminados por Diez de Octubre, Arroyo Naranjo, La Lisa, Playa y el referido municipio de Centro Habana; extendidos al resto de Cuba en 132 clubes, con 11 500 asociados. El empeño supera el momento sabroso de moverse, porque se trata de “preservar la riqueza del danzón como nuestro baile nacional, creado en la segunda mitad del siglo XIX por el músico cubano Miguel Faílde, y conocido cuando en 1879 estrenó en Matanzas Las Alturas de Simpson”, constata la entrevistada, para añadir informaciones tan interesantes como que los danzoneros tienen una especie de reglamento o código de conducta consistente en el buen vestir con abanico, sayas o vestidos en las mujeres y guayaberas o camisas en los hombres; disciplina; ser personas cabales y autogestionarse con lo que cada cual pueda aportar.
En el intento porque al baile no le llegue la hora de la extinción en el imaginario de la gente, se divulga sobre sus artes, historia y actividades, a través de dos programas: Mi danzón, en Radio Progreso, cada sábado, a los 5.30 p.m.; y Danzón Cuba, en Radio Cadena Habana, todos los domingos, a las 8.30 a.m. Son esfuerzos mancomunados en la radiodifusión de la destacada musicóloga Isela Vistel Columbié y la propia Sonia. También en La Habana los clubes se reúnen cada tercer miércoles del mes, a las 4 p.m., en la Peña del Paseo del Prado, escoltada casi siempre por la Orquesta Piquete Típico Cubano. ¡Y vaya que tienen impacto!: las personas se detienen y se divierten.

Gotas de un mar de posibilidades, mas gotas al fin. Debido al significado cultural y al alcance internacional de la antaño muy gustada practica bailable, consideramos que urge un mayor acompañamiento a todos los niveles. ¿Por qué no existen programas televisivos que asiente la tradición? ¿Ya a nadie le interesa producirlo? Es cierto, el movimiento aficionado danzonero cuenta con el soporte de las Casas de Cultura, a cuyo Consejo Nacional pertenecen; sin embargo, tras lo observado en la Casa Comunitaria de Los Sitos, nos percatamos del deterioro constructivo, instrumentos rotos, etcétera. Atentan contra el danzón la insuficiente realización de competencias y de exhibiciones locales, provinciales o nacionales, y su incompleta enseñanza por la masiva falta de instructores de arte.
Aun con esas carencias, tenemos otros ejemplos dignos, como el del prestigioso Ethiel Faílde, joven músico y tataranieto del creador del género, quien le dedica horas y tesones. Incluso impulsa una iniciativa dentro de la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) con el objetivo de que al danzón se le considere Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, acción meritoria, pero precisamente por la valía de la autóctona creación bailable debía acompañársele más puertas adentro. Otra actividad para imitar es que, de tanto en tanto, en octubre y como parte de la Fiesta de la Cubanía, Bayamo acoge el Festival del Danzón, con participación de parejas de bailadores provenientes de varias partes del país. Asimismo, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y el Ministerio de Cultura de Cuba organizan y aúpan coloquios y encuentros danzarios, loables compromisos que deberían hacerse sostenidos en el tiempo.


En lugares como México, Venezuela, Colombia y España, el danzón también conforma el acervo cultural sin demasiado apoyo gubernamental, razón para que, dadas nuestras características como país, a las orquestas tradicionales y a los clubes de danzoneros del patio se les levante un “monumento” de respaldo en los medios de comunicación y, por qué no, en las redes sociales y en escuelas, a fin de que el refinado baile se vuelva entrañable. No hablo de un despropósito, pues Ethiel Faílde, al brindarle al público su novedoso “danzón-timba”, sugestiona al deleite.
Alcanzar notables audiencias danzoneras debe ser un propósito; hay que arropar no solo su conocimiento, sino su expansión: tenemos los recursos humanos para lograrlo. Duele que en La Habana, de casi dos millones de habitantes, solo 262 personas se declaren abiertamente simpatizantes del danzón. Si como esta reportera y el colega Leyva los vieran en el conjunto de sus giros, miradas gustosas y despliegues de abanicos, coincidirían en que es imperativo hacer que nuestra infancia se vea imantada por un baile que no debía, por su desuso, lucir el cartelito de cosa pasada. Que se avive el danzón, porque de no hacerlo a las futuras generaciones les puede faltar un pedazo de genuina cubanía.
4 comentarios
Muchísimas gracias por tan abarcador trabajo. El danzón es nuestro Baile Nacional, pero no puede ser sólo una frase, hay que hacerlo sentir como tal, todos nos tenemos que involucrar con la batería bien cargada.
me encanta lo del código de vestimenta, además de los otros, con las nuevas costumbres y otras particularidades que no vienen al caso, estamos perdiendo el arte de vestirnos adecuadamente, no soy buena bailadora, pero un buen ambiente es siempre disfrutable
Muy justo, promocional y acertado reconocimiento
a nuestro paradigmático genero identidario mundial
vigente popular en México,.
Además del baile enaltece
escucharlo como exquisita
obra instrumental musical y
exquisito instrumental
El danzón era importante en el ambiente sonoro de mi infancia (1940) Se escuchaba bastante en la radio. Se tocaba y bailaba en las fiestas; nunca tuve bien claro cuando entraba el estribillo en que se debía descansar.. Me sabía la letra de muchos. Después aparecieron el mambo y el Cha cha cha, que enseguida se hizo muy popular. Se agradece esta publicación y cuanto se hace, ojalá que más, por realzar y mantener la vigencia de este patrimonio cultural y popular cubano.