El Imperio romano captó el concepto persa de yakchal, o “pozo de hielo”, útil para bebidas y alimentos. En Siria nace un inventor prestigioso, prácticamente desconocido
Salvo que se viva en los casquetes polares del planeta, la única forma de conservar mejor los alimentos es mediante sistemas artificiales. La búsqueda hacia la nevera moderna tuvo un camino largo. Como momento importante se marca 1748, cuando el profesor escocés William Cullen realiza experimentos en la Universidad de Glasgow con éter al vacío, el cual se evaporaba y absorbía el calor circundante, produciendo hielo, siendo la primera experiencia documentada de refrigeración artificial.
Luego, en 1879, el alemán Karl von Linde fue pionero del frigorífico doméstico mecánico. En 1800, el ingeniero estadounidense Thomas Moore crea el término “refrigerador”. Cinco años después, su coetáneo y colega Oliver Evans, aunque no la construye, bosqueja una máquina con similares procesos químicos a los de Cullen. Le corresponde a otro norteamericano ser considerado “padre” en esta disciplina: en 1835, Jacob Perkins patentó el primer sistema refrigerado por compresión de vapor bajo la denominación “aparatos y medios para producir hielo y líquidos refrigerantes”. El éxito le fue esquivo comercialmente.
La historia sigue; el francés Ferdinand Carré desarrolla, en 1857, un sistema que usaba amoniaco como refrigerante y agua como absorbente. La fabricó en 1861 la empresa Mignon & Rouar, de París. Un año más tarde, exhibió su ingenio en la londinense Exposición Universal. In situ produjo 200 kilos de hielo por hora. Finalmente, casi dos décadas más tarde, comienza su venta. Vendrían nuevas aproximaciones desde el diseño industrial, la física y la química. En 1913, el norteamericano Fred W. Wolf inscribe la patente del primer refrigerador eléctrico doméstico.
A partir de ahí su ascenso ha sido meteórico, con innovaciones en colores, tamaños, eficiencia. Por ejemplo, en Cuba, en la Revolución Energética (2004-2008) concebida por Fidel Castro Ruz, junto con muchas acciones ahorradoras, se sustituyeron 4.4 millones de equipos de alto consumo: 2.6 millones fueron refrigeradores, lo cual propició mayor calidad social y personal.
Estas y otras precisiones pueden encontrarse fácilmente en Internet. Ahora, lo que escapa a la notoriedad tiene su epicentro en el Oriente Medio, Siria en particular. Oriundo de Homs, en el oeste del país levantino, Ihsan Al-Hafez era un sencillo vendedor, a quien la refrigeración le sonaba ajena. El azar concurrente, catalizador de tantas cosas novedosas, hizo que se interesara por la mecánica. Sus descendientes refieren que llegó a tener un taller, el cual devino “laboratorio” tecnológico de máquinas textiles y relacionadas con la alimentación.
Sus experimentaciones lo tuvieron concentrado en asuntos diversos: en 1951 monta el primer frigorífico individual –modelo sirio– para conservar la buza, o helado árabe, una receta con ingredientes locales, cuya textura difiere del resto. Desde entonces Siria se siente orgullosa de contar con medios propios, continuados en la contemporánea Al-Hafez Company, matriz de los refrigeradores 406FX y de varios artículos, como aires acondicionados, ventiladores, unidades de manejo de aire, humidificación, etcétera, refiere el sitio Al Mayadeen. (1)
A su nevera le fue otorgada la certificación ISO 9000, conjunto normativo de control, calidad y gestión de la misma, de la Organización Internacional de Normalización (ISO), anexa a la ONU. Alcanzó fama gracias a la Exposición de Refrigeración Chicago 1960, donde lanza el lema “No basta con crear, hay que seguir brillando”.
El pueblo sirio se ha hecho eco de la sabiduría colectiva, sorteando ingeniosamente las sanciones extraterritoriales yanquis bajo el rótulo “Ley César”. El trasfondo radica en un objetivo esencial más allá de las relaciones Siria-Estados Unidos, porque atañe a la propia definición del proyecto estadounidense en la región. Siria, además, desde hace 13 año es acosada por terroristas y sufre robo de recursos energéticos. Cerca de 15 ilegales bases estadounidenses en territorio sirio se adueñan del petróleo de Hasakeh y Deir Ezzor. En ese entorno, los continuadores de este Al-Hafez se desenvuelven con maña y hasta son capaces de producir refrigeradores ecológicos, a tono con la época.
Un comentario
interesantísimo, no solo como curiosidad, sino que también muestra el ingenio y laboriosidad del pueblo sirio. En mis tiempos de la web de Bohemia me lo habría ‘robado’ para la sección ¿Sabías? con la certeza de que tal vez para la mayoría sería un conocimiento nuevo y de agradable lectura.