Cuando las redes de atención primaria y secundaria cierran fila, a la muerte le queda muy poco o ningún margen
Vuelve Sancti Spíritus a demostrar que por muy compleja que se torne la situación económica, financiera, material… e incluso en medio de un éxodo de profesionales hacia otros sectores o fuera del país, la Salud puede mantener un comportamiento digno, en muchos casos envidiables, en indicadores fundamentales.
Sin ruidos –porque no para ello se trabaja- el Programa Materno Infantil (PAMI) del territorio acaba de cerrar un año con positivos resultados, en general.
Países desarrollados, con condiciones mucho más favorables, celebrarían alcanzar una tasa de mortalidad infantil de 5 menores de un año fallecidos por cada mil nacidos vivos. Sancti Spíritus, sin embargo, con todas las escaseces y limitaciones del momento (el grueso ocasionadas dentro del sector por el brutal bloqueo impuesto por sucesivas administraciones estadounidenses) concluyó el 2024 con una tasa de 3.6, la más baja del archipiélago.
Si ese resultado fuese aislado podría pensarse en “suerte, casualidad”. Pero si la Salud en la provincia muestra una estabilidad al respecto, durante años, que la ha hecho sobresalir entre las mejores del país, entonces hay que descartar toda hipótesis vinculada con el azar.
El doctor Francisco García González, jefe del PAMI, afirma que, “si bien varios factores tributan año tras año a resultados así, es indiscutible que gran peso recae en la integración lograda por los niveles de atención primaria y secundaria.
“Un elemento importante es que tenemos cobertura total de médicos y enfermeros de la familia en consultorios. Esa es una fortaleza, porque permite atender mucho mejor a la embarazada y al recién nacido allí, en la base, en la comunidad, en el Consejo Popular, donde –además- es vital que haya una verdadera intersectorialidad a favor de la salud y de la vida.”
No hay que ser experto para saber que esto resulta decisivo para que la futura madre siga a pie de letra orientaciones de su médico o de los especialistas, asista a las consultas programadas, se realice los cuatro exámenes prenatales que, como mínimo, se le indican, o ingrese en el hogar materno de su municipio, con todas las condiciones para acoger a embarazadas con algún tipo de riesgo.

Ningún análisis puede obviar el empeño para concretar novedosos sistemas para el seguimiento y atención longitudinal genética a la gestante y al neonato como el denominado SALGEN, así como también el PRECON, el cual favorece que la mujer llegue lo mejor posible al embarazo.
“Bases así –considera Francisco- permiten entonces un desempeño más favorable de nuestros especialistas en la red secundaria, en la que se trabaja intensa y apasionadamente. Una evidencia está en el más del 98 por ciento de supervivencia del paciente grave y crítico en las terapias neonatal y pediátrica. Eso es calidad en la atención.
“Debo agregar que ha sido muy oportuno el apoyo de profesionales que laboran en la red primaria para fortalecer la atención hospitalaria, así como la capacitación rectorada por la Universidad de Ciencias Médicas, sobre todo mediante postgrados acerca de riesgos más frecuentes durante el embarazo y otros asuntos que inciden y determinan”.
En fin, si algo no deja margen para la menor duda es el rigor, fuera de toda improvisación o empirismo, con que ha trabajado la Salud espirituana.
De otro modo, difícilmente la provincia hubiera podido registrar ese 3,6 de mortalidad infantil (a pesar de contabilizar 625 nacimientos menos), ni reducir el embarazo en la adolescencia, ni estar por debajo de la media nacional en un indicador tan estratégico como el bajo peso al nacer: con 95 casos menos y un índice de 6.