Foto./ unidadeditorial.es
Foto./ unidadeditorial.es

Te lleno la barriga, pero luego te mato

El colonialismo israelí rebasa sus propios métodos de expansión. Ahora utiliza la fórmula de provocar hambre como arma de guerra, aunque diga no hacerlo. Y el mundo se “traga” esa mentira


Mientras este 12 de mayo de 2024 en buena parte del planeta, incluida Cuba, se celebraba el Día de las Madres, en Palestina y todo el mundo árabe ya había pasado, pues lo recordaron en marzo. Y fíjese que no digo “celebraron”, lo cual sería una ofensa a la decencia y una afrenta a las abnegadas mujeres que en esas culturas, casi más que en ninguna otra, son el horcón puertas adentro. El varón lleva el sustento a casa, pero son ellas las que regatean en el mercado, revuelven recetas y vigilan por que la prole esté adecuadamente alimentada. Actos elementales de supervivencia venidos abajo en vertiginosa escala de hambruna desde el 7 de octubre de 2023, cuando la resistencia palestina, con preponderancia de Hamás, atacó puestos israelíes.

Desde entonces el Gabinete de Guerra, liderado por Benjamín Netanyahu, emplea a la aviación civil y los tanques supuestamente contra la milicia islamita (gobierno en Gaza, elegido democráticamente en las urnas en 2006 por la población del enclave costero); sin embargo, no se limita a esas armas: recurre a métodos tan antiguos como el mundo mismo: matar por falta de alimentos a los sitiados. No han sido pocas las veces que la ONU ha alertado sobre una inminente inanición entre la población palestina. Demasiado optimismo para mi gusto. Los palestinos no padecerán hambre. ¡Ya la padecen!

Además de los colosales asesinatos de sus hijos (alrededor de 35 000 hasta esta fecha) y la mutilación y heridas de otros (78 000), las madres palestinas no tienen donde cocinar; peor aún, no tienen con qué. De un lado a otro vagan las mermadas familias, pues ya debe de ser casi imposible encontrar una completa. Se mueven en las coordenadas del espanto del genocida israelí, que con calculado cinismo conmina a esos mismos que ametralla desde el aire a desplazarse hacia zonas “seguras”, que, por obra y gracia de misiles y drones, se vuelven inseguras. Hasta un convoy de la organización benéfica World Central Kitchen fue bombardeado, en tres oportunidades, por un avión no tripulado de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) mientras intentaba donar alimentos a algunos necesitados.

La alevosía es mayor cuando evita la entrada de ayuda humanitaria, envíos de recursos básicos para la supervivencia. Aunque Netanyahu y sus aliados digan que todo el operativo militar es contra Hamás ya queda claro que es una burda y colosal falsificación de los hechos.

El objetivo es la gente llana; los palestinos molestan. Rendirlos por hambre es una táctica que abarca un amplio espectro de procesos: la negación de la entrada de actores humanitarios en un área determinada; el cierre de carreteras, puertos u otros medios de transporte, para evitar la distribución de alimentos; la destrucción de cosechas y de pozos u otros sistemas de acceso al agua, y muchos otros procesos. Israel lo ha utilizado todo, sin importarle que se trate de un crimen contemplado como arma de guerra en el derecho internacional. A Netanyahu y a sus seguidores racistas eso les importa un rábano.

Visto fríamente, el hambre a gran escala es un proceso barato y silencioso. Mujer palestina frente a un caldero vacío. Su rostro resulta elocuente. / france24.com

Mi indignación se ha desatado otra vez cuando leí la noticia que sigue: “Hoy (12 de mayo, nuestro Día de las Madres), de acuerdo con la directiva del Gobierno de Israel y en coordinación con el Gobierno de los Estados Unidos, se abrió el cruce de Erez occidental, en la zona del norte de la Franja de Gaza, para el traslado de ayuda humanitaria a los residentes”. Se entiende entonces que prosaicamente Israel dé de comer, para luego volver a matar.

En Gaza ya no hay espacio seguro. Después de asesinar en masa, el objetivo cimero es desterrar a los sobrevivientes hacia Egipto. Por ahora, el asunto sigue en los límites palestinos, donde cerca de 1.5 millones de personas se vieron obligados a abandonar el norte y el centro de la Franja de Gaza. (1)

Otro ingrediente –y no precisamente para una receta de cocina– que me tiene muy molesta es la hipocresía con la que Washington intenta “limpiarse” ante la comunidad internacional, sobre todo frente a la “combativa explosividad estudiantil”: Antony Blinken, secretario de Estado de la nación norteña debió reconocer que Israel ha matado a más civiles que a terroristas al incursionar en la Franja de Gaza. Frente a cámaras de televisión, el alto funcionario estadounidense manifestó que “aunque Israel ha implementado procedimientos, reglas y regulaciones para intentar minimizar los daños civiles, debido al impacto que esta operación, esta guerra en Gaza, ha tenido en la población civil, esos procedimientos no han sido aplicados de manera consistente y efectiva”. No obstante lo dicho, remató con “aún no tenemos una conclusión”. A casi 9 000 kilómetros de distancia, la Casa Blanca sigue jugando a ser ese Dios padrino incondicional de Israel. Entretanto, el sionismo sigue un patrón diabólico de “repartir panes y peces” para después matar a quienes se los comen.

Comparte en redes sociales:

Un comentario

  1. El colmo de la hipocresía y el cinismo. El genocidio sionista contra el pueblo palestino desnuda la naturaleza criminal de un sistema hegemónico imperial decadente entrampado en sus propias contradicciones internas insolubles y cada vez más incapaz de engañar a todo el mundo todo el tiempo. Palestina vencerá.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos