Foto. / fmglobo.com
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Tomadas del brazo

Las telenovelas turcas a menudo se inspiran en asuntos ya abordados por las letras de esa nación, e incluso versionan textos literarios clásicos o bestsellers


Cuando en 1980 la serie cubana El halcón fijaba a los niños y adolescentes frente a la TV en toda la Isla, nadie podía imaginar que transcurridas poco más de tres décadas múltiples producciones audiovisuales provenientes de Turquía encandilarían aquí a públicos aún más heterogéneos.

Aquella era una adaptación –dirigida por Miguel Sanabria, protagonizada por Jorge Villazón e Irela Bravo– de un clásico de la narrativa turca: cuatro volúmenes en torno a las peripecias de Memed El Flaco, un justiciero empeñado en defender a los campesinos oprimidos. Su autor, el literato y periodista Yaşar Kemal, escribió decenas de novelas; muy respetado en su patria, fue nominado al Premio Nobel y recibió varios galardones internacionales.

Los guionistas de las series basadas en el imperio otomano se auxilian de las investigaciones históricas y de la literatura creada en ese período. / fmglobo.com

Nuestra modesta puesta en escena no se compara, en cuanto a despliegue de recursos y tecnologías, con las actuales telenovelas de aquel país, en las cuales se invierten incluso cifras millonarias para recrear épocas, vestuarios y ambientes fastuosos. Así ocurre con las inspiradas en sucesos del imperio otomano (1300-1920), entre ellas Resurrección: Ertugrul; Kurulus: Osman; Mehmed; Reinos de fuego; El Sultán; Kosem, la sultana. 

Si bien esas suntuosas producciones no suelen reproducir textos literarios específicos, aluden a personalidades y situaciones presentes en la historia y las letras de la nación (con posterioridad al asentamiento del Islam en el territorio, florecieron dos líneas paralelas: la literatura Diván o clásica y la costumbrista).

Resulta innegable que el lujo, el exotismo, las tradiciones son elementos clave en el atractivo de los culebrones turcos; pero sus seguidores igualmente resaltan como incentivos el manejo de las emociones, la defensa de las relaciones familiares, el erotismo recatado, la profesionalidad de los actores.

Ya sean las denominadas “series de época” o las que presentan entornos asociados con nuestros días, en algunos casos el vínculo con la literatura nacional se establece cuando los intérpretes mencionan a escritores y libros. Love is in the air (difundida también con el título de ¿Será que es amor?) constituye un ejemplo. Sus protagonistas –el empresario Serkan y Eda, estudiante de arquitectura, enlazados en una pasión conflictiva– leen, además de El Principito, del francés Antoine de Saint-Exupéry, la novela Madona con abrigo de piel, publicada en los años 40 del siglo XX por Sabahattin Ali y después llevada al cine y al teatro.

En Love is in the air la pareja protagonista lee la novela Madona con abrigo de piel, publicada por Sabahattin Ali en los años 40 del siglo XX. / primevideo.com – / libro.fm

Estambul, la hechicera

Un elemento que a menudo se erige casi como otro personaje es la capital turca. Los realizadores de los dramas y comedias audiovisuales que acontecen en sus predios nos muestran el paseo marítimo, edificios emblemáticos, parques, barrios antiguos; el movimiento citadino a diversas horas del día y la noche.

Ese es un aspecto en común con la obra de Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura en 2006. Sus relatos no han sido llevados a telenovelas –a sus admiradores les parecería una herejía hacerlo–; sin embargo, la metrópoli aflora en El museo de la inocencia (Kemal rememora sitios visitados con su amada Füsun), El libro negro (historia policíaca, “poco convencional”; Galip, joven abogado, recorre sin descanso las calles tras el rastro de su esposa, Rüya, quien aparentemente ha huido con un periodista) y muy especialmente en Estambul, ciudad y recuerdos.

Impregnado de nostalgia, este último volumen nos presenta parajes vinculados con la familia del escritor y transitados por él desde la infancia, incluido el estrecho o canal que divide la población (cuyos puentes se exhiben sin falta en las series ambientadas en ella).

“En los años cincuenta, la línea de autobuses Taksim-Emirgân también pasaba por Nişantaşı. Para ir al Bósforo con mi madre, tomábamos este autobús en la parada que había delante de casa. Si íbamos en tranvía debíamos caminar largo rato desde Bebek, la última parada, hasta el lugar en el que todos los días nos esperaba el barquero. Me producía un enorme placer pasear en barca por la bahía de Bebek entre barcos de pesca, cúteres, vapores de las líneas urbanas, pontones cubiertos de mejillones y faros, abrirnos al Bósforo y sentir la fuerza de la corriente y notar cómo los barcos que pasaban sacudían nuestra barca con el oleaje que levantaban, y habría querido que esos paseos no acabaran nunca.

“El placer de pasear por el Bósforo se debe a que uno siente que se halla en un mar en movimiento, poderoso y profundo dentro de una ciudad enorme, histórica y descuidada. El paseante, avanzando a toda velocidad por la corriente del Bósforo, nota que le sobrepasa la fuerza del mar en medio de la suciedad, el humo y el ruido de una ciudad superpoblada, e intuye que todavía le es posible estar solo y ser libre entre tanta gente, tanta historia y tantos edificios”, reflexiona Pamuk.

De la página a la pantalla

Algunas ficciones concebidas en los siglos XIX, XX y XXI cuentan con versiones televisivas. Una muestra: Amor prohibido (Aşk-ı Memnu), escrita en 1899 por Halid Ziya Uşaklıgil (1866-1945; se le considera un pionero de la narrativa turca que sigue pautas europeas contemporáneas), saltó a la TV en 2008 y aunque la translación sitúa la trama en la actualidad, mantuvo los personajes y los sucesos del texto primigenio. El triángulo pasional en el cual se implican la hermosa Bihter, el maduro millonario Adnan y su sobrino Belhul, así como las ideas debatidas, atraparon a telespectadores de disímiles clases sociales (se afirma que el día del capítulo final los diputados del parlamento de Ankara interrumpieron su sesión para verlo), dentro y fuera de Turquía.

Siguiendo un orden cronológico, corresponde referirse a ¿Qué culpa tiene Fatmagül?; su autor, Vedat Turkali (profesor, narrador, dramaturgo, guionista y director cinematográfico), publicó la novela en los años 70 del pasado siglo y partió de un hecho real, exponente de una práctica repudiable: si un hombre violaba a una mujer, pero se casaba con ella, el ataque no era considerado un delito. Con su crítica, el texto contribuyó a que esa forma de agresión fuera penalizada en el país.

Veamos una síntesis del argumento literario y televisivo: Fatmagül vive feliz en un pueblo costero hasta que, tras ser acosada y violada por tres jóvenes adinerados, es repudiada por su novio y debe contraer matrimonio con el herrero Kerim, testigo del crimen, a quien el padre de Erdoğan Yașaran (uno de los canallas) soborna para que asuma la culpa. La pareja se muda a Estambul, donde surge el amor, entonces el esposo denuncia a los asaltantes y triunfa la justicia.

Tanto el libro como la adaptación audiovisual de ¿Qué culpa tiene Fatmagül? condenan una aberrante práctica machista.
/ assets.vix.com –  /  iberlibro.com

Por su parte, Hercai es un drama romántico; narra cómo la venganza de Miran contra el enemigo de su familia se frustra al enamorarse de Reyyan (a quien debía seducir y abandonar), la hija del malvado. A los clichés adictivos del género se suman las bellas locaciones en la provincia de Mardin y la representación de costumbres locales. Difundido primero por WhatsApp y luego en formato de libro (2017), el texto que devino puesta audiovisual pertenece a una mujer: Sümeyye Koç.

Hoy abundan los reproches contra las telenovelas por no mostrar la realidad turca tal cual es –a diferencia de la literatura seria–, sino reflejos compatibles con las demandas del mercado. Sin embargo, debemos reconocer que en ocasiones ambas han marchado por caminos cercanos, cuando no tocándose la punta de los dedos o tomadas del brazo.

Entre sus atractivos Hercai cuenta con escenarios y costumbres inusuales para los públicos occidentales. / elcomercio.pe – / amazon.com

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