En Palestina, respirar supone una heroicidad. Eso hace una de las ganadoras de un Premio Emmy 2024, la periodista gazatí Bisan Owda
Son un traje a la medida si logran arropar circunstancias, ideas, percepciones, ensoñaciones, pesadillas…. Ellas, las palabras, son también traicioneras cuando quien las esgrime pretende construir imaginarios convenientes a determinados intereses, pero siempre, siempre, proyectan una imagen, real o ficticia. Ahora me hago eco de una reveladora frase, condensación de este tiempo de inmensas crueldades, como de grandes hazañas. Es de Jean-Luc Godard (1930-2022): “la epopeya está reservada a los israelíes, y el documental, a los palestinos”.

Jacques Rancière, filósofo contemporáneo francés, se apropió de la expresión en 2012 para un artículo al diario argentino La Nación. Al desmenuzar esta percepción del cineasta franco suizo, influyente creador de la nouvelle vague, Rancière enfatiza su postura determinista, pues según él “la ficción es un lujo y lo único que queda a los pobres es mostrar su realidad, su miseria”. Sencillamente se traspasa lo visto al espectador sin ningún “vuelo”.
Enunciado ahora desmentido por la periodista palestina Bisan Owda, ganadora de un Premio Emmy 2024 a cuenta de su documental Soy Bisan de Gaza y sigo viva. El audiovisual muestra crudamente, con cierto lirismo, la supervivencia de su familia, obligada a abandonar su casa en Bait Hanun. Describe las destrucciones dentro de la franja costera a causa de los bombardeos israelíes.
Con primeros planos abiertos, más paneos de cámaras, de lo particular al entorno circundante, esta joven realizadora sintetiza cualidades reporteriles y creadoras. Sus propuestas juegan entre las claves de la noticia y la estética de un tipo de producto nuevo, muy difundido a través de las redes sociales. En el caso de Bisan Owda suman millones sus seguidores en el planeta. Sus compatriotas la adoran porque les proporciona una voz, un verbo.
Poder movilizador de la imagen

Volvamos a Rancière. En su ensayo El espectador emancipado, alega sobre la desaparición de la capacidad crítica del arte, así como su potencial movilizativo. Y lo grafica de la siguiente manera: “Hubo una época en que el arte vehiculizaba claramente un mensaje político y la crítica trataba de develar ese mensaje en las obras. Era la época de Bertolt Brecht, cuyo teatro denunciaba explícitamente las contradicciones sociales y el poder del capital. O entre los años 1960 y 1970, cuando se desarrolló la denuncia de la sociedad del espectáculo, con Guy Debord. Entonces se creía que mostrando ciertas imágenes del poder –como una montaña de mercadería o starlettes (estrellas jóvenes) exhibiéndose en las playas de Cannes– se haría nacer en el espectador una conciencia del sistema de dominación reinante y la aspiración de combatirlo. Es esa tradición del arte crítico la que está en vías de desaparición desde hace 25 o 30 años”.
Me permitiré contradecirlo. De ser afirmativo tal postulado, ¿cómo es posible la ocurrencia en semejantes definitorios momentos para la humanidad del impacto de la obra de una desconocida en los amplios circuitos de la comunicación hasta 2023? De haber pasado sin pena ni gloria en la conciencia de la colectividad mundial –con énfasis en la juventud estadounidense–, el aludido documental palestino no hubiera llamado la atención. Y justo eso sucedió: Entre actores y guionista, 150 creativos de Hollywood escribieron una carta abierta con demandas favorables a la anulación de la lista de “elegidos” a un premio Emmy de Bisan Owda, en la categoría de Reportaje Destacado de Noticias Duras, Formato Corto, anunciado el 25 de julio 2024. Ese universo, en su mayoría pro sionista, intentó sin lograrlo evitarle lauros a la reportera e influencer árabe. Un Emmy es algo serio: reconoce méritos a aquellas creaciones “salidas del montón” diciéndonos algo diferente, o dichas de otra manera.
Apañar al sionismo
Los adversarios de Bisan, aglutinados en el grupo “Comunidad Creativa para la Paz” (siglas en inglés, CCFP) –en apariencia progresista–, trataron infructuosamente de presionar a la norteamericana Academia Nacional de Televisión, Artes y Ciencias (sigla en inglés, NATAS) con el argumento del supuesto “historial de promoción de falsedades peligrosas, propagación del antisemitismo y condonación de la violencia”. ¿Será necesario que otros 42 000 palestinos sean asesinados para darle credibilidad a las voces y palabras llegadas desde Palestina?
Periodismo y arte, vehículos de la verdad

Soy Bisan de Gaza y sigo viva, teóricamente se adscribe al perfil documentalístico hecho desde el periodismo; no obstante, esta verdad, la realización de Owda, despeja cualquier duda acerca de si el documental es un género audiovisual que excluye necesariamente la dirección de arte. Con una visión realista de la situación en Gaza, la joven artista se apropia de la imagen con creatividad y muestra con amplia maestría la devastación masiva, las graves penurias de la población, las evacuaciones constantes, las largas marchas, la escasez de alimentos, la calamidad sanitaria. Hay en todas esas tomas otro mensaje incómodo sobre la resistencia del pueblo palestino, su determinación a resistir, a pesar de todo, la sangrienta opresión sionista-imperialista. Ello se rezuma en cada nota expresiva. La verdad es la siguiente: resultó debido a su inequívoco mensaje.
Mediante este filme, los cibernautas y la gente en general pueden tomar conciencia autorreflexiva, explicándose la veracidad del ser palestino, ese mil veces escamoteado y prostituido bajo el eslogan de “Israel solo se defiende, porque es reactivo, nunca colonialista”. En tanto medio comunicativo, este documental retoma la validez brechtiana. Viene a ser un mazazo a la falsedad hollywoodense sobre el presunto terrorismo árabe. Coloca en primer plano al terrorismo de Estado israelí, con guiño cómplice de la Casa Blanca y del “culto” a Occidente.
Esta mujer, Bisan Owda, desafía la metralla, tiene una misión diaria desde las redes sociales: atestiguar sobre la crueldad, vindicar a su patria y contribuir al despertar de los dormidos y anestesiados con lo fácil, bonito, aséptico, de escasa captación de la vida. La polémica alrededor de Owda demuestra que no existe periodismo, ni arte, ajeno a la ideología. Difícilmente logre salir de Gaza por el Emmy, pero al comunicar se libera. Ella lucha: respira.
Un comentario
Sería justo y útil poder ver y divulgar la obra testimonial de Bisan Odwa, mantener la información y alegato de la lucha y sufrimiento para la incansable denuncia del genocidio israelí en la heroica causa Palestina