Trump cuestionó la eficacia de la ONU, atacó la inmigración y promovió su visión unilateral del poder global. / noticiaslatam.lat)
Trump cuestionó la eficacia de la ONU, atacó la inmigración y promovió su visión unilateral del poder global. / noticiaslatam.lat)

Unilateralismo global marca Trump

Desde aranceles hasta geopolítica, su discurso evidenció la visión imperialista que el mandatario promueve ante el mundo


El discurso de Donald Trump ante la 80ª Asamblea de la Organización de Naciones Unidas fue la constatación del caos político que atraviesa el planeta. Frente al auditorio, el mandatario dedicó buena parte de su intervención a dinamitar el multilateralismo y a proponer, en su lugar, una suerte de gobierno global imperial del que ni siquiera formarían parte sus tradicionales socios occidentales. El problema fue más allá de la frivolidad y la puerilidad que suelen acompañar al republicano: denunció un supuesto sabotaje por fallas técnicas tan triviales como el apagón de una escalera eléctrica o el mal funcionamiento de un teleprompter –al parecer ocasionados por su propio equipo–, y aprovechó la ocasión para dar rienda suelta a sus delirios narcisistas, con afirmaciones como que “todo el mundo cree” que merece un Premio Nobel de la Paz por cada una de las siete guerras que, según él, ha detenido.

Su intervención rebasó con creces el tiempo estipulado a las autoridades, medido al segundo para el resto de líderes, pero que en su caso nadie osó interrumpir: la luz roja que indica el final del turno nunca apareció. “Es hora de terminar con este fracasado experimento de fronteras abiertas”, proclamó, antes de sentenciar que “los países se están yendo al infierno” por causa de la migración, y acusó, sin pruebas, a la ONU de financiar oleadas de migrantes con destino a Estados Unidos.

Quejas y poder

El discurso de Trump fue una sucesión de reproches: desde la inmigración –a la que responsabiliza de estar arruinando al Reino Unido– hasta su obsesión por cuestionar a Naciones Unidas. No ofreció una sola pista sobre lo que debería ser la institución internacional ocho décadas después de su fundación; al contrario, se dedicó a atacarla y desacreditarla. Esta fue la principal jactancia de su intervención. La otra, su defensa de los aranceles que impuso como “mecanismo de defensa” tendiente a proteger la economía de Estados Unidos, en un mundo donde, dijo, “el comercio debe ser recíproco”.

Manifestantes fueron arrestados por bloquear calles y protestar contra la intervención del presidente estadounidense. / refusefascism.org

El republicano inició su alocución como si hablara ante el Congreso estadounidense o en uno de sus mítines de campaña: arremetió contra su predecesor, Joe Biden, contra sus opositores políticos y contra los aliados de la OTAN que han reconocido al Estado palestino. Cuestionó la utilidad misma de Naciones Unidas por no haber contribuido a su objetivo de “poner fin a las guerras en el mundo” (“si ese no es su propósito, ¿cuál es la utilidad de la ONU?”, se preguntó). Reivindicó su papel en el supuesto fin de siete conflictos desde enero –en muchos casos mediante treguas frágiles–.

Los exabruptos del magnate podrían tomarse como meras anécdotas para los comediantes, de no ser porque los acompaña de una agenda muy precisa de imposición del unilateralismo: desde los aranceles que han sacudido el comercio global hasta su obsesión por borrar cualquier vestigio progresista de los discursos internacionales; pasando por la continuidad del belicismo y el uso sistemático de su poder de veto en el Consejo de Seguridad; de esa manera garantizar la impunidad de Israel, mientras este perpetúa un genocidio contra el pueblo palestino. En este aspecto, más que resolver conflictos, Trump es en gran medida responsable de que, un día tras otro, Tel Aviv perpetre masacres contra hombres, mujeres y niños cuya única “culpa” es interponerse en el plan sionista de apropiarse de toda la Palestina histórica.

Sin embargo, el gobernante olvidó señalar que si la ONU se ha convertido en el organismo ineficaz y decorativo que él denuncia, ello se debe en buena medida a los esfuerzos deliberados de Washington por reducirla a esa condición, con el propósito de evitar que interfiera en sus actividades neocoloniales en distintas regiones del planeta. La salida, por supuesto, no consiste en seguir debilitando al organismo ni en renunciar al multilateralismo, sino en reformarlo y fortalecerlo para que cumpla de manera efectiva sus funciones: mantener la paz y la seguridad con equidad entre los Estados, proteger los derechos humanos, distribuir ayuda humanitaria e impulsar el desarrollo sostenible.

Sobre el conflicto en Ucrania, exigió a los países europeos que dejen de comprar gas y petróleo a Rusia como condición para ponerle fin. “No pueden estar haciéndolo. Es vergonzoso para ellos”, declaró. Mostró especial fijación con la energía. Tras embestir contra las opciones sostenibles, elogió a Alemania por reactivar la nuclear y el uso de combustibles fósiles. “Todo lo verde está en bancarrota”, afirmó. A continuación, dedicó 10 minutos al “engaño del calentamiento global”, celebrando la retirada de su país del acuerdo del clima de París y elogiando el “carbón limpio y hermoso”, con los dos adjetivos que forman su muletilla. Sobre las exportaciones de recursos estadounidenses, añadió: “Gran parte del mundo se ha aprovechado de Washington, pero eso se ha acabado”. En ese capítulo también incluyó a Europa, a la que dijo “amar”, aunque advirtió a Bruselas que la inmigración y la “catástrofe energética” están socavando su existencia.

Trump amplió y corrigió sobre la marcha su discurso demoledor, ante una audiencia estupefacta y sin margen para protestar, limitada por las mínimas reglas de la diplomacia que el republicano se permitió ignorar.

Tras atacar a la ONU, a la que tildó de ineficaz, mantuvo una reunión bilateral con el secretario general de la entidad, António Guterres, en un tono radicalmente distinto y lleno de elogios. Ambos políticos no aceptaron preguntas y, apenas cuatro minutos después de que se les permitiera la entrada, los periodistas abandonaron la sala. En el exterior, unos 40 manifestantes fueron arrestados por intentar bloquear el tráfico y realizar sentadas en protesta por la intervención de Trump ante la organización internacional.

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