Por Cuba resplandece la Novena Edición del Festival de Verano 2025
Al apreciar carteles cinematográficos de diferentes épocas disfrutamos hitos memorables. En gran medida indagan, responden, motivan pensar. ¿Cómo contar historias en las que lideran hechos significativos, personajes y conflictos? ¿Es posible registrar en filmes, documentales, animados, cortos y otros audiovisuales riquezas documentales y expresivas con artisticidad? Disímiles interrogantes intentan responder creadores y equipos creativos integrados por generaciones. Lo propició el inicio del fructífero camino, la publicación en la Gaceta Oficial de la República de Cuba, el 24 de marzo de 1959, de la Ley de Creación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) que antecedió a la puesta en práctica de la política cultural refrendada en por cuantos y llevada a la práctica.
De acuerdo con lo recogido en el texto, el “cine constituye por virtud de sus características un instrumento de opinión y formación de la conciencia individual y colectiva y puede contribuir a hacer más profundo y diáfano el espíritu revolucionario y a sostener su aliento creador”.

Estos, entre otros postulados, nutren la historia del Icaic y la cultura de hacer memoria que los públicos aprecian durante la Novena Edición del Festival de Cine de Verano en salas cinematográficas y comunidades del país. Incluso, la propia institución genera desde su edificio el conocimiento de filmes y diálogos entre espectadores, realizadores, técnicos y artistas.
Vamos al cine es una atractiva invitación; se concreta en estrategias y soluciones, pues constituye el activo precepto iluminador del Icaic, no obstante las dificultades materiales.
Hacer es la mejor manera de decir. Volvemos a ver clásicos restaurados Capablanca y Lucía, producciones de los imparables Estudios de Animación del Icaic, filmes premiados en numerosos festivales.
Sin duda, la prominencia del Icaic, en tanto proyecto cultural, estimula la creación, los intensos espacios de intercambios y un sistema de publicaciones –libros, boletines, la revista Cine Cubano– que promueven ideas, saberes, homenajes y pensamientos renovados. En este sentido, ver el cine multiplicado siempre tuvo su brújula; según reconoció Alfredo Guevara, fundador y presidente de la institución (1959-1982; 1991-2000): “No pretendemos que solo se ocupen de cine sesudos filósofos rodeados de grandes tomos, pensantes elucubraciones y discutibles conclusiones. Fijamos tan solo la condición de arte inherente al cine y la responsabilidad moral, intelectual, estética, que conlleva expresar algo poética y dramáticamente con todos los recursos del mundo moderno, para el más amplio y desamparado de los públicos”.
En el año de su centenario los legados críticos del prestigioso intelectual alimentan un quehacer en espiral ascendente.
Mostrarle lo nuestro a los de menos edad deviene una prioridad en este Noveno Festival de Cine de Verano. Temas históricos, políticos, culturales, sociales, económicos inspiran a quienes hacen posible el cine cubano. También la Televisión socializa lo valedero mediante complicidades inteligentes en espacios habituales y concebidos durante julio y agosto.
Figuras renombradas traen de vuelta la génesis y el avance de lo acontecido en la primera institución cultural fundada por el Gobierno Revolucionario. Anécdotas, sueños, desafíos, confluyen en filmografías y relatos de vida recreados en el séptimo arte.
Seguir el avance del camino trazado para este verano puede sentar pautas de sostenibilidad en el futuro. Intercambiar, nunca cerrar puertas, emprender batallas difíciles alimentan lo aprehendido durante tantos años.
Las familias cubanas agradecerán esta lucidez inmanente. Avanzar cuesta. Requiere conocernos y reconocernos.
Quizás, salen a la luz imperfecciones, algún olvido; la marcha seguirá abriendo vías hacia Cuba en provecho del cine, de la formación cultural, del buen gusto y de la espiritualidad.


















