En su lucha a muerte contra el mosquito Aedes aegypti, Cuba insiste en tomar un atajo tecnológico con el uso de la técnica del insecto estéril
Andan por ahí, dando alas entre el fogaje del municipio habanero de La Lisa, mosquitos dandis que tal como les miran sus hembras, empiezan a dudar ellos mismos de sus dotes de machotes. Es que preocupadas están las mosquitas, que creen que algo raro pasa con sus varones.
Los tipos repasan su rutina, intentando entender en qué pudieran estar equivocándose, pero nada parece haber cambiado. Tal cual hacen ellos, desde sus antepasados africanos hasta sus congéneres que andan zumbando en regiones tropicales y subtropicales en todo el mundo, como mismo se exhiben sus parientes de América desde los estados del sur de Estados Unidos hasta el centro de Argentina y Uruguay, los flacos zancudos de La Lisa suelen sacar pecho ante sus damas, no olvidan lustrar las rayas blancoplateadas del dorso y las patas, y no dejan de echar miradas matadoras…
Ellas creen que siguen viéndose apuestos, sí. Irresistibles, con sus palpos tan largos como el pico y sus antenas pilosas como un cepillo, puros galanes de barrio. Pero de aquello, para lo único que les sirve… nada de nada.
Así, llegan llorando a sus reuniones femeninas en el enjambre y se preguntan entre sí si no son suficientemente deseables como para ser madres, si sus trompas o probóscides ya no expresan lo que quieren. ¿Necesitarán acudir a los “amarres” que solo una doncella perspicaz sabe hacer para que su galán la insemine como Dios manda?
“¡Aedes!”, consensuaron ofenderles –es decir, en puro griego: molesto, desagradable, odioso, indeseable–, olvidando que así ha bautizado la humanidad a esa, su especie de mosquitos, por ser portadora del virus del dengue y de la fiebre amarilla, así como de otras enfermedades como la artritis epidémica chikunguña, la fiebre de Zika y el virus mayaro, este último bastante parecido al dengue.
Debido a este expediente, ha sido muy aborrecido por los seres humanos el Aedes aegypti, incluso más que el Aedes albopictus, vector también del dengue, o el Culex pipiens, ese que llaman “mosquito común”.
Por sus minúsculas cabezas de aegypti no puede pasarles que se estén quedando sin descendencia las hembras porque infértiles están naciendo los varones, y que detrás de todo está la mano de los científicos. Es la guerra: para los que pican, les están descontrolando su naturaleza; para los picados, es una forma alternativa de control vectorial.
Los machos, mientras tanto, se preguntan por qué no existen consultas de fertilidad para insectos o, cuando menos, terapia de pareja de mosquitos en la cual jurar ante la mirada inquisidora de sus hembras: “No sé qué me pasa, cariño, pero no es lo que tú piensas”.

La lucha autocida
Una niña besa su puño, lo extiende al sol y abre su manita para dejar volar una mariposa de múltiples colores. Algo así, pero sin ternura o romanticismo, hicieron los especialistas del Departamento de Control de Vectores del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), cuando liberaron, desde un dron, un grupo de mosquitos machos esterilizados mediante radiaciones ionizantes (con rayos Gamma o rayos X), aunque sexualmente competitivos.
La irradiación de estos insectos se realiza en instalaciones cerradas y controladas, que cuentan con medidas de seguridad rigurosas, como blindaje y monitoreo ambiental. También es una acción de gran precisión: si la dosis de radiación no es correctamente aplicada, los insectos podrían quedar debilitados y su forma física, reducida.
Contrario a lo que algunos rumores aseguran, esta operación no deja ningún residuo, es decir, los mosquitos esterilizados no se vuelven radiactivos ni ocasionan daño alguno a la salud de las personas.
Este proceder, que llaman Técnica del Insecto Estéril (TIE), ya fue utilizada anteriormente en Cuba y se considera una estrategia de control biológico de plagas. Para llevarla a cabo, se crían masivamente ejemplares de mosquitos machos en una bioplanta con el fin de conseguir su esterilización.
Ya inutilizada su capacidad de reproducción, estos se sueltan al medioambiente en lugares previamente seleccionados. Así, tras competir con los machos salvajes, al aparearse con las hembras silvestres no producen descendencia (la mayor parte de estas copulan una sola vez en su vida) y se interrumpe así el ciclo reproductivo de la plaga (a esto se le denomina lucha autocida) al reducirse la población de la siguiente generación.
Es decir, pasado un tiempo, se puede lograr con la TIE una reducción significativa de la especie que se ha querido controlar; incluso se puede llegar a su erradicación.
Para lograr resultados efectivos, las liberaciones de insectos estériles deben repetirse durante un período prolongado, en grandes cantidades y en un área lo suficientemente amplia. Lo anterior busca prevenir que los insectos migren desde otras zonas y restablezcan la población.
Pero si bien se ha logrado disminuir poblaciones pequeñas, el éxito con poblaciones objetivo densas no ha sido demostrado en el mundo.
“A diferencia del control biológico tradicional, la TIE no implica la introducción de especies no autóctonas en el ecosistema. Tampoco afecta ninguna otra especie de insecto que no sea aquella para la cual se concibió su aplicación. La Convención Internacional de Protección Fitosanitaria clasifica los insectos estériles como organismos beneficiosos”, precisó recientemente a Orfilio Peláez, del diario Granma, el doctor René Gato Armas, especialista del Departamento de Control de Vectores del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), quien dirige la ejecución de este proyecto científico.

Tal como recalcó al colega, la TIE es una herramienta alternativa al empleo de los insecticidas, que continúan siendo el método más usado en el control de plagas y vectores. “Sin embargo, en los últimos años hemos observado una creciente resistencia de los insectos frente a la aplicación de esos productos químicos”, indicó.
Lo cierto es que en las últimas décadas los estudios en torno a esta especie se han incrementado y profundizado, muy justificadamente por el impacto negativo que en la salud y la economía esta tiene.
En el año 2005, por ejemplo, estudios moleculares llevaron a reclasificar como género a Stegomyia, que se consideraba un subgénero, y algunos autores cambiaron el nombre del mosquito por el de Stegomyia aegypti., aunque sin consenso.
Vale recordar que solo la hembra del Aedes transmite enfermedades, pues el macho no pica ni propaga dolencias.
Una pelea cubana contra los mosquitos
La biografía de la villanía del mosquito comenzó a escribirse precisamente en La Habana, cuando el científico cubano Carlos Juan Finlay descubrió que este minúsculo alado es el agente transmisor de la fiebre amarilla. Luego internacionalizó este conocimiento al presentar sus resultados por primera vez en la Conferencia Internacional de Sanidad, celebrada en Washington D. C., el 18 de febrero de 1881.
La TIE empezó a estudiarse en Cuba en 2007. Explicó el doctor Gato Armas que por cuestiones de organización y seguridad, se trabajó con un enfoque por fases, comenzando con estudios básicos de Biología Reproductiva de los machos de Aedes aegypti. Luego le siguió la evaluación de la eficacia de la técnica a nivel de laboratorio, en condiciones simuladas de campo y, finalmente, en circunstancias reales.
El IPK, como se ha dicho, ha liderado el proyecto cubano de TIE y junto a esta institución han laborado el Centro de Aplicaciones Tecnológicas y Desarrollo Nuclear, el Ministerio de Salud Pública, y otras entidades nacionales y extranjeras.
El primer ensayo piloto realizado con mosquitos estériles criados en el IPK, se realizó a finales de 2019 en la comunidad de El Cano, en La Lisa. Luego, entre los meses de abril y agosto de 2020, fueron liberados casi 1.3 millones de ejemplares machos. El bombardeo de mosquitos se mantuvo con un ciclo semanal, siempre por vía terrestre.
El estudio, que contó con la cooperación de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), pudo después evaluar el efecto causado sobre la población silvestre de esa especie en el mencionado territorio.
“En ese primer ensayo comparamos la densidad de la población de mosquitos antes y después de la intervención, en áreas de control sin tratar y áreas de liberación. La población silvestre se monitoreó mediante una red de ovitrampas, registrando la frecuencia y densidad de los huevos, así como su tasa de eclosión”, explicó el experto.
Según constataron los científicos, la esterilidad inducida en el área de liberación, en comparación con la zona de control no tratada, fue significativa. Durante las últimas tres semanas del estudio no se recolectaron huevos en el sitio de tratamiento, lo cual indicó que los machos irradiados fueron devueltos al entorno natural.
De tal suerte, con esta prueba llevada a cabo en 2020 se logró reducir hasta en 90 por ciento de la población de la especie Aedes aegypti en la zona. El estudio formó parte de unos ensayos del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) luego aplicados durante 2021 en otras naciones como Brasil y México.
Con tales resultados, se hizo evidente la conveniencia de utilizar la TIE como una estrategia necesaria, algo que han retomado a partir de marzo pasado como una segunda etapa del proyecto, en el propio municipio de La Lisa.
Aseguró Marta Contreras, coordinadora de la Red de Comunicadores Nucleares de Cuba, que este nuevo experimento busca, a su vez, contrastar los efectos de soltar esos insectos por vía aérea (dron), con respecto a la terrestre, en cuanto a supervivencia, dispersión y competitividad de los machos irradiados.
De las palmadas a los aplausos
La manera más efectiva y placentera de matar un mosquito es aplastarlo con palmadas o con un periodicazo, pero la productividad es realmente ridícula. Los métodos químicos fueron la primera alternativa para darle muerte, mas los insecticidas han demostrado ser peligrosos en muchos casos, incluso una amenaza para otras especies distintas a la odiada y para el ambiente en general.
Las experiencias con radiaciones comenzaron a desarrollarse en la década de 1940 en el Centro de Investigaciones Entomológicas del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Sobre los años 60 del pasado siglo comenzó esta nación a exhibir sus primeros logros en su afán de controlar plagas de interés agropecuario.
Más de 50 países han introducido esta técnica, con resultados favorables. En América Latina y el Caribe, Cuba y Brasil ostentan el liderazgo en el conocimiento y uso de esta tecnología.
Integrada con otros métodos de control, la TIE ha demostrado su eficacia para combatir una serie de plagas de insectos importantes, como son varias especies de la mosca de la fruta; la mosca tse-tsé, el gusano barrenador del ganado, las polillas y los mosquitos. En diversos países donde se ha aplicado la tecnología, se han realizado estudios de evaluación económica que han mostrado un rendimiento muy elevado de la inversión.
Para Cuba, el control o eliminación del Aedes aegypti permitirá elevar el nivel de salud de su población, así como la reducción del gasto sanitario contra un muy bien atrincherado dengue, así como prescindir del uso excesivo de molestos y dañinos insecticidas.
Vaya antojo el del importante escritor contemporáneo francés Michel Houellebecq, quien su primera novela tituló Ampliación del campo de batalla. Cuba podría decir que eso exactamente es lo que hace con la técnica del insecto estéril.
Un comentario
Excelente texto, como siempre nos tiene ya mimados el colega Toni Pradas.
Es un gusto leerlo, no solo por el despliegue de imaginación y humor, sino además por el conocimiento que aporta.
¡GRACIAS!