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El primo cabezón

Un nuevo homínido, el Homo juluensis, desafía el modelo lineal tradicional de la evolución humana y sugiere un proceso evolutivo más complejo en el que coexisten e interactúan múltiples especies antepasadas


Parecía que 2024 iba ser despedido con tranquilidad por los antropólogos, con todo el árbol genealógico humano bien cotejado ante la mesa de las ciencias: Una suerte de cena de Nochevieja en la que tendrían cabida espiritual todos nuestros parientes homínidos. Pero con los últimos campaneos, apenas semanas antes de cerrar la verja del año y lanzar la llave a donde nadie la encontrara jamás, los estudiosos anunciaron públicamente la identificación de una nueva especie, un tal señor Juluren, ese inesperado comensal que reclamó colocar para sí un plato adicional.

A primera vista, su aparición merecería una breve y cordial bienvenida, no más. Qué remedio, si alguien de gorra aterriza sin invitación. Mas, en los últimos tiempos el rompecabezas de la evolución humana ha estado llena de sobresaltos y taquicardias, demasiados en esta especialidad metódica y pacienzuda, tanto o más que el flemático Gandhi ante sus violentos enemigos.

Seguramente han notado los lectores que en las dos últimas décadas la estirpe ancestral ha cambiado radicalmente su rostro. A una velocidad nunca experimentada: no pocos parientes han sido revelados por los científicos en un cerrar y abrir de ojos tras desempolvar con una brocha barata enigmáticos y valiosos huesos fósiles.

En el año 2003, el Homo floresiensis fue hallado en Indonesia y se convirtió en la especie humana más pequeña conocida. Aún con la tinta fresca por el primero, la ciencia tuvo el deber de casar en el álbum familiar al Homo luzonensis, que apareció en 2007 en yacimientos arqueológicos de Filipinas.

Poco después, en 2010, los denisovanos (Homo denisova) fueron identificados mediante análisis de ADN en Rusia, luego de ser encontrados unos en Siberia, cerca de la frontera entre Kazajstán y Mongolia, y algunos otros en el Tíbet y Laos. Sin dar tiempo a reposar los estudios, en 2018 los paleoantropólogos se toparon un fósil del noreste de China que resultó ser una especie extinta de humano arcaico, posiblemente emparentada con los denisovanos, a la que científicos designaron formalmente como Homo longi.

Ahora, Juluren, quien no es otro que el Homo juluensis, exige con arrogancia que se le otorgue, por derecho propio, un espacio de mérito entre los padres fundadores de esta turbulenta civilización.

¿Acaso merece tanto? El advenedizo, intuyen los investigadores, vagó hace 300 000 años por las estepas del Asia oriental. Sin cobertura de telefonía, ciertamente, aunque sin inhalar gases de efecto invernadero. En pequeños grupos se dedicaba a la caza de caballos salvajes, fabricaba herramientas de piedra y posiblemente procesaba pieles de animales y así adaptarse a su entorno boscoso.

Esa cotidianidad divertida –o aburrida, según se quiera ver– no le impidió desaparecer ante las narices de otros congéneres hace unos 50 000 años.

Sin embargo, el enigma que nos lega con sus fósiles lo hace, como veremos más adelante, responsable de cambiar la mismísima historia de la evolución de nuestra especie.

“Este estudio clarifica un registro fósil humano que ha tendido a incluir cualquier cosa que no era fácilmente asignada como Homo erectus, Homo neanderthalensis u Homo sapiens”, explicó el antropólogo Christopher J. Bae, de la Universidad de Hawái. / hawaii.edu

Sin todas las piezas

“Aunque empezamos este proyecto hace varios años, no esperábamos poder proponer una nueva especie de homínido y luego poder organizar los fósiles de homínidos de Asia en diferentes grupos”, aseguró el antropólogo Christopher J. Bae, de la Universidad de Hawái, quien realizó el estudio junto a la paleoantropóloga Xiujie Wu, de la Academia China de Ciencias.

La azarosa vida del surcoreano Bae y su crianza atípica hicieron que se embelesara desde muy temprano por la paleoantropología del este de Asia. Tras perder a sus padres coreanos al año de nacido, como una sombra que perdió a su árbol, vivió en un orfanato durante seis meses, hasta que fue adoptado por una familia estadounidense y caucásica.

¿Qué es la raza y la variación humana?, se preguntaba. Hasta que durante sus días de estudiante universitario, en un programa de intercambio, viajó a Corea para descubrir sus raíces étnicas. Su objetivo entonces era reconstruir su propio pasado, aunque en realidad terminó seducido por la prehistoria de todo el este de Asia. Como sea, uno de los fines de la paleoantropología es reconstruir el pasado sin tener en la mano todas las piezas.

De tal suerte, conseguida la Maestría en Antropología en la Universidad de Arizona y doctorado por la Universidad Rutgers, el profesor Bae, del Departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Hawái en Mānoa, suma ya más de 30 años echando sus propios huesos en múltiples cavernas a fin de entender los ajenos de ancestros humanos en el gigantesco continente.

Por su lado, la profesora Xiujie Wu, del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología (IVPP) de la Academia China de Ciencias en Beijing, buscaba dotar de biografía a fósiles humanos hallados en su país.

En 2023, los científicos encontraron un desconocido fósil de homínido en Hualongdong, China, diferente a cualquier otro humano prehistórico registrado. Los análisis morfológicos y morfométricos que la catedrática Wu hiciera de una mandíbula casi completa hallada en Hualongdong junto con un cráneo parcial de homínido del Pleistoceno tardío etiquetado como HLD 6, revelaron que este ejemplar contenía rasgos de dos corrientes aparentemente antagónicas, como agua entibiada por dos temperaturas opuestas.

Tal como publicó en julio de ese año en el Journal of Human Evolution, este sujeto exhibe un patrón morfológico caracterizado por un cuerpo robusto (el cuerpo de la mandíbula), una sínfisis relativamente grácil (la línea media de la mandíbula marcada por una cresta delgada) y una rama (bisagra móvil a cada lado de la cabeza).

Asimismo, el trígono mental moderadamente desarrollado (la estructura general de la mandíbula inferior) y una clara incurvación mandibular anterior de la mandíbula HLD 6 recuerdan a los homínidos del Pleistoceno tardío y, a la vez, la morfología de los humanos modernos recientes.

Traducido lo anterior al lenguaje común, significa, para la evolución de los homínidos, que los rasgos robustos se consideran indicativos de formas humanas más arcaicas, mientras que los gráciles (delicados) revelan atributos evolutivos modernos.

Desde entonces, los científicos han especulado sobre la importancia de estos fósiles en la evolución humana, pues pueden representar un linaje completamente nuevo. Mas no está claro, eso sí, cómo rayo encaja HLD 6 en la evolución del hombre moderno.

Anótese, pues, que el pueblo Hualongdong podría representar un ancestro previamente desconocido o un pariente cercano del primer Homo sapiens.

Ya en la cueva donde fue descubierto, perteneciente a la provincia de Anhui, e investigada por los científicos desde 2013, se habían encontrado y descrito en 2015 dos fragmentos de cráneo y dos dientes de Homo erectus (llamado hombre de Dongzhi, nombre del condado donde se ubica el yacimiento), con una antigüedad que oscila entre 150 000 y 412 000 años.

“Es evidente que el Pleistoceno tardío y medio fue un período de gran cambio en la evolución humana”, aseveró la paleoantropóloga Xiujie Wu (a la izquierda), de la Academia China de Ciencias. / english.ivpp.cas.cn

También encontraron otros individuos, numerosas herramientas de piedra y 6 000 fósiles de animales vertebrados, incluido el estegodón (un antepasado del elefante), el tapir gigante y los pandas gigantes. Por los cortes hallados, ninguna coartada puede ocultar de que pasaron por la carnicería humana, la cena y su posterior siesta.

Se cree que el H. erectus evolucionó originalmente hace dos millones de años. La especie es una de las más extendidas, con fósiles encontrados en África y en toda la masa continental euroasiática, hasta China y el sudeste asiático (hombre de Java). Presumiblemente, este se extinguió hace 117 000 años, según un fósil encontrado en Ngangdong, Java, en 2019.

Anteriormente al juluren, los fósiles de homínidos de este período se consideraban intermedios entre el H. erectus y el H. sapiens, pero la gran cantidad de descubrimientos chinos (Dali, Jinniushan, Maba, Tongzi, Xujiayao, Xuchang y Xiahe) está hoy desafiando esta visión.

“Estos muestran una alta variabilidad morfológica y no se los puede asignar fácilmente a los grupos taxonómicos existentes”, meditó entonces la doctora Wu junto a su equipo investigador. “Es evidente que el Pleistoceno tardío y medio fue un período de gran cambio en la evolución humana”.

Por una cabeza

Reconstrucción del cráneo del Homo juluensis a partir de la mandíbula. Las partes amarillas fueron creadas por computadora. / sciencedirect.com

La aparición de nuestra especie moderna fue un proceso muy complejo y contradictorio. El primer fósil considerado como representante de los verdaderos humanos, el Hombre de Herto, descubierto en 1997 en Etiopía, tiene ya cumplidos 160 000 años. No obstante, las pruebas genéticas sugieren que los humanos podrían haber surgido hace al menos 500 000.

El profesor de antropología del Museo de Historia Natural de Londres, Chris Stringer, y la antropóloga de la Universidad de Nueva York, Julia Galway-Witham, estuvieron llegando a conclusiones parecidas a su colega Wu en 2017, cuando andaban estudiando fósiles de Jebel Irhoud en Marruecos, de aproximadamente 350 000 a 280 000 años de antigüedad. Para ellos, estos podrían representar una etapa temprana en la evolución del Homo sapiens.

A estos expertos anglosajones los hallazgos les sugerían que los límites claros en la evolución del H. sapiens, y a la vez las descripciones de fósiles como “arcaicos” o “anatómicamente modernos”, probablemente se desvanecerían a medida que fuera mejorando el registro de material fosilizado.

Al parecer, el momento de tales mejoras tiene pinta de haber llegado ya para cuestionar cuanta verdad creyera un libro de paleoantropolía retener como última palabra.

Es decir, si se quiere ver en un contexto competitivo, los investigadores orientales acaban de superar a los occidentales por una cabeza, como se suele decir en el argot de las carreras hípicas. Solo que esta vez la frase pudiera merecer una interpretación casi literal, más que la de una figura literaria.

No hay duda de que la existencia de un nuevo grupo de antiguos humanos, los juluren, es, cuanto menos, una noticia fascinante. Pero el descubrimiento de sus fósiles se produjo por primera vez por manos del profesor Bae, en la década de 1970, en dos yacimientos del norte de China que, se cree, eran antiguos cotos de caza de caballos.

No fue hasta análisis recientes que los científicos reconocieron que estos restos representaban a una especie humana distinta. Según Xiujie Wu y Christopher Bae, este grupo puede considerarse primo de los neandertales (Homo neanderthalensis) y denisovanos. Su distinción: prominentes rasgos craneales con cerebros inmensos, más grandes que los de cualquier otro homínido, incluso el nuestro.

No en balde se le ha nombrado juluren, derivado del mandarín ju lu, que significa –letras más, letras menos– “gente de cabeza enorme”.

Taxones primarios de homínidos del Cuaternario tardío (300.000-50.000 años antes del presente) de Asia Oriental. / nature.com

Esto se enreda más

Durante años, algunos científicos atribuyeron estos restos a los denisovanos. Todos los fósiles de homínidos en China que no encajaban con H. erectus u H. sapiens se agrupaban así, sin más. Sin embargo, Wu y Bae encontraron diferencias que los separan de los humanos modernos: neandertales, denisovanos e incluso del H. erectus.

En otras palabras, los hallazgos recientes están mostrando que Asia tiene una diversidad morfológica mayor de la esperada y Bae atribuye el avance a una nueva forma de organizar las evidencias fósiles. Es más: su equipo de investigación ha creado esencialmente un sistema más claro para clasificar y comprender estos antiguos fósiles humanos de China, Corea, Japón y el sudeste asiático.

A pesar del entusiasmo generado, pues la evidencia de los juluren aún es limitada; el antropólogo John Hawks (quien no estuvo involucrado en el trabajo y calificó el estudio como “provocador”) coincide en que el registro humano en Asia es mucho más amplio y complejo de lo que se pensaba y aplaude el potencial de la nueva herramienta organizativa.

Lo interesante es que estos fósiles muestran una mezcla de características. Esta sugiere que diferentes grupos de homínidos vivían en las mismas áreas de Asia hace 300 000 a 50 000 años, posiblemente interactuando y compartiendo territorio.

De manera que existen varios ejemplos de fósiles que encajan con el H. juluensis, incluidos los anteriormente mencionados de Xujiayao, Xuchang, Xiahe, así como los de Penghu, Denisova y Tam Ngu Hao 2.

Es decir, como refuerza el estudio de Wu y Bae, los juluren aportan otra rama importante del árbol genealógico humano. ¡Quién lo pensaría! Al mismo tiempo, destacan que el fósil hallado en Hualongdong, ese pueblo de genética machiembrada, no encaja perfectamente en ninguna de las especies conocidas, incluidos los juluren o el H. longi.

El antropólogo Hawks escribió en su blog: “llamar a todos estos grupos con el mismo nombre solo tiene sentido como contraste con los humanos recientes, no como descripción de sus poblaciones a través del espacio y el tiempo».

Entiéndase pues, explicó el estudioso, que el juluren no es un reemplazo del denisovano, sino una forma de referirse a un grupo particular de fósiles y su posible lugar en la red de grupos antiguos.

Lo cierto es que cada vez se nos enreda más la noble tarea de conformar nuestro libro de postales familiares bien confrontado: ya no es tan fácil saber de dónde venimos como cuando se adoctrinaba que todos, absolutamente todos, descendíamos de los apuestos Adán y Eva… manzana mediante.

Los hallazgos recientes muestran que Asia tiene una diversidad morfológica mayor de la esperada. La nueva investigación permite clasificar y comprender mejor estos antiguos fósiles humanos. / nationalgeographic.com

En busca de nuevas respuestas

Deja en claro la investigación de Wu y Bae, publicada en Nature Communications, cómo cada descubrimiento enriquece nuestra visión de la evolución humana, especialmente en regiones que aún tienen mucho que revelar.

Eso explica que se considere un suceso apasionante y sea el último tema de conversación en el mundillo de sabihondos antropólogos de aterrizadas mentes y uñas con tierra.

Al principio apuntábamos, el descubrimiento del Homo juluensis desafía el modelo lineal tradicional de la evolución humana y sugiere un proceso evolutivo más complejo en el que coexisten e interactúan múltiples especies humanas. La rica diversidad de las poblaciones humanas antiguas en Asia oriental no hace otra cosa que dar pie a una reevaluación de los modelos evolutivos existentes.

Pero surgen más preguntas que todas las respuestas obtenidas. La extinción del H juluensis, digamos, sigue siendo un misterio. Algunos científicos se han aventurado a sugerir que las condiciones de frío extremo en el norte de China, posiblemente con tormentas de nieve catastróficas, llevaron a su desaparición.

En verdad, ni siquiera sabemos bien como los H. sapiens sobrevivimos a todas las demás especies con las que coexistimos, como los denisovanos y los neandertales. Para entender cómo se logró, proponen algunos versados que primero debemos fijarnos en lo que tenemos en común con otros homínidos. Se ha dicho que ser bípedo tal vez fue la clave de nuestra sobrevivencia, pero el Ardipithecus y Australopithecus también lo eran y aun así no pudieron sortear los retos evolutivos.

En nuestro caso, el mayor tamaño del cerebro supuso una ventaja para mejorar la cognición y la capacidad de fabricar herramientas. Esa sí parece ser una razón de peso.

La clave definitiva, no obstante, parece descansar en la flexibilidad. Como ha explicado Elizabeth Sawchuk, conservadora asociada de evolución humana en el Museo de Historia Natural, de Estados Unidos, “hemos sido capaces de extendernos con tanta eficacia tras haber aprendido a adaptarnos a una variedad de entornos, no solo biológicamente, sino también culturalmente a través de nuestra tecnología y comportamiento”.

Aun cuando poseía cerebros y dientes más grandes en comparación con los humanos modernos, el Homo juluensis no logró superar los contratiempos de la evolución. / sci.news

El test de la testa

Confirma la reciente investigación que el H. juluensis no estaba relacionado con los neandertales que habitaron Europa y Asia hace unos 40 000 años. En cambio, mostraban similitudes con los denisovanos debido a sus rasgos dentales coincidentes.

Los denisovanos tenían dientes y muelas más prominentes, como mismo el H. juluensis. Ya hemos convenido que los denisovanos no son una especie específica, más bien un término general dado a una población de personas antiguas que, sostienen los investigadores, también podría pertenecer al H. juluensis en función de sus similitudes.

Notó la investigación de la Universidad de Honolulu y la Academia China de Ciencias que los cráneos del H. juluensis medían entre 1 688 y 1 786 centímetros cúbicos (cm3). Si lo comparamos con el cráneo de un neandertal (1 442 cm3) y un H. sapiens (1 344 cm3), esto significa que poseían cerebros y dientes más grandes en comparación con los humanos modernos.

¿Por qué entonces el juluren no consiguió mejorar la cognición y la capacidad de fabricar herramientas para ganar en adaptabilidad, como los sapiens?

Bae, a su aire, no pierde el sueño por eso. Tener cerebros más grandes, sostiene el coreano, no significa que fueran más inteligentes. Era, simplemente, una característica única de su anatomía.

Juluren es, por tanto, un primo más entre los que se sientan este año a la mesa de la ciencia. Un primo valioso y muy querido, pero cabezón.

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