Acerca de la piedra solar, pregunta Pedro Ascencio de La Habana, Le Contesta Bohemia
Bajo cielos nublados del Atlántico Norte, los vikingos surcaron aguas hostiles siglos antes de la brújula magnética. Su secreto, según sagas islandesas como la Rauðúlfs þáttr, era la sólarsteinn: una piedra que revelaba la posición del sol incluso en la niebla.
Estudios modernos sugieren que se trataba de cristales de calcita, capaces de polarizar la luz y delatar la dirección solar con un giro. Sin tecnología, pero con observación, aquellos navegantes trazaron rutas hasta Terranova.
La clave estaba en la óptica. Al colocar la calcita frente al cielo, la luz se divide en dos haces debido a su birrefringencia. Cuando el cristal gira hasta que ambos rayos igualan su intensidad, el borde de la piedra apunta al sol oculto.
En 2011, un equipo de la francesa Universidad de Rennes recreó este método en el mar Báltico, logrando un 90 por ciento de precisión en días nublados. La física confirmó un mito.
El hallazgo arqueológico que respalda la teoría es el cristal de Alderney: un prisma de espato de Islandia descubierto en un barco inglés del siglo XVI cerca de las Islas del Canal. Aunque posterior a los vikingos, su forma pulida sugiere un uso náutico heredado.
Para los expertos, es un puente entre la leyenda y la historia: Europa medieval aún recurría a la piedra solar ante brújulas fallidas por tormentas.
La brújula magnética llegó a Europa desde China en el siglo XII, mas su adopción fue lenta. Los marineros desconfiaban de su tendencia a imantarse con los hierros del barco o durante auroras boreales.
Hasta el Renacimiento, capitanes mediterráneos combinaban ambos sistemas: la aguja en rutas generales y la piedra solar para correcciones. Fue la era híbrida de la navegación, donde magia y ciencia compartían timón.
En 2018, un estudio británico en Proceedings of the Royal Society A demostró que la calcita funciona incluso con el sol bajo el horizonte, clave en viajes en el crepúsculo polar.
Los vikingos, sin saber de polarización, habrían usado patrones de brillo y sombra en la piedra. Así, cruzaron el círculo Ártico en junio, cuando el sol nunca se pone, pero se esconde tras neblinas densas.
Hoy, la piedra solar resurge en debates sobre resiliencia tecnológica. Investigadores de la Universidad Eötvös Loránd (Hungría) proponen su uso como backup en drones y naves espaciales si fallan sistemas GPS. Mientras, museos como el de Roskilde (Dinamarca) exhiben calcitas junto a brújulas medievales, recordando que, a veces, el pasado guarda respuestas para el futuro.
*Escribe a sección: Le contesta BOHEMIA: Apartado 6000. La Habana. Cuba (CP 10696).