Foto. / Yasset Llerena
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¿Mirar con sonido?

Sobre el empleo de las ondas de ultrasonido en Medicina, indaga Maribel Piña de Santiago de Cuba en Le Contesta Bohemia


En 1880, los hermanos Curie descubrieron el efecto piezoeléctrico, un fenómeno que permitía generar ondas de ultrasonido –sonidos por encima del umbral humano– al aplicar electricidad a cristales. Este hallazgo, inicialmente usado para detectar icebergs tras el hundimiento del Titanic, se convirtió en la semilla de una revolución silenciosa.

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Años después, durante la Segunda Guerra Mundial, el sonar militar inspiró a médicos como el austriaco Karl Dussik a explorar su uso en el cuerpo humano, dando origen a la ecografía.

Los primeros equipos médicos de ultrasonido, en los años 50, eran mastodontes que ocupaban salas enteras y ofrecían imágenes borrosas. Sin embargo, revelaron lo imposible: observar un feto en tiempo real sin invadir el útero.

Para los 70, la técnica ya era símbolo de la obstetricia moderna. Las ondas, inofensivas y versátiles, pronto saltaron a la cardiología, permitiendo mapear corazones en movimiento, y a la oncología para distinguir tumores de tejido sano.

La década de 1980 trajo el Doppler, una técnica que transformó las ondas en “detectives del flujo sanguíneo”. Los médicos pudieron rastrear obstrucciones en arterias o medir la velocidad de la sangre en neonatos prematuros. Pero el verdadero salto llegó con el 3D y el 4D: las ecografías ya no eran manchas grises, sino retratos detallados de rostros fetales, sonriendo o bostezando en el vientre materno. La Medicina tenía, por fin, una ventana mágica.

Hoy, el ultrasonido no solo diagnostica: cura. En 2023, investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts revelaron un prototipo de “nano transductores” que, guiados por inteligencia artificial, pueden penetrar tejidos profundos y desintegrar células cancerosas con pulsos ultrasónicos de alta precisión. Este método, probado en tumores hepáticos en ratones, promete reducir la toxicidad de la quimioterapia y evitar cirugías invasivas.

En paralelo, la Universidad de Oxford lidera un proyecto y así democratizar el ultrasonido en zonas rurales. Su dispositivo Eco-Global, del tamaño de un mouse inalámbrico y alimentado por energía solar, conecta a teléfonos móviles y diagnostica neumonías o complicaciones obstétricas en tiempo real. Pruebas en Kenia y Bangladesh han reducido muertes maternas en un 40 por ciento, según datos preliminares de 2024.

La creatividad no se detiene. En laboratorios de Stanford, ingenieros fusionaron ultrasonido con realidad aumentada para guiar cirugías cerebrales.

Los cirujanos ven vasos sanguíneos y lesiones proyectadas sobre el campo operatorio, como un GPS anatómico. “Es como operar con rayos X en las yemas de los dedos”, describe la doctora Elena Torres, líder del estudio publicado en Nature Medicine.

El futuro apunta a lo microscópico. Científicos de la Universidad de Tokio experimentan con ultrasonido de frecuencia ultra alta –100 veces mayor que la clínica– en la manipulación de células individuales. Imagine ajustar neuronas dañadas o activar medicamentos solo donde se necesitan: la terapia del mañana podría ser tan precisa como un reloj suizo.

Aún hay desafíos. Las imágenes dependen de la habilidad del operador y en países, con escasez de especialistas, los diagnósticos erróneos persisten.

Para combatirlo, el startup español SoundAI desarrolló un software que analiza ecografías automáticamente, alertando sobre anomalías cardíacas o malformaciones fetales. Sus algoritmos, entrenados con millones de imágenes, ya se prueban en hospitales de India y México. 

Desde los cristales de los Curie hasta la nanotecnología, el ultrasonido ha tejido un viaje de curiosidad y humanidad. Hoy, sus ondas no solo revelan lo invisible: reparan, guían y salvan.

En un mundo sediento de innovación, esta tecnología demuestra que a veces, las respuestas más poderosas están en lo que no podemos oír.

En la Universidad de Buenos Aires, un equipo multidisciplinar estudia cómo el ultrasonido podría “hackear” el sistema nervioso, aliviando el dolor crónico con pulsos acústicos.

Los primeros ensayos, en pacientes con fibromialgia, sugieren que el sonido podría ser la próxima frontera de la analgesia. ¿La música del futuro? Quizá sean frecuencias que solo el cuerpo entiende.

*Escribe a sección: Le contesta BOHEMIA: Apartado 6000. La Habana. Cuba (CP 10696).

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