El “módico” interés del 10 por ciento es el costo de realizar operaciones con los nuevos “facilitadores” de las extracciones monetarias, mediante transferencias, nueva modalidad o manera de sacar provecho a las situaciones que se presentan en los cajeros cuando el dinero se agota
Vivir en los municipios periféricos de una urbe como La Habana es un constante aprendizaje. Como dice Chencho (Inocencio Martínez), un carretillero furtivo cuando se asoma ocasionalmente con su carga de plátano burro o fruta, y alguna calabaza, salidos de quién sabe dónde, es “el filme de la vida, una película que no deja de sorprendernos, ¿verdad vecina?”; comenta con cualquiera que se acerque a comprarle, o simplemente pase a su lado. “Las cosas que se ven hoy –prosigue con su discurso improvisado– dejan chiquito a cualquiera de los grandes cineastas americanos, soviéticos, franceses o italianos…”.
Es el parloteo propio de las personas que han tenido su mejor escuela en la calle, en los hechos cotidianos, desde un entorno cada vez más sucio –a lo que se suma el exceso de vertimientos de aguas albañales–, hasta las grandes discusiones en las colas, por cualquier motivo; “y si es pa’comprar el gas, ¡ni hablar!”.
Resulta inevitable, que este hombre, suerte de observatorio viviente, aluda un tema de total actualidad: el de las personas dedicadas a realizar operaciones de “cajeros solidarios”, como les llama. “Usted entra a la caja, donde solo hay billetes de 20, 10 y hasta cinco pesos, denominaciones rechazadas en muchos negocios privados, donde –además– no hacen operaciones en línea y si las hacen, es solo transferencia de efectivo; ¿qué hace, entonces? Irse a la larga cola del cajero…”.
Chencho lo comenta porque es algo más que está sucediendo, una de las tantas cosas que surgen en medio de la situación económica por la que atraviesa el país, y no por el significado del hecho en sí. Ni valora el carácter nocivo de una acción lucrativa a costa de las carencias del país y de las necesidades de su gente.

Dejemos a este hombre en su mundo –cuya rutina es la conciencia que nos zarandea siempre, o el dedo que nos indica hacia dónde dirigir nuestra mirada– y adentrémonos en la seriedad del asunto: son personas que hacen la cola, sacan grandes sumas, por lo que contribuyen a la merma del dinero, en detrimento de los que van por sus salarios o pensiones, aunque en total ganancia para ellos
Luego, tranquilamente, se sientan con la mochila a su lado, a la espera de la ocasión para la oferta, al 10 por ciento de interés. Más claro: si Panchita, mi vecina, tiene una pensión de 1 790 pesos, y desea hacer una extracción total, pero al cajero se le agotó el dinero, es inevitable la ansiedad ante el peligro de que sus planes se frustren. Entonces, esa persona –“solidaria”, con muchos deseos de “ayudar”– hará su oferta. Si la aludida acepta, el/la negociante recibirá por transferencia toda la pensión de Panchita, a cuyas manos llegará el ansiado efectivo, con 179 pesos menos.
Saque cuenta: el que precise 5 000 pesos tendrá que desembolsar 500. Un negocio redondo, sin trabajar: pura extorsión a la vista de todos.
En días pasados, durante una reunión en la sede de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), una colega me comentó muy disgustada que, al agotarse el dinero del cajero en el banco donde pretendía hacer una extracción, había tenido que caer en las garras de ese tipo de personajes, a los que, en épocas pasadas, se les conocía como garroteros –¿acaso resurgen?–; aseguró que desprenderse de los 300 pesos que le tuvo que regalar a “ese vago, me causó un gran dolor, pero necesitaba comprar una bolsa de leche para mi mamá, y otros productos”.
Les hablo de cosas que suceden en el exterior de los bancos. Mientras los cajeros no disponen de efectivo, en el área aledaña hay una persona que saca de su mochila el efectivo que las personas precisen. ¿Por qué se permite?
Sabemos que muchos trabajadores por cuenta propia y un buen número de mipymes no aceptan billetes de baja denominación, ni admiten transferencia –porque pago en línea y sus mecanismos existen, pero apenas se practican–, para poder tener el efectivo en su poder. Tampoco es secreto: persisten formas de gestión no estatal sin cuenta bancaria fiscal, sin código QR, y muchas, teniéndolo, no permiten el pago mediante esa vía.
Muchos cuestionamientos hay acerca de este asunto, uno de ellos se relaciona con el hecho de que, si no aceptan billetes chicos, ni admiten transferencias, ¿para qué quieren ese dinero en mano? ¿Cómo quedan el propio banco y la ONAT? ¿Cuál es la vía para lograr que no se evada el fisco?
Durante el IV Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su X Legislatura, el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, ofreció una actualización del estado de cumplimiento del plan de gobierno para corregir las distorsiones y reimpulsar la economía. “Si bien se muestran discretos resultados –dijo–, tenemos la insatisfacción de que no se ha avanzado lo necesario, sobre todo en aquellas cuestiones que impactan en nuestra población”.
En lo relacionado con el enfrentamiento a la evasión y subdeclaración de impuestos, expresó que, de las más de 193 000 acciones de control fiscal realizadas, se determinaron adeudos por más de seis mil millones de pesos, por lo cual se continuará el programa previsto para la fiscalización de las mipymes declaradas con pérdidas y continúan con las operaciones, además de otras infracciones conocidas.
De igual forma, calificó de insuficientes los avances en la bancarización, determinado por causas objetivas asociadas al entorno macroeconómico y el desarrollo de infraestructuras tecnológicas, además de razones subjetivas relacionadas con la indisciplina tributaria y financiera, y el insuficiente control.
En aquellos momentos, de las 515 949 cuentas abiertas para las formas de gestión no estatal (FGNE), el 55.4 por ciento aparecían con saldo cero, por lo que resultaba indispensable la aplicación de medidas de mayor envergadura.
Son deficiencias que han carecido de una pronta corrección, y son grietas por donde meten las manos los inescrupulosos que andan al acecho; esos hombres y mujeres que pretenden engrosar sus bolsillos exprimiendo, sin mayores esfuerzos ni sacrificios, los de otros.
Un comentario
Eso que está en esa noticia también sucede en el interior del Banco donde los trabajadores de las cajas le sacan el dinero que usted quiera pero dándole el 10 % .