Comprender e interiorizar el quid del todo

Las complejidades del guion, el arte actoral y los aportes creativos en cada especialidad contribuyen a la riqueza de cada puesta audiovisual que seduce a los públicos


¿Qué es lo más importante en los relatos ficcionales? ¿Cómo se satisface el viejo apotegma: ver para creer en las pantallas televisual y cinematográfica? ¿Basta colocar asuntos de interés general en películas, telefilmes, series, y telenovelas para motivar la reflexión de los públicos?

Habida cuenta de que el cine y la televisión se han convertido en vasos comunicantes en retroalimentación perpetua, dichas interrogantes nos sorprenden ante los escenarios mediáticos. Suele simplificarse, a veces, el impacto de la televisión para persuadir a los públicos desde el espacio íntimo mediante discursos e imágenes reveladores de conflictos y circunstancias en dependencia del interés y de la intencionalidad de creadores y televisoras.

El guion determina la estructura y la dinámica interna, condiciona el resultado artístico de cada puesta, pues es lo primero que exigen confrontar los implicados antes de aceptar ser parte del elenco. Un buen guion permitirá al director o la directora realizar búsquedas y connotaciones en provecho del texto.

Pero dicho elemento no constituye el todo de una ficción. Los televidentes precisan ver la historia en acción, son conscientes de una máxima del canon griego: “la perfección está en la unidad de las partes”. Para conseguirlo se precisan coherencia y verdad artística de quienes llevan adelante la trama, de nada vale solo privilegiar componentes cognoscitivos, ideológicos, formales o de otro tipo.

Lo demuestran en la TV, las producciones turcas Secretos de familia y Eternamente. Ambas exploran actitudes de personajes-tipos, situaciones límites, rivalidades, frustraciones, venganzas; establecen una relación mimética entre el orden de las acciones y de las vidas construidas en ambos relatos.

Los creadores de dichas puestas, a partir de diferentes puntos de vista –cada obra es una individualidad en sí misma– acuden a leyes y cánones que establecen dinámicas en la narración, pues constituyen instrumentos del conocimiento humano.

Foto. / Leyva Benítez

Al valorar las historias y las recreaciones de asuntos y complejidades que atañen a la sociedad cubana, ¿qué pedimos entre los requerimientos? Además de lo qué se cuenta y cómo se cuenta, el arte de intérpretes valiosos reclama sus propios sueños, deseos y proyectos. En opinión de la primera actriz Verónica Lynn: “Es preciso contar de manera verosímil. Debo estudiar el personaje en total dimensión. Solo así lograré convencerme y convencer a los espectadores en cualquier medio”.

Toda puesta es el resultado de un proceso. Exige autenticidad estética, incluso aunque no incluya referencias evidentes de la realidad exterior. Debe dar atmósferas, detalles en las sombras y las altas luces; la orgánica relación de texto lingüístico, interpretación actoral y diseño sonoro.

Pensemos, el valor artístico es una cualidad integradora, se piensa y se realiza durante el proceso creativo, no admite improvisaciones, ni negligencias, que suelen afectar las partes y el conjunto de la puesta.

Para transgredir preceptos y soluciones, resulta imprescindible dominar los establecidos. Desde la Estética se reconoce: “La comprensión de arte, como un sistema de signos cuyas unidades se articulan con cierta intencionalidad comunicativa y no sea neutra en el aspecto metodológico, sino que, por el contrario, indica “un camino” para descubrir qué representa y cómo funciona el lenguaje artístico”.

Menospreciar bocadillos mal interpretados, luces planas, escenografías deficientes, desajustes en vestuarios y maquillajes, significa limitar o negar la perfección de elementos portadores de significado y su relación con el resto de la obra. Para creer en lo que se ve en pantalla, necesitamos comprender e interiorizar el quid del todo.

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