El primer presidente de izquierda en Colombia llega en agosto próximo a la primera mitad de su mandato sin que apenas lo dejen gobernar o implementar sus cambios
Gustavo Petro lanzó la propuesta el pasado fin de semana y cayó de golpe sobre él una avalancha de rechazo y acusaciones de toda índole. El mandatario solo sugirió llevar a cabo una Constituyente, mediante el acuerdo de paz firmado en 2016 entre el Estado y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) durante el gobierno de Juan Manuel Santos, bajo el argumento de la no implementación de los compromisos pactados en este proceso, como la reforma agraria, la transformación del territorio y la verdad judicial.
Todos los expresidentes vivos, exnegociadores de paz con las FARC, constitucionalistas, líderes de opinión y buena parte de los dirigentes de partidos políticos criticaron la idea. Muchos lo acusaron de intentar así una reelección, lo cual rechazó él mismo, y reiteró que el 6 de agosto de 2026, cuando culmine su mandato, entregará el poder. No obstante, dejó claro le gustaría que lo asumiera alguien partidario de su proyecto político y continúe su agenda progresista en el país.
Una difícil primera mitad
Petro llega en agosto próximo a la primera mitad de su mandato. En junio de 2022 ganó el poder con la promesa de solucionar los antiguos déficits sociales del país y poner en marcha una agenda a favor del medioambiente, pero no se lo han permitido. A su “gobierno del cambio” lo tienen agarrado con el lazo corto y poco ha podido transformar a Colombia hasta ahora.
Algunas de las grandes reformas, que concibió con el objetivo de beneficiar a los sectores poblacionales más pobres, fueron bloqueadas por un Congreso hostil o diluidas en los tribunales. Otras, como las reformas pensional, laboral y de educación, enfrentan perspectivas legislativas inciertas.
La pensional es la única de todas las presentadas que se abrió paso, aunque está pendiente su aprobación en la Plenaria de la Cámara de Representantes. Nadie sabe si se salvará de saboteos, faltas de quorum y demandas de archivo, mientras si las otras dos agonizarán en el intento de favorecer a los más necesitados.
Dentro de su administración no faltan las acusaciones de corrupción, tanto para él como para sus allegados. Las campañas de desacreditación contra el primer presidente de izquierda han logrado colocar su índice de aprobación actual en solo 34 por ciento, tras tocar un mínimo de 26 por ciento en diciembre pasado.
A Petro no se la han puesto fácil y son constantes las maniobras que buscan torpedear su gestión. No obstante, no ha parado jamás de trabajar e intentar llevar a cabo su política de Paz Total, con resultados indiscutibles e imposibles de desestimar o silenciar.
Sobre él prima una forma de guerra pasiva para ir quitándole condiciones de gobernabilidad a una administración elegida democráticamente, según admiten analistas. El propio Petro ha alertado en varias ocasiones sobre la preparación de un golpe blando.
Incluso, el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), recientemente acusado de soborno y fraude procesal y pendiente de juicio, incitó en dos ocasiones a las Fuerzas Militares a desoír las órdenes del jefe de la Casa de Nariño y convocó a una acción tendiente a detener el actual debate sobre las reformas sociales.
Sus declaraciones se toparon con la fuerte réplica del actual mandatario, quien le recordó, entre otras cosas, que será el primer expresidente colombiano en pisar un tribunal acusado de tales delitos.
Una Paz Total que sí avanza
Gustavo Petro llegó a la presidencia con la propuesta de buscar una paz total, una idea consistente en avanzar negociaciones de paz con todos los grupos armados con estatus político en el país, por un lado, y, por otro, procesos de sometimiento a la justicia de las organizaciones criminales sin ese estatus.
A pesar de no pocos altibajos, la paz total adquirió en la última semana un renovado impulso, tras la firma del acuerdo sobre el primer punto de la agenda de diálogos entre el gobierno y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la última guerrilla en armas.
El representante especial del secretario general y jefe de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia, Carlos Ruiz, calificó el suceso como un hecho histórico, y reconoció que solo una paz construida desde la sociedad puede ser sostenible y duradera.
La llegada a este punto de las negociaciones no estuvo exenta de conflictos, algunos de ellos incluso aparentemente irreconciliables entre las partes, pero primó el entendimiento. Además, se anunció que el quinto ciclo de diálogos con las disidencias de las FARC, Estado Mayor Central (EMC), tendrá lugar en Bogotá entre el 20 y el 26 de junio próximos.
El anuncio surgió después de concretarse la división del EMC en dos grupos. El más beligerante, comandando por Iván Mordisco, quien desata una oleada de violencia especialmente en la zona del Cauca, y otro menor, que sigue en la mesa de conversaciones.
Según la oficina de la Consejería Comisionada de Paz, el grupo belicoso protagonizó ataques a estaciones de Policía y a objetivos militares, por lo que el gobierno emprendió una ofensiva contra ellos. Mientras, las negociaciones con el segundo grupo parecen retomarse y el cese del fuego sigue vigente desde febrero pasado.
Otro de los “delitos” que ponen a Petro en el pelotón de fusilamiento oligárquico fue su decisión de romper relaciones con Israel, que desde hace casi ocho meses comete un genocidio sin precedentes sobre la Franja de Gaza; ya pesan sobre él más de 35 000 muertos ante los ojos impávidos del mundo.
Ante la multitud congregada en la Plaza Bolívar de Bogotá el 1° de mayo pasado, el Presidente hizo el sorpresivo anuncio y calificó de genocida al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Un día después, el canciller Luis Gilberto Murillo reconoció que la decisión llevaba tiempo estudiándose. No pocos de sus detractores lo acusaron de temperamental o de usar esa estrategia para cegar su baja popularidad. Incluso lo imputaron de antisemitismo.
Así han sido los primeros dos años del primer gobierno plebeyo en la historia de Colombia. Fueron 24 difíciles meses, pero probablemente los próximos dos serán peores.
La vida corre muy de prisa y en el país sudamericano la ola baja y sube constantemente, sobre todo en materia política. Le toca a Petro respirar, coger impulso y seguir sorteando el camino con todos los obstáculos en contra, para no pasar a la posteridad solo como el primer y único presidente de izquierda elegido por los colombianos.