Circular contra el tránsito es hacerlo contra lo más importante para todo ser humano: su propia vida
Como expresión de una indisciplina o violación similar a la que muestra la presente imagen (vea la señal de tránsito o flecha ubicada en la pared; las tres personas encima de la motorina, el niño sin casco) hace apenas unos días fui testigo de un accidente que, según supe horas después, afortunadamente no derivó en consecuencias fatales.
Pedaleando contra el tránsito y sin detenerse para mirar a ambos lados de la calle que pretendía atravesar, una madre fue impactada por una camioneta que circulaba con total normalidad, sin margen ya para evitar la colisión, a pesar de accionar rápidamente los frenos y tratar de esquivarla.
Vale decirlo: antes de que los sorprendidos transeúntes reaccionaran, ya el conductor del vehículo se había lanzado, tomado en brazos al niño de unos ocho años de edad (desmayado o sin conocimiento), lo introdujo en el auto junto a la desconcertada madre y despegó raudo rumbo al hospital.
Este breve relato no tiene otra intención que reiterar, una vez más, cómo cientos, miles de personas, continúan violando la Ley 109 del Código vial en calidad de peatones, ciclistas, motoristas, conductores… en muchos casos con total irresponsabilidad, a veces distraídos y en ocasiones por desconocimiento.
No es este último, el caso de quienes circulan deliberadamente contra el tránsito, transgreden la señal de pare o conducen en estado de embriaguez: realidades muy -demasiado- recurrentes.
No hay que ser erudito en materia de tránsito para saber que se circula en dirección contraria a lo establecido en determinada vía.
Acerca de tales irregularidades volvió a insistir el pasado mes de julio el coronel Roberto Rodríguez Fernández, jefe del Órgano Especializado de Tránsito del Ministerio del Interior, aun cuando el país había llegado al verano con 543 accidentes menos en comparación con igual etapa que el año anterior y también se reportaba descenso en fallecidos y lesionados.
Puede parecer innecesariamente reiterativo, obvio, pero quien circula así (y lo hacen a diario, sobre todo, miles de ciclistas y motoristas) no solo lo hace contra el tránsito o la ley, sino también contra algo mucho más importante para todo ser humano: su propia vida y la de otras personas que no vulneran lo legalmente establecido.