El independentista Salvador Tió Fernández conversa sobre su vida, dedicada a dar pelea desde la abogacía. Cuba, entre sus amores
Llegó a La Habana con un libro de décimas debajo del brazo y una chaqueta por encima; ésta, a veces, la dejaba en casa, el libro nunca. Era como si con el calor cubano se le hiciera más perentoria la cercanía de su patria, a la que ama intensamente también en métrica de su coterráneo Teófilo Torres en sus Décimas por saco. Encomienda fallida la mía de pasarle un ejemplar a Silvio Rodríguez, por eso me ofrecí a desdoblarme como mejor sé hacerlo. Fue fácil convencerlo de ser entrevistado para Bohemia.

Salvador Tió Fernández es un abogado en toda regla; entonces el verbo le brota incansable, indetenible, con alto vuelo en las particulares apreciaciones políticas, éticas, sociales y hasta versadas, pues está emparentado con Lola Rodríguez de Tió, esa gigante de la palabra que, –como José Martí– nos dejó atados a los boricuas de por vida. Uncidos estamos a un pájaro de incompleto vuelo, porque la hermana tierra puertorriqueña sigue siendo un Estado Libre Asociado, si bien nuestro interlocutor afirma que no es ninguna de las tres cosas.
De trato educado, amable, cuando describe o analiza alguna realidad relacionada con nuestro enemigo común, el imperialismo estadounidense, parece va a rompérsele el cuerpo de tanta ira, una irrefrenable; entonces utiliza cada calle, cada café como espacio de lucha, similar a un tribunal donde seguir defendiendo al “de abajo”, o para exigir el cese del bloqueo impuesto a Cuba.
Recordar se le hace fácil y, aunque como cualquiera se pierde de momento en la precisión de las fechas, sigue el ritmo del diálogo para de repente interrumpirlo en una elipsis, dando con el día y el año justo de un escurridizo suceso en su memoria, mas no de la historia. Sí, este abogado de profesión forma parte de la contienda boricua por la emancipación vista desde otros frentes, como fue la acusación de “fariseísmo hipócrita” hecha por él en 2012 contra la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por avalar, y justificar, cada acción interventora norteamericana en nuestras naciones latinoamericanas.
En defensa de los de abajo

Estudiante primero de Filosofía en Puerto Rico y luego de Derecho en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, donde vivió varios años. Sobre los desempeños en la abogacía nos relata: “Ya yo venía comprometido desde joven con la lucha por la independencia y con una visión de incorporación de las masas trabajadoras, que no podía ser una cosa de próceres bien adinerados. Cuando me gradué me fui a trabajar a la Corporación de Servicios Legales de Puerto Rico, dándole atención a toda la gente pobre. Estando ahí, en 1979 me fui a Nueva York a dirigir la oficina regional, con un presupuesto de 14 millones de dólares. Esa delegación existe hoy en día; desgraciadamente se dedican a hacer “boberías”.
Se le nota orgulloso al decir: “nosotros llegamos a ser el principal bufete de acción social en Puerto Rico”; lo recalca y -tras la frase- enciende un gustado tabaco criollo, acompañándolo con un sorbo de café negro. “Llevábamos, por ejemplo, los casos de las cárceles; también representábamos a los agricultores, que iban a laborar principalmente a New Jersey, donde recogían los vegetales; además, a los de Connecticut, en el Valle del Tabaco; es decir, de Puerto Rico se iban alrededor de 11 000 personas a esas labores. Así los puertorriqueños terminaron siendo avasallados, pero nosotros empezamos a radicar demandas, más de 200 en contra de la Garden State Service Golden Coperative Asociative. Eso sucedió de 1973 a 1977”.
“¿Qué pasa?”, lanza la pregunta retórica y añade enseguida: “En 1976 pierden los republicanos y nombran como presidenta de la Junta de Servicios Legales a Hilary Clinton (demócrata). Recibo una llamada de ella donde me explica que los del sur de New Jersey han radicado una enmienda a la Ley de la Corporación diciéndonos que si no te quitamos tus 250 000 dólares (el presupuesto para operar) nos quitan los 300 millones (monto general). O sea, nos estaban condicionando, porque, según ellos: ‘eres un loco, radicas demandas frívolas’. Yo le respondo que eso es mentira, dame 10 días y te contesto; hice una carta de 11 pliegos sobre cada caso y Hilary me dice: Has hecho con tu gente más trabajo que todos los Programas de Servicios Legales a los migrantes en Estados Unidos. No en balde te tienen ganas. Entonces, el presidente de la Corporación, antes Decano de la Facultad de Derecho en San Francisco, me pregunta si le daba permiso para firmarla y de esa manera, juntos, detuvimos todo ese asunto”.
Nuestro entrevistado declara a los lectores de Bohemia que hoy en día la prensa boricua no refleja nada acerca de los trabajadores y acciones a su favor. “¿Lo real? Servicios Legales es una sombra de lo que fue. Te digo: la derecha nos quería cerrar y hacía campañas para que nos quitaran ese dinero”, manifiesta con cierto dejo de pesadumbre, olvidada al instante de cruzar las piernas, abordando con vehemencia un nuevo tópico.
Lucha contra la ocupación

Quien además fuera profesor, sobresaliendo por su curso “Derecho y campo social” y atrayendo a un enjambre de jóvenes, expresa su permanente compromiso militante, incluso en el enfrentamiento frontal con los Estados Unidos. Uno de esos pasajes fue la exigencia de salida de la Marina yanqui de la isla de Vieques: “Yo decido ir hasta allá para impedir que se lleven a cabo las maniobras, por la década de los 70. Montamos nuestras casas de campaña en Campamentos de Desobediencia y se nos vienen encima aviones americanos de la US Nave, a retarnos, y también se desplegó ante nosotros una fuerza, la cual nos arrestó. Logro salir bajo fianza e incluso me defendí a mí mismo. Había una línea de algunas personas que sostenía la defensa como un reconocimiento a la jurisdicción de la Marina, lo cual pienso es un error de apreciación. Sin embargo, nos defendimos como supuestos ‘invasores’, haciendo un planteamiento, creo yo que inteligente, consistente en que uno no puede ser acusado de invadir terrenos de la Marina, porque la playa no le pertenece, pues esta es de los viequenses, y así ganamos. Los campamentos se mantuvieron en el tiempo (hasta 2003), pero los sacamos. Eso fue una victoria”.
Un PIP pujante

Parece haber nacido para dar pelea. Sus confesiones lo confirman: “Yo soy del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) antes de poder votar cuando tenía 18 años, pues en esa época era posible solo a los 21 (en la actualidad nuevamente es a los 18). Hice campaña con el PIP en 1964, y aunque no tenía derecho a votar podía hablar en tribuna, haciendo además brigadas en ‘cines-mítines’, llamadas de esta forma porque llevábamos unas diapositivas con los efectos de la situación económica en Puerto Rico. Tuve el privilegio de desempeñarme al lado de otras dos personas muy buenas, Rebeca Cid y Manuel de J. González”.
Al darnos sus consideraciones sobre el devenir de la afiliación política, Salvador Tió Fernández se despliega en todo el optimismo revolucionario, inherente a cada patriota convencido. Él lo es sin ninguna duda: “En esta última elección, enero 2025, el PIP por poco gana la Gobernación. En Puerto Rico hay gente muy habilidosa en buscar votos entre los encamados de los hospitales y entre la gente de las cárceles. Así ellos ganaron también en el Plebiscito por la continuación de la estadidad. Para mí la victoria de ellos es una derrota, porque los EE.UU. nunca nos van a aceptar como un Estado. Consiguieron la mitad de los votos y eso les representa un problema permanente, ya que la lucha por la independencia de Puerto Rico no va a acabar porque se extiende la estadidad”.
Ahondando en el tema, explica: “En los últimos años en la isla se ha dado un cambio político. Antes, el PIP sacaba un cinco por ciento de los votos y en estas elecciones llegó segundo, incluso con más votos que el Partido Popular, ganador en todas las elecciones, llegando a ser en una época el hegemónico. A Juan Dalmau, que fue mi estudiante en la Facultad de Derecho y ahora candidato a la Gobernación por los independentistas, le fue muy bien en las últimas elecciones. Se batió muy bien en los debates. Y hubo una especie de alianza, que no fue completa, pero fue buena, entre (el Movimiento) Victoria Ciudadana y el PIP. De hecho, yo voté por el Grupo para el cargo de Comisionado residente para el Congreso de EE.UU., cosa por la que el PIP no opta, pues nosotros no queremos eso. Mientras muchos de Victoria Ciudadana votaron por Dalmau a la Gobernación de Puerto Rico”.
Y enfatiza: “Hay que ver cómo sostenemos esa unión, lo cual fue un paso de adelanto en la lucha, porque son personas que rechazan estar metidos con los partidos históricos, que son el Partido Nuevo Progresista (PNP), que no es ni nuevo ni progresista, y el otro, el Popular Democrático”. Y se pregunta nuestro entrevistado: “¿Qué democrático eres al tener una ciudadanía (estadounidense) la cual tu no votas para tener? Por todo ello puedo afirmar que estas elecciones fueron excelentes para el PIP”.
Despedida
Dejó La Habana con el volumen de décimas debajo del brazo y la chaqueta sobre ellos; sin embargo, salió con muchísimos abrazos de las decenas de amigos cubanos y de otras partes del mundo. Para Salvador Tió Fernández, la solidaridad es credo de vida, no solo de abogacía.
3 comentarios
Que bien acercarnos a Puerto Rico a través de su prestigioso patriota. Es
insuficiente, inconsecuente
el vínculo y conocimientos de pueblo tan semejante nos hermana la historia, cultura y la región caribeña
Muhas gracias, excelente artículo.
Me encantó este acercamiento al hermano boricua. Tuve el privilegio de conocerlo personalmente hace algunos años, en ocación de una visita que hizo a Bohemia,
y me cautivó con las certezas optimistas de su verbo patriótico y solidario con los humildes de su tierra. Leyendo ahora a María Victora he sentido la agradable sensación de estar participando en ese rápido pero intenso recorrido, tan bien conducido por ella, por la vida y las luchas de ese fiel amigo de Cuba, abogado de los pobres, indoblegable independentista y hombre admirable. Gracias.