De fortaleza conquistada a centro educacional

Cómo Columbia, sede del Estado Mayor Conjunto del Ejército de Fulgencio Batista, pasó a ser el primer cuartel militar de Cuba convertido en escuela, con el nombre de Ciudad Escolar Libertad


Los niños que poco después del triunfo de la Revolución comenzaron a estudiar en los predios de la antigua zona militar ubicada en el municipio habanero de Marianao –como si fuera un cuento y con la inocencia propia de los que saben querer, según la hermosa expresión martiana– decían: “Antes en mi escuela había un cuartel”.

Fidel pronunció un discurso precisamente donde estuvo la sede más fuerte de la dictadura en Cuba. Trascendente mensaje el suyo que también se recuerda por la paloma posada en su cuerpo, y la pregunta inolvidable de ¿Voy bien, Camilo?. / Archivo de BOHEMIA

Hablamos de un día diferente a todos los demás, el 14 de septiembre de 1959, justamente cuando el campamento militar más poderoso, siniestro, tenebroso y proimperialista de Cuba sufrió una metamorfosis trascendental para convertirse –por la magia revolucionaria– en un centro docente gigante para todos los niños, adolescentes y jóvenes del país.

En medio de un júbilo indescriptible, hace 65 años, un río juvenil y juguetón se reunió a la entrada de la vetusta y maligna fortificación de guerra de Columbia, con el propósito de protagonizar la inauguración de una nueva vida.

Se cumplía así la promesa del joven abogado Fidel Castro hecha en su autodefensa en el juicio del Moncada y escrita más tarde en La Historia me Absolverá, de cerrar los cuarteles militares y abrir las escuelas que los maestros sin trabajo y la grey más joven de la patria necesitaban, unos para enseñar y otros con el fin de  estudiar, aprender y crecer, argumento inefable de José Martí en La Edad de Oro.

Aquel cubil de pólvora mortífera, polígono, armas, explosivos, tanques y fusiles apuntando hacia el pueblo, con aeropuerto, aviones y bombas listos para asesinar y destruir, se trocó, además, en la primera del mundo en transformarse en espacio de enseñanza y de estudio en aras de servir en lo adelante en una comarca de aprendizaje público y gratuito en beneficio de lo más prometedor y sano de una nación: la infancia, la adolescencia y la juventud.

Recibió el mejor nombre que se le podía poner a la nueva obra rebelde y fidelista: Ciudad Escolar Libertad.

Ciudad, por extensión y amplitud, variedad de servicios y todo lo que hacía falta para alcanzar la felicidad de maestros, técnicos, ingenieros, obreros calificados y los niños.

Escolar, por sus numerosas aulas, claustros de capacitados maestros graduados, libros, lápices, libretas, colores, pupitres, pizarras, laboratorios y demás medios útiles en aras de recibir la educación y hacer de los alumnos ciudadanos nobles, honestos y honrados como soñaran Félix Varela, José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco y Enrique José Varona.

Libertad, porque luego de la lucha clandestina del Llano y de las montañas, encabezada por Fidel Castro Ruz, Cuba empezaba a ser libre, anhelo de nuestros mambises y sus figuras cimeras continuadoras, y ya no tenía la república martiana la obligación de rendir cuenta al embajador estadounidense de turno.

Aquel día 14 de septiembre el entonces el líder de la Revolución y el comandante Raúl Castro Ruz, en ese momento jefe de las fuerzas de Tierra, Mar y Aire, acompañados por otros héroes de las montañas y poblados, entregaron la novedosa ciudad-escuela al doctor Armando Hart Dávalos, entonces titular de Educación.

Al hablar en el acto inaugural, Fidel expresó: “Compañero Ministro de Educación. En sus manos nuestra bandera victoriosa para entregarla a la enorme tarea educativa que nos espera en esta fortaleza conquistada”.

En la noche de las palomas blancas

Meses antes, luego de huir el dictador Fulgencio Batista cobardemente, las columnas rebeldes del Che y Camilo tomaron los campamentos militares de La Cabaña y Columbia, respectivamente.

El líder de la lucha libertadora, seguido por los demás barbudos de la Marcha Triunfal del Ejército Rebelde, conforme a los versos del Indio Naborí, llegó a Columbia el 8 de enero de ese año. No podemos olvidar –comentamos nosotros de paso– que el 1° de enero de 1959 fue “un día que duró una semana”, como declarara en memorable entrevista el insigne poeta Roberto Fernández Retamar.

El comandante Camilo Cienfuegos recibió al jefe de la Revolución en las afueras de La Habana para unirse a dicha caravana y en la noche Fidel pronunció su histórico discurso en el que había dejado de ser cuartel de Columbia: acto siempre recordado también por la coincidente sorpresa de las palomas que volaron hacia él y una de ellas se posó en su hombro.

Mandarriazos históricos de un héroe

Cuando Camilo llegó por primera vez a Columbia, con otros miembros de su columna rebelde número 2 Antonio Maceo, inició con una mandarria el derribo de las paredes de la posta 6 del hasta entonces campamento batistiano; este hecho ocurre al cumplirse siete años de la entrada a la añeja madriguera del derrocado dictador y sus cómplices.

Camilo dando mandarriazos en los muros de Columbia. / Archivo de BOHEMIA

Luego de los mandarriazos históricos del Héroe de Yaguajay contra el muro, Camilo entró al campamento y se montó en un buldózer: avanzó en él impulsado por el ánimo de acometer la simbólica demolición del enclave.  

El Comandante en Jefe Fidel Castro, en la última etapa de la lucha de liberación contra la tiranía, afirmó: “Hasta que Columbia no se rinda, no habrá terminado la guerra”.

Seis meses y cuatro días más tarde se hizo otro acto multitudinario a la entrada del citado cuartel, con la participación de miles de estudiantes, familiares, maestros y de la población en general. En el polígono que ya dejaba de serlo para el porvenir, Fidel y Raúl inauguraron el primer curso escolar en la Cuba revolucionaria.

El presidente Osvaldo Dorticós Torrado fue el primer orador. Al cierre, habló el líder máximo, quien destacó, entre otras cuestiones, lo siguiente: “Hacía mucho tiempo –y yo quiero que me oigan– deseábamos esta gran oportunidad. De todos los actos y hechos vividos en el inicio del triunfo de esta linda Revolución, ningún instante más feliz para nosotros, porque la reunión de ustedes, los niños, adolescentes y jóvenes cubanos, con nosotros, es lo más hermoso de la Revolución. Y eso quiere decir algo muy importante y deben recordarlo siempre: ustedes no van a sufrir como nosotros sufrimos”.

Se sintió una inmensa ovación, y ante Fidel y Raúl, Armando Hart, recibió las llaves simbólicas del campamento de Columbia, ya transformado en Ciudad Escolar Libertad.

La novedosa ciudad por dentro

A grandes rasgos, el complejo científico pedagógico que todos nombraron simplemente CEL –las siglas de Ciudad Escolar Libertad– se conformó con dos círculos infantiles, un concentrado de preescolar, seis escuelas primarias, tres secundarias, una especial para ciegos y débiles visuales y otra igual para retardo del aprendizaje. Igualmente, una de carácter vocacional de arte, un instituto preuniversitario y otro politécnico, la universidad de ciencias pedagógicas Enrique José Varona, dos teatros: el Manuel Ascunce y el Conrado Benítez, la biblioteca escolar Orestes Gutiérrez, un centro de documentación, la casa estudiantil, el Museo de Historia Natural Antonio Núñez Jiménez, el Museo Nacional de la Alfabetización, éste último único en el mundo; el sitial histórico Camilo Cienfuegos donde él tuvo su última oficina; la sala de historia XX Aniversario, y el centro cultural Dominica del Amo. Además, varios parques, dos piscinas, un gimnasio, campos deportivos, un puesto médico central y una clínica estomatológica para alumnos, profesores y trabajadores. Tenían razón aquellos niños que a su manera inocente y sublime, similar a un cuento, decían, “en mi escuela antes había un cuartel”.

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FUENTES CONSULTADAS:

Ciudad Escolar Libertad, colectivo de autores de la Multimedia del Proyecto Identidad, PCC, Ciudad de La Habana, 2003; Ciudad Libertad, Monumento Nacional, Comisión Nacional de Monumentos; Una ciudad educativa,de Norma Ferrás Pérez, Tribuna de La Habana, 2019.

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