China renueva añosos caminos a escala transcontinental. La terminal portuaria multipropósito de Chancay es uno de tantos
“¿Cómo, derrota?, se dijo a sí mismo Ruy González de Clavijo, enviado especial de Enrique III, monarca de Castilla y León. Largo y accidentado había sido el trayecto hasta Samarcanda, predio favorito de Tamarlán, con quien jugaba al ajedrez. El agotamiento le impidió ver “el jaque mate de la coz”, movida mediante la cual el caballo contrario atacó al rey, arrinconado en el tablero y rodeado por sus propias piezas sin escapatoria posible. Estaba molesto; sin embargo, debió lucir buena compostura cuando, gozoso, el oponente le tendió amablemente una copa de oro, repujada en piedras preciosas. La espirituosa bebida y la brillantez del recipiente; proverbiales códigos diplomáticos en las orientales cortes…
Repasó lo visto en la mañana: sandías jugosas; vestimentas holgadas, suaves, tan distintas a las rígidas en uso en su natal suelo, donde la gente de alcurnia era de un refinamiento sobrio; aquí, en cambio, hasta la comida rezumaba lo inesperado: el penetrante curry o la seducción de la canela, ingrediente esencial de los postres. Y las mujeres le hacían desear romper el sagrado sacramento del matrimonio. Qué Dios lo perdonará, pero cuánta envidia sentía del anfitrión, amo y señor de una variopinta familia, de lujosas alfombras de la mismísima Persia y de casas-yurtas (tiendas) enormes, frescas, iluminadas…
Es este un pasaje conjeturado alrededor del real e histórico encuentro entre González de Clavijo y el temido líder militar y hábil político turcomongol Tamarlán, el último de los espléndidos conquistadores nómadas del Asia Central. A pesar de su movilidad, Samarcanda, en Transoxiana (actual Uzbekistán), fue su asentamiento predilecto, punto de confluencia comercial y cultural. Era 1404 y los reyes de la Europa cristiana soñaban con firmar la paz, ansiosos por acceder a salvoconductos de libre circulación. Contrariamente a lo planificado, al enviado castellano le tomó más de un año llegar a su destino, porque el recorrido se empeñaba en ser discontinuo, con disimiles accesos dependientes, marítimos y terrestres.
Las expediciones solían errar el rumbo, aunque al advertirse el rumor de voces de los mercados se confirmaba hallarse en la vía central y los itinerarios previstos. Los viajeros no podían fiarse totalmente de los mapas, debido a cierto secretismo de las autoridades, afanadas en proteger, como medida estratégica, el comercio. Valían además a modo de pieza de cambio muy valiosas.
De inicios
Una enciclopedia histórica al uso da cuenta de que la antigua Ruta de la Seda es una red de caminos empezada a usarse regularmente a partir de 130 a.n.e. cuando la expansión de la dinastía Han (202 a.n.e. – 220 d.n.e) abrió oficialmente el comercio con Occidente y duró hasta 1453: al imperio otomano boicotear ese comercio y cerrar las vías. Los emperadores chinos mandaron a construir caminos, albergues y postas de este a oeste. Gobernantes confucianos al fin, fueron respetuosos de credos y modos de vida diferentes, lo que les permitió asimilar lo mejor del orbe conocido. Semejante cualidad favoreció la confianza mercantil y reportó pingües beneficios. Al caer Constantinopla en manos turcas, Europa debió reinventarse. Durante los siglos XV y XVI todavía se entrelazaban miles de pueblos desde Asia hasta África, y también en sentido inverso. El Oriente tuvo preminencia gracias a los numerosos centros de artesanía, escuelas de arte, madrazas, palacios, mausoleos, templos. Hasta nuestros días han llegado escritos palmarios acerca de lo práctico y beneficioso de unir gente, sin que medien conflictos, únicamente a través de contratos explícitos, inclusivos.
Se les tenía en alta estima a aquellos comerciantes, misioneros, peregrinos, portadores de nuevas religiones, costumbres, idiomas, vidrio, porcelana, jabón, pólvora, seda… Y he aquí una curiosidad: la denominación dada a este antiguo trazado se la debemos al geógrafo alemán Ferdinand von Richthofen, que en 1877, tras hallar evidencias de un otrora esplendor a cuenta de la sedosa tela, nombró al periplo Seidenstrasse: “Ruta de la Seda”.
Ventana a la curiosidad
A partir de laseducción de la senda, la Organización Mundial del Turismo (OMT) emprende la recuperación de antiguos caminos, devenidos concepto turístico, en un proyecto que se debe extender a lo largo de 12 000 kilómetros. El énfasis supera el realce del aspecto comercial o de objetos museísticos, al ensalzar asimismo el aporte indirecto para el intelecto, por los consabidos descubrimientos decisivos en las matemáticas, la filosofía, la arquitectura o la gastronomía. La página web de esta agencia de la ONU informa: “Gracias a la colaboración en áreas de interés mutuo, los Estados integrantes de la Antigua Ruta de la Seda, junto a diversos agentes del sector privado, se abocan en iniciativas turísticas capaces de impulsar la curiosidad sana, culta y sostenible”.
Y, producto al fin, se potencia el interés público demostrado por Marco Polo. Él ha dejado vívidas descripciones de Zayton (actual Quanzhou), el mayor puerto de China a finales del siglo XIII, receptor de 10 veces más naves cargadas de pimienta que Alejandría (Egipto). El famoso explorador brindó un profuso retrato de grandiosas naves, de cuatro o seis mástiles, 300 navegantes y cargas de más de 5 000 fardos, repletos de lo humano y lo divino.
China relanza la fabulosa senda
En 2013, el mandatario Xi Jinping propuso un ambicioso plan: la Franja y la Ruta (BRI, siglas en inglés) o la Nueva Ruta de la Seda. Desde entonces, los planes de materialización van a pasos agigantados en una línea transcontinental expandida a Europa, Asia, Islas del Pacifico, África y América Latina. Los detractores insisten en aducirle afanes de “conquista” o “colonización china”.
Pero hasta el momento trae beneficios y modernización. Los ejemplos abundan: Beijing financió y proyectó el primer ferrocarril de alta velocidad en el Sudeste Asiático; el Corredor Económico China-Pakistán, hasta el puerto de Gwadar; el puerto de Colombo, en Sri Lanka; la construcción de la red de transportes en África oriental; la inversión de un tren que unirá a Bolivia, Brasil y Perú, sumamente significativo para el comercio, pues llegará después a Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile. En ese Corredor Ferroviario Bioceánico Central, las empresas chinas colocarán 3 500 millones de dólares.
Otro caso significativo es la reciente inauguración de la terminal portuaria multipropósito de Chancay, en el Perú, corredor terrestre-marítimo entre Asia y Latinoamérica que disminuye los costos logísticos y tiempos de movilidad. A raíz del suceso, la propaganda negativa se disparó: el investigador Robert Evan Ellis, del Instituto de Estudios Estratégicos del Ejército de los EE.UU., vinculado al Comando Sur, se atrevió a advertirle a los peruanos sobre supuestos futuros riesgos geopolíticos. Mientras, el Global Times, órgano de prensa del Partido Comunista chino, lo calificó de “magno proyecto” con “vasos comunicantes”, fidedigno indicador de los períodos actuales; tanto es así que la inauguración se dio en el marco de la cumbre APEC 2024. La obra generará 4 600 millones de dólares anuales al Perú. Dicha iniciativa bilateral tuvo excelente acogida en el diario El Peruano, el cual realzó la reducción del tiempo de viaje de las exportaciones-importaciones a 23 días.
Avance con decisión
En aras de impulsar la BRI se han firmado 200 acuerdos de cooperación, de 32 organizaciones internacionales y 155 países. Según la Universidad Fudan de Shanghái, estos son casi el 75 por ciento de la población y representan más de la mitad del producto interno bruto (PIB) mundial. En septiembre de 2023, al conmemorarse una década de perfeccionamiento, Xi manifestó: “La cooperación internacional de la Franja y la Ruta ha despegado, ha crecido rápidamente y ha producido resultados fructíferos, cubriendo la tierra, el océano, el cielo e internet; esta red ha impulsado el flujo de bienes, capital, tecnologías y recursos humanos entre las naciones implicadas”.
El World Economics Forum, coloquialmente llamado Foro de Davos –remiso a concederle méritos al socialismo chino–, modificó sus cuestionamientos iniciales: la BRI se ha crecido a la altura de la época, llevando a cabo programas de conectividad a Internet y avance digital, con saldos sumamente positivos. En tanto, Alejandro Marcó del Pont (economista argentino) pondera a la modalidad “Ruta de la Seda Digital”, dándole palmas a algo tan vital como el acoplamiento en claves modernísimas. En su opinión, estos objetivos se logran solo con cooperación multilateral, sin la cual cosas como la adopción de la red china de satélites Beidou –competidora del GPS– sería muy improbable, debido a los millonarios costos y la puesta en funcionamiento. Beijing ofrece una fibra óptica con un costo 10 veces menor. Sobre ese particular expresó: “los cables por tierra van en conjunto con los ferrocarriles en la Ruta de la Seda, pero en verdad los importantes, los de mayor tráfico y disputa están en la fibra óptica submarina”. China pretende volver unir a la Humanidad. Ya lo hizo con camellos.