Israel sigue siendo un ente colonialista de espaldas al derecho internacional consuetudinario, sin que nadie logre pararle los pies
Deberíamos haber anticipado el actual infanticidio en Gaza. El tejido blando de las sociedades nos lo advertía con estadísticas de susto sobre el propio desempeño en los bajos mundos del planeta: tráfico de niños, terrorismos interminables, insolvencia de pagos de deudas derivadas del latrocinio externo, presiones imperiales, programas económicos neoliberales…, ante lo cual los decisores últimos actúan como de costumbre, pues los ricos y ultra ricos se conduelen únicamente si se les tocan los bolsillos.

En cambio, los pueblos pagan muy caro la “desobediencia”. Cuando en 2023 la resistencia palestina de Gaza se hartó de abusos, rompió la valla perimetral, entró en Israel y tomó rehenes civiles; la respuesta de Israel fue (es) desproporcionada, con una brutalidad apocalíptica. Continúa la connivencia de los EE.UU. y de Occidente, algo nada inusual.
El 15 de enero 2009, durante la 32 sesión plenaria del décimo período extraordinario de sesiones de “emergencia sobre las medidas ilegales israelíes en la Jerusalén Oriental ocupada y el resto del Territorio Palestino Ocupado”, la Asamblea General de la ONU pronunció una inequívoca condena: “Nos reunimos hoy en circunstancias sumamente urgentes, que incluso podríamos calificar de desesperadas. La crisis en el territorio palestino ocupado, concretamente en la Franja de Gaza, se está prolongando en exceso. Ha muerto demasiada gente, demasiados niños y mujeres. Ha habido demasiadas víctimas mortales y heridos graves entre el personal de las Naciones Unidas […], mientras el Secretario general (Ban Ki-moon) se encontraba de visita oficial en Israel, las fuerzas militares de ese país bombardearon la sede del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente en Gaza”.
La ONU se escandalizaba ante la impunidad de ese sionismo revisionista. Clamaba paz, pidiendo un punto y final de la Operación israelí Plomo Fundido. En ese momento hubo la siguiente denuncia: “Si esta ofensiva contra Gaza es realmente una guerra, se está librando contra una población indefensa, que no tiene recursos y vive en condiciones penitenciarias”.
Terrible, ¿verdad? No obstante, luego vendrían, en 2012, la Operación Pilar Defensivo; en 2014, Operación Acantilado Poderoso; y en 2021 hubo una escalada del “conflicto” israelí-palestino. Así, ad infinitum…
Freno cómplice
En cada uno de estos “episodios” la repulsa mundial es masiva y hasta la mismísima ONU se ve impelida de tomar decisiones más contundentes, dada la negativa recurrente en el seno del Consejo de Seguridad (CS), algunas veces de los Estados Unidos, otras de Gran Bretaña o Francia. Washington, además, mantiene un millonario suministro de armas. Apoya y actúa, le guía el “buen olfato” en negocios y la ideología. Nadie lo dude.

Lo anterior explica de alguna manera por qué el personal militar de la ONU en el despliegue de misiones de paz, los “cascos azules”, no son enviados a Gaza. Y, claro, hasta este minuto tampoco al Estado de Palestina, pues el mismo “no existe”. Deberían posicionarse en Israel o en los territorios ocupados. Esos, según Tel Aviv, tampoco existen. Lo paradójico y burlesco radica en una cosa inalterable: los cascos azules comenzaron sus operaciones en 1948 al desplegarse en un también “conflicto” entre Israel y “Palestina”. Todo resulta en un ritornelo insoportable: las operaciones de los “cascos azules” los aprueba el CS y ya sabemos lo que allí ocurre.
En ese largo ínterin, Israel mata. Junio 2025: el diario Al-Quds Libération se hizo eco de una información del Ministerio de Salud de Gaza, el cual estima en 188 000 las víctimas, entre “mártires y heridos”. Empero, Michael Spagat y Jalil Shikaki, economista y profesor de la Universidad de Londres, y politólogo palestino, respectivamente, en un estudio reciente habían considerado que hasta la actualización de la cifra el recuento era “inferior” a la realidad. Ambos analistas nos advertían que los asesinados se acercaban a 100 000 desde el comienzo de la agresión sionista el 7 de octubre de 2023, en supuesta respuesta a los ataques de la resistencia. Evalúan las muertes violentas, demoliciones y hambruna. Nada ha cambiado. O tal vez sí: hay mayor ensañamiento y virulencia.
Cinismo e insensibilidad caracterizan a Washington y al Occidente de la OTAN; Israel campea a sus anchas tras el parapeto del “derecho a la defensa”. Y se anula, por omisión, esa misma prerrogativa a los palestinos en lucha contra la potencia ocupante. He aquí la trampa: Israel niega tal condición, escudado en el argumento del gobierno de Hamás en Gaza desde hace 20 años…
Anatomía del colonialismo “made in Israel”
Incluso el Atlantic Council (organización no partidista de impulso al liderazgo y el compromiso de los Estados Unidos en el mundo) admite lo expresado miles de veces desde la comunidad internacional: “Si bien Israel no es parte del Cuarto Convenio de La Haya, este se considera derecho internacional consuetudinario y, por lo tanto, sigue siendo vinculante para Israel”. Recalca en datos verificables en la costera franja: “Un territorio se considera ocupado cuando cae bajo el control efectivo de fuerzas armadas extranjeras hostiles. Tradicionalmente, el control efectivo requiere tres componentes principales: la presencia física de un ejército extranjero sin consentimiento; la incapacidad de un soberano local para ejercer el control debido a la presencia de fuerzas extranjeras; y la imposición de la autoridad de las fuerzas de ocupación”.
En el caso palestino, Israel mantiene plena autoridad sobre el derecho a entrar y salir de las aguas territoriales de Gaza y sobre la extensión de estas aguas; ejerce control total sobre el espacio aéreo de Gaza; controla el suministro de productos y servicios esenciales como electricidad, combustible, frecuencias de telecomunicaciones, agua…; controla el registro de población de los habitantes de Gaza; recauda los impuestos adeudados a las autoridades de Gaza; impuso una zona terrestre de exclusión (o “zona de amortiguación”) sobre un área que representa aproximadamente el 17 por ciento del territorio de la Franja. Ese conjunto hace de Israel una potencia ocupante en Gaza, no solo en Cisjordania y Jerusalén oriental.
Asimismo, en apego al derecho internacional consuetudinario, en el artículo 33(2) del Cuarto Convenio de Ginebra se ha establecido: “Quedan prohibidas las sanciones colectivas, así como todas las medidas de intimidación o de terrorismo”. Israel se burla de todos nosotros y reedita viejas prácticas colonialista, trayéndonos el eco de aquella carta de 2009 y el del derecho internacional.
Haría falta llegar a calar hasta los tuétanos el lamento de los niños gazatíes con graves peligros de desnutrición. O de los 10 000 menores de seis meses de “vida” necesitados urgentemente de leche o alimentos suplementarios.